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 En su exposición «Concurrencias en el Vedado», la artista Mercy Rivadulla representa casas y lugares de esa zona de la urbe habanera donde hace confluir desde personalidades de la cultura universal, hasta animales prehistóricos o la Muralla China, la Torre Eiffel… La pintora invita además a mirar hacia el interior de las casonas vedadenses al recrear en algunas piezas las decoraciones de sus pisos.

Es El Vedado de Mercy un tributo a la historia y la civilización, el sitio de realidades y utopías, de personajes populares, de aspiraciones intelectuales, de niños que juegan y de turistas que curiosean y usurpan la cultura mientras Lennon disfruta de la sombra, impávido y con espejuelos; donde, en una playa costera, vuelve a nacer Venus entre sirenas y apasionados.

 Es El Vedado el espacio centro de la capital. Su protagonismo se arrastró desde el Centro Histórico y a pesar del despliegue constructivo posterior hacia otras zonas, muchas veces tenemos la impresión de que todo pasa por y en El Vedado.
Para Mercy Rivadulla es éste, además, el barrio natal y el de permanencia perpetua, el barrio definitivamente propio y familiar. Sin embargo, el acercamiento que hace en su obra a él, no nos remite a su historia personal. Su Vedado es el espacio urbano donde efectivamente todo y todos confluyen, y que la artista representa con voluntad ecuménica y prolífera fantasía; con claridad en sus referencias y con la gracia de la apariencia ingenua.
A las zonas elegidas por la artista asisten reconocidas personalidades de la cultura universal, animales prehistóricos y trascendentes iconos de las más diversas latitudes. Estas concurrencias, ocurren en un entramado urbano que también es violentado en su organización real. La emblemática bahía ahora se avista justo enfrente de El Vedado y en esta fisonomía trastocada se suman e integran el Taj Mahal, la Muralla China, la Torre Eiffel, Chichen Itzá, el Cristo del Corcovado….
La voluntad de integración intercultural, la recurrencia a paratextos y el desarrollo de metáforas visuales de fácil acceso, son elementos característicos del quehacer de esta pintora.
 Es El Vedado de Mercy un tributo a la historia y la civilización, el sitio de realidades y utopías, de personajes populares, de aspiraciones intelectuales, de niños que juegan y de turistas que curiosean y usurpan la cultura mientras Lennon disfruta de la sombra, impávido y con espejuelos; donde, en una playa costera, vuelve a nacer Venus entre sirenas y apasionados. El juego humorístico con sus referentes es otro de sus recursos más característicos.
Sin grandilocuencias y plenas de sutilezas y alegorías, las pinturas de Mercy, irradian optimismo y transparencia. Leve y atrayente, cada escena cuida bien de los elementos de la arquitectura: vitrales, pisos, enrejados, balconaduras y tejares, aunque alejada de un trabajo académico o naturalista. Casas, edificios, parques o tramos, usualmente se colocan en una horizontal continua. Sin embargo, estos —a veces desde soluciones formales muy sencillas— se encuentran bien ubicados en cuanto a composición y estructura. Cada pieza exhibe una construcción muy analizada y trabajosa en la que los elementos convocados casi nunca llegan al azar —amén de que en El Vedado lo insólito no es sólo posible, sino probable. Esta cualidad de decodificación, alteración y reordenamiento de la artista, seguramente la debe a su formación como arquitecta.
 Pero una arista muy puntual distingue esta exposición. Por primera vez, Mercy mira hacia el interior a través del regodeo que hace de las decoraciones en pisos de terrazos. Estos ornamentos son muy característicos de las grandes casonas de El Vedado y se emplazaban, según el gusto y poder adquisitivo de los dueños que encargaron  la construcción. Basado en la estructura del diseño de seis de estos detalles, Mercy recrea las escenas líricas que la caracterizan, trasformando en personajes poéticos cada elemento, y así completar una visión de El Vedado hacia el interior.
Colorido abundante más no irritante, costumbrismo mesurado, felicidad cautelosa y ambientes armoniosos, no dan la espalada a conflictos e incomprensiones. Pero la apuesta de Mercy Rivadulla es la de soñar, de traspasar fronteras, de observar con mirada blanca, y de convocar —en esta ocasión— a materializar lo imposible en el barrio que le es más familiar: El Vedado.

Onedys Calvo Noya
Especialista de Artes Plásticas de la Oficina del Historiador de la Ciudad

(Palabras al catálogo de la exposición «Concurrencias en el Vedado», abierta en la en la galería Espacio Abierto).