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«Ignacio Cervantes y la danza en Cuba de Salomón Gadles Mikowsky —como La Habana artística. Apuntes históricos, de Serafín Ramírez; Las artes en Santiago de Cuba, de Laureano Fuentes Matons; La música en Cuba, de Alejo Carpentier, y los textos fundamentales sobre música de Fernando Ortíz–, se mantiene como punto de partida para todo aquel que se adentre, en un análisis integral a partir de la publicación y grabación de una más amplia gama de compositores del siglo XIX», afirma Radamés Giro en su prólogo al libro de Mikowsky que, perteneciente a Ediciones Boloña, fuera presentado el lunes 17 de febrero en el soportal del Museo de la Ciudad, Plaza de Armas, como parte de las propuestas de la 23 Feria Internacional del Libro 2014.

La presentación de Ignacio Cervantes y la danza en Cuba estuvo a cargo de Claudia Fallarero, especialista del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas; quien leyó  primero las palabras de agradecimiento de Mikowsky y luego procedió a la explicación de su obra. 

 

Palabras de Salomón Gadles Mikowsky


Quiero dar las gracias:
A Saumell, Cervantes y a los otros grandes compositores cubanos del siglo XIX, cuya música maravillosa me inspiró a querer ahondar en ella.
A mi venerado Maestro César Pérez Sentenat, quien introdujo a estos clásicos cubanos a mi repertorio durante mi niñez.
A Columbia University, institución que me alentó en el propósito de hacer mi tesis doctoral sobre este tema, para  el conocimiento de los musicólogos extranjeros estudiosos de la materia.  Fue completada en 1973, en un volumen mucho más extenso, con el título de The XIX-Century Cuban Danza and its Composers, with Particular Attention to Ignacio Cervantes.
Al gran musicólogo y amigo cubano, Odilio Urfé, responsable de la publicación en 1988, 15 años después de escrita, de un extracto del original por la Editorial Letras Cubanas, con una magnifica traducción de Rubén Casado.
A Radamés Giro, por su iluminante prólogo a la segunda edición.
A la Editorial Boloña, por publicar esta segunda impresión en un formato y con un diseño muy atractivos.
Al Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler, por haber apoyado y respaldado esta segunda edición, 40 años después de haber escrito el original en inglés.
Quisiera también aclarar que no soy ni me considero musicólogo.  Me dediqué a compilar la bibliografía más completa existente en esa década de los 70 y a organizar esos materiales en la forma más lógica posible. Fue una obra hecha con amor a mi Patria y a su música.

Imagen superior, al centro: Claudia Fallarero, especialista del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, quien estuvo a cargo de la presentación del libro Ignacio Cervantes y la danza en Cuba. A su derecha, Silvana Garriga, editora, y Joyce Hidalgo-Gato, diseñador; a su izquierda, Mylena Suárez, especialista de Ediciones Boloña. Imagen inferior: público asistente a la presentación, en el soportal del Museo de la Ciudad, Plaza de Armas.

 


Palabras de presentación del libro Ignacio Cervantes y la danza en Cuba de Salomón Gadles Mikowsky

«En el campo de la música cubana, los trabajos eruditos sobre muchos aspectos importantes están anticuados o se carece de ellos totalmente. […] Esta obra intenta llenar un vacío al prestar atención a la danza cubana del siglo XIX, en la cual se encuentran los orígenes de la música cubana como expresión nacional definida. La comprensión de la evolución de la danza desde el clásico baile europeo de figuras hasta estilizadas piezas para piano con peculiares rasgos propios, es básica para la comprensión de la música cubana».  Con estas sentencias comienza Mikowsky su libro sobre Cervantes, un texto válido en manejo bibliográfico, por demás actualizado de lecturas que para los estudiosos cubanos de los años 70 eran aún inaccesibles. Puede decirse que está signado por corrientes de pensamiento muy diferentes a lo largo de su desarrollo, y eso es –quizás– uno de sus principales aportes. No hay que olvidar que, como texto que responde a un ejercicio académico, el autor debió acometer una reconstrucción histórica previa en la primera parte que lo llevó a revisar el origen e implantación de la danza en Cuba con antecedentes franco-haitianos y españoles. Es a partir de esa plataforma histórica que llega al concepto contradancístico de Manuel Saumell y por ese camino, a las danzas para piano de Ignacio Cervantes, su principal preocupación teórica.
Contemporáneo del presente libro de Mikowsky sobre Cervantes, lográbamos un estudio tan valioso en Cuba como el de Zoila Lapique: primer tomo de la Música Colonial Cubana en las publicaciones periódicas (1812-1902) editado igualmente por Letras Cubanas una década antes del texto de Mikowsky, ―que sin embargo, no conoció por encontrarse fuera de la Isla―. Con el libro de Lapique se revisaba la historia musical cubana anterior a la República, por primera vez a partir de sus fuentes originales.
Las intenciones de ambos son coincidentes en muchos aspectos. La preocupación por la dancística del siglo XVIII y la comprensión de que es en el XIX cuando se inicia el verdadero camino de la concreción identitaria cubana en términos musicales son dos ideas vitales en ambos libros.
La preocupación de Mikowsky y el llamado de atención sobre la importancia de la dancística de Cervantes en la cristalización de la identidad cubana signa la segunda sección del libro, que se centra en una necesaria revisión que sobrepasa la historia biográfica y estilística para generar una historia de la recepción que atiende a los escuchas de la época y valora las intenciones de composición de Cervantes, a partir de las interacciones sociales que vivió con su contexto decimonónico.
Uno de sus principales logros es la comparación de las ediciones críticas que hasta los años 70 habían tenido las danzas de Cervantes. La divergencia de visiones de sus editores, los «acomodos rítmicos» que incorporaron a algunas partes y sobre todo la disposición de las danzas según su posible fecha de composición, son el cimiento teórico que, sin dudas, ha aprovechado Mikowsky para enseñar este repertorio por muchos años a sus alumnos. La disposición de las danzas que propone, por ejemplo, en las páginas 105 y 106 del libro, no es para nada la que nos presentó su alumna Wenqiao Jiang en la apertura del Primer Encuentro de Jóvenes Pianistas, celebrado en La Habana el reciente mes de junio, donde prevaleció una dramaturgia a partir del interés temático extramusical y de los contrastes musicales de las piezas. Desdoblado el Mikowsky teórico y el músico práctico y pedagogo, con enfoques funcionales no excluyentes, pero sí diferentes en función de cada caso o resultado artístico.    
Puede decirse que esa visión crítica de Mikowsky fue fundamental para fundar una manera coherente de entender la interpretación pianística de las obras de Cervantes en la escuela cubana de piano a partir de los años 80. Lo sé porque al amparo de visiones de este tipo me formé y se formaron mis contemporáneos en el estudio de la música cubana para piano. No fue posible que un maestro cubano fijara para un alumno una danza de Cervantes en un programa sin que ello conllevara la lectura obligatoria del texto de Mikowsky. Por tanto, leí a Mikowsky cuando no soñaba conocerlo físicamente.
Desde este libro ningún otro compositor local del pasado o presente se ha tocado en Cuba con tanta consciencia como Cervantes, con una hermenéutica tan minuciosa de sus danzas, con una atención tan específica a cada uno de los elementos presentes en su discurso musical.

 
MsC. Claudia Fallarero
Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas