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 La generación de los años 20 y 30 de los novecientos tuvo la pertinencia de hacer coincidir en espacio y causa a personalidades relevantes que imbricaban su ardiente militancia con una estatura espiritual que les permitía brillar con luz propia. Uno de esos talentos que superaban la circunstancia era Rubén Martínez Villena.

El poemario La pupila insomne de Rubén Martínez Villena fue presentado el jueves 18 de diciembre de 2008 en la Biblioteca Pública que ostenta el nombre del insigne intelectual y revolucionario, ubicada en el Centro Histórico de esta ciudad, como para saldar una vieja deuda con los lectores y la literatura cubanos.

La generación de los años 20 y 30 de los novecientos tuvo, con sus aciertos e ineficacias, la pertinencia de hacer coincidir en espacio y causa a personalidades relevantes que imbricaban su ardiente militancia con una estatura espiritual que les permitía brillar con luz propia y unir sus destellos sin trazar el cono de una sombra. Momento histórico convulso y fundacional, hizo nacer la modernidad en una neocolonia viciada que acunó a unos pocos que salvarían, tiempo después, su declinante proyecto nacional. Uno de esos talentos que superaban la circunstancia era Rubén Martínez Villena.
Su poemario La pupila insomne fue presentado el jueves 18 de diciembre de 2008 en la Biblioteca Pública que ostenta el nombre del insigne intelectual y revolucionario, ubicada en el Centro Histórico de esta ciudad, como para saldar una vieja deuda con los lectores y la literatura cubanos. Publicado por la Casa Editora Abril, de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), sigue los pasos de la edición de 1943 promovida por su viuda, Asela Jiménez, e incluye el prólogo de Raúl Roa «Una semilla en un surco de fuego», otro de los hitos de la ensayística cubana contemporánea.

La figura de Rubén Martínez Villena constituye un referente constante para la comprensión de la historia del pensamiento y su relación con la creación artística durante la primera mitad del siglo XX cubano. En homenaje a este intelectual comprometido con las causas más justas, la Biblioteca Pública frente a la Plaza de Armas, en el Centro Histórico, lleva su nombre.

Nacido en el poblado habanero de Alquízar, en 1899, y con la marca profética que le impuso el Generalísimo Máximo Gómez cuando todavía vestía pañales, Rubén adoptó la justicia y el patriotismo como ingredientes inmanentes de su existencia. Su distinción le regaló una providencia real-maravillosa: su precoz desempeño cívico fue felicitado por el mismísimo secretario de Gobernación, quien unos años después, por su obcecación y entreguismo, sumió al país en una abominable dictadura y pasaría a la historia con un epíteto que este mismo niño, ya todo un hombre, le acuñó: el Asno con Garras, Gerardo Machado.
La frialdad de su aplomo escondía un espíritu volcánico, capaz de burlar una persecución en auto, hablar en un mitin sin temer a los pistoleros, escaparse del hospital a pesar del ascenso del bacilo mortífero por sus pulmones, reírse aún afiebrado de la tángana que movilizó a la tiranía bajo un torrencial aguacero. Era uno de esos elegidos que guardaba, con una curiosa alianza de amor, esperanza y temeridad, «bajo el guante que pule el verso —como decía José Martí—, el puño que derriba al enemigo». Cuando falleció, el 16 de enero de 1934, después de liderar la gran revolución que destronó la dictadura machadista, dejó una estela que lo asentó como una de las inobjetables referencias de la lucha antiimperialista latinoamericana y, también, como una voz poética fresca, reformadora, luminosa, ineludible.
La idea de publicar sus poemas surgió entre los amigos de Rubén en agosto de 1927, después de la convalecencia hospitalaria de éste a causa de una pulmonía; sin embargo, La pupila insomne no vio la luz, pues el bardo abandonó el proyecto decepcionado por una agria polémica con Jorge Mañach. Esta rivalidad matizó toda la relación que tuvieron estas dos personalidades, hasta la muerte de Rubén. Tiempo después, en 1935, se retomó el proyecto de publicar sus poemas, con el impulso de una de sus hermanas, Judith, y del esposo de ésta, el poeta José Zacarías Tallet. El prólogo estaría a cargo de Enrique Serpa, entrañable amigo de la infancia de Martínez Villena, pero por imprevistos problemas de salud le fue imposible redactarlo. Judith pensó en Raúl Roa, que por esos años se encontraba en su exilio estadounidense, y le pidió que lo escribiera. Así surgió «Una semilla en un surco de fuego», que encabezó la edición de La pupila insomne, en 1936.
Con una prosa fluida y depurada, el prólogo de Roa se acerca a los avatares de la personalidad de
Rubén en las diferentes circunstancias que le tocó enfrentar. El prologuista ensaya una suerte de biografía novelada, en la que inserta percepciones y hechos vividos en común y referidos por otros colegas, a partir de documentos, correspondencia familiar y recuerdos personales. Aquí comienza a intercalar, con gran equilibrio estético, escenas de la vida del protagonista con hechos económicos, políticos, sociales y culturales que dejaron su huella en el radiante espíritu de Rubén y que marcaron sus conflictos existenciales, en los que «el poeta dimitía, irrevocablemente, de seguir viviendo ensimismado en el verso, para volcar su vida a raudales, hasta la inmolación inclusive, en bien de los demás». El propio título es una toma de partido en este sentido, cuando niega aquella autodefi nición de Rubén, quien llegó a verse a sí mismo como «una semilla en un surco de mármol».
Esta edición de 2008 toma como fuente la publicada en 1943, bajo la supervisión de la viuda de Rubén, Asela Jiménez. A pesar de no haber podido consultar la edición príncipe de 1936, mantiene gran fidelidad con ambas, en cuanto a la inclusión del importantísimo prólogo de Raúl Roa y una organización cronológica que permite seguir la evolución lírica de Rubén, desde 1917 hasta 1925.
Por muchas razones, esta nueva publicación es un hecho trascendental del panorama cultural cubano actual. Sobre todo, por recoger los poemas dispersos de Martínez Villena y ofrecer la oportunidad a los más jóvenes de aquilatar la impronta de un pensador tan lúcido y de un escritor tan comprometido con lo mejor de la cultura cubana.
Asimismo, se hace honor a la talla literaria de Rubén, una de las voces más renovadoras y coherentes de la literatura cubana contemporánea. Releerlo será siempre un reto al intelecto, un acercamiento necesario a un espíritu límpido, a una referencia imprescindible.

Artículo tomado de la edición impresa de Opus Habana vol.XII/No.1 sep.2008/feb. 2009.

Rodolfo Zamora Rielo
Opus Habana