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Corría el año 1995 y Roberto Vargas Lee, joven de andar presuroso, transitaba los senderos del barrio Chino habanero. Por aquellos días, una difícil empresa le ocupaba la mente y conquistaba sus sueños: crear en Cuba una escuela de artes marciales de tradición china. Quince años después, la Escuela Cubana de Wushu cuenta con filiales en todo el país y más de 5 000 practicantes.

Es un orgullo para la Escuela el haber rescatado la cultura china en nuestro país, sus costumbres, el idioma, la danza del león y del dragón, los bailes típicos, la celebración del Año Lunar y la Fiesta de la Primavera, así como la integración del traje típico de Wushu entre los practicantes.

El maestro Roberto Vargas Lee dirige una de las presentaciones de la Escuela Cubana de Wushu en la Plaza Vieja, durante las celebraciones de la Fiesta de la Primavera, acto tradicional chino que se efectúa entre los días finales de enero y principios de febrero.

Corría el año 1995 y un joven de andar presuroso transitaba los senderos del barrio Chino habanero. Por aquellos días, una difícil empresa le ocupaba la mente y conquistaba sus sueños: crear en Cuba una escuela de artes marciales de tradición china. Quince años después, la Escuela Cubana de Wushu cuenta con filiales en todo el país y más de 5 000 practicantes.
Luego de la sesión matutina de entrenamiento, con una taza de té entre las manos, los acordes de una flauta en el fondo y sentado en torno a una mesa de estilo asiático, Roberto Vargas Lee, elegantemente ataviado con su traje típico de Wushu, nos relata cómo el sueño se convirtió en reto, y éste en realidad.

En 1994, usted es seleccionado para estudiar Wushu en la República Popular China. ¿Cómo fue elegido?

La historia se remonta a mi infancia, cuando me sentí atraído por la práctica del Karate-Do. Con perseverancia y disciplina alcancé la categoría de cinturón negro, y decidí que era hora de enseñar –especialmente a los niños– los saberes acumulados durante largos años. Poco después, el maestro en artes marciales Ramiro Chirino organizó una demostración de mis pequeñines en la Sociedad de Instrucción y Recreo Long Sai Li, en el Barrio Chino.
Sin embargo, el Karate do es un arte marcial de origen japonés. Nace entonces la sugerencia, por parte del personal diplomático chino, de iniciar la práctica en Cuba del Wushu. La idea se materializa con la beca para cursar estudios en la Universidad de Cultura Física de Beijing.

Sería atinado afirmar que su estadía en la República Popular China no sólo le reportó un crecimiento en su formación marcial, sino que además enriqueció notablemente su visión de la vida.

Sin lugar a dudas. Hoy Roberto Vargas Lee es quinto Dan Cinturón Negro en Karate-Do Hyoshinmon Shoryn Ryu; sexto Dan en Daoyin Yang Sheng Gong; sexto Dan en Wushu..., pero hoy también soy un ser humano que ama la cultura oriental, su seriedad, respeto y sentido del deber hacia lo ancestral. Nuestra filosofía cambió; sentimos el arte marcial no sólo como un medio para la defensa, sino también como una escuela para la vida. En mi andar cotidiano me acompañan las costumbres chinas: el idioma, la música, el té…

¿Cómo fue el comienzo de la actual Escuela Cubana de Wushu?

Recién llegado al país, año 1995, comenzamos a dar los primeros pasos. Y es en octubre de ese propio año que –teniendo como base el Grupo Promotor del Barrio Chino de La Habana, y bajo la supervisión de la Federación de Karate-Do y Artes Marciales afines– que se crea la Asociación Cubana de Wushu, basamento para la Escuela Cubana de Wushu, tal y como la conocemos hoy.
El inicio fue difícil. Nuestro primer reto fue la búsqueda de un área que nos permitiera la práctica sistemática. Así llegamos a un local abandonado en la calle Manrique, que desde 2007 lleva el nombre de Agustín Rizo, en memoria del insigne maestro. Sin embargo, no bastaba con el espacio físico; era necesario crear un ambiente espiritual basado en la cultura de la naturaleza. Emprendimos la tarea de acondicionar el lugar con plantas, entre ellas el bambú. Los muros se decoraron con motivos alegóricos a la cultura oriental y, en especial, al milenario arte marcial del Wushu. Hoy nos sentimos satisfechos de contar con un área de práctica donde se puede sentir la energía positiva de los elementos de la naturaleza.

Durante estos 15 años usted ha formado a discípulos que hoy son maestros en las filiales de todo el país. ¿Considera este logro como su mayor conquista?

En un comienzo éramos apenas diez personas. Actualmente el Wushu se practica en las 14 provincias de nuestro país y el municipio especial Isla de la Juventud. Nuestra Escuela cuenta con unos 5 000 practicantes; de ellos, 1 700 en Ciudad de La Habana. El mayor por ciento lo representan niños y jóvenes. Es de destacar la acogida que ha tenido esta disciplina en la Escuela Latinoamericana de Medicina.
Desde 2001, nuestra Escuela es reconocida por la Federación Internacional de Wushu en China, la Federación Cubana de Artes Marciales y el INDER. Contamos con un equipo nacional y dos «preselecciones», respaldados por niños talentos que son la cantera y varios proyectos especiales: «Futuros del Wushu», integrados por alumnos de diez a 14 años de edad; «Pinos Nuevos del Wushu», comprendidos entre los seis y diez años, y los más pequeños, de dos a cuatro años, llamados «Retoños de Bambú».
Especial satisfacción ha sido para nosotros haber podido abarcar personas de todas las edades y razas, practicantes de las más diversas costumbres y religiones, unidas en una sola filosofía: hacer el bien. Es un orgullo para la Escuela el haber rescatado la cultura china en nuestro país, sus costumbres, el idioma, la danza del león y del dragón, los bailes típicos, la celebración del Año Lunar y la Fiesta de la Primavera, así como la integración del traje típico de Wushu entre los practicantes.
Somos acreedores del respecto de la comunidad china, al tiempo que nos hemos erigido en puente de amistad entre las naciones de Cuba y China, hemos tenido el honor de recibir con la danza del León al presidente chino Hu Jin Dao en dos ocasiones. Hoy, nuestro principal compromiso es con la comunidad del Barrio Chino, apoyados por el trabajo que viene desarrollando la Oficina del Historiador de la Ciudad, con la premisa de defender la hermandad entre todas las personas. Es ése el único camino para el desarrollo de la cultura y la tradición. Todas ellas, son grandes conquistas.

En 2003 fue presentado su libro
TaiChi Chuan, Salud y Vida, en el que usted destaca la influencia terapéutica de esta disciplina. ¿Qué exige la práctica del Wushu?

Amanecer bien temprano en la mañana, es esa la principal demanda. Este es un trabajo que depende mucho de la energía del amanecer; es como dicen los chinos: levantarse con el cantío de los gallos. No se debe olvidar la disciplina, la humildad y el respeto por la vida.

¿Soñar ha sido su principal inspiración?


Claramente. Por ejemplo, inspirados en la tradición china, la práctica ha salido de las áreas de la Escuela y se ha extendido a los parques. En tal sentido se han realizado presentaciones en las plazas Vieja y de San Francisco; la Fiesta de la Primavera ha llegado al Centro Histórico; hemos participado en programa Rutas y Andares; además, existe un estrecho vínculo con la Casa Museo de Asia. Contribuir con las causas nobles es nuestra motivación. No es un secreto que nos sentimos identificados con el proyecto cultural que impulsa la Oficina del Historiador de la Ciudad; admiramos a Leal como a un maestro y seguimos su obra como una guía.


Fernando Padilla González
Opus Habana