A propósito del centenario del natalicio de Wifredo Lam, la Fototeca de Cuba y el Centro de Arte Contemporáneo que lleva el nombre del pintor, realizaron entre otras actividades conmemorativas la exposición fotográfica «Visiones ocultas» que reunió obras de importantes profesionales del lente.
Fotos de Constantino Arias, Mario Díaz, Chinolope, Tito Álvarez y Raúl Corrales, entre otros, integraron esta muestra homenaje a Lam.

«Un amigo ingenuo y descontento exclamó despectivamente ante las pinturas de Lam: "No son sino visiones". "Claro que sí", le respondimos, "y en ello está uno de sus más positivos méritos. Pues, es qué acaso la historia no está llena de visiones..."»

Fernando Ortiz


El 8 de diciembre de 1902 nació en Sagua la Grande, Villa Clara, Wifredo Oscar de la Concepción Lam y Castilla, hombre visionario que desde niño emprendió viaje, cuando del violín de su hermano hizo un galeón que echó andar río abajo con destino al mar de confluencias infinitas.
 Al abordar la personalidad artística de Lam, mucho se ha hablado de las convergencias étnicas y vivenciales presentes en su obra. Y es que él llevó a la máxima expresión los componentes simbólicos de múltiples inspiraciones étnicas, desde una perspectiva que lo colocó entre los más universales creadores.
Es por ello que, al arribar a su centenario, la Fototeca de Cuba y el Centro de Arte Contemporáneo que lleva el nombre del pintor, realizaron entre otras actividades conmemorativas la exposición fotográfica «Visiones ocultas» que, al reunir obras de importantes profesionales del lente, mostró visiones reales y aparenciales de la vida y del trabajo de este creador, intentando contener toda la dimensión de su proyección sociocultural, como hombre de su tiempo.
Desde el lente, las imágenes documentales –fruto de la interrelación entre el fotógrafo y el sujeto retratado– evocan una circunstancia vivencial o remiten a una idea semipreconcebida que poseemos con anterioridad al suceso que presenciamos en el documento.
De esta manera las fotos de Constantino Arias, Mario Díaz, Chinolope, Tito Álvarez y Raúl Corrales, entre otros, muestran a Lam en plena actividad. Gracias a estos testigos, el pintor se hace presente y su imagen queda en nuestra memoria. También podemos advertirlo desde el periodismo fotográfico, o sea, la narración visual de los distintos momentos de su actividad en Cuba, con secuencias extraídas de los archivos y manipuladas a partir del acontecimiento portador de innumerables significantes.  Sin embargo, desde la memoria, la saga de su vida y obra se extiende a las creaciones no documentales que recogen su influencia, o discursan a partir de los vínculos establecidos por las pautas culturales que definió.
Se trata del homenaje de jóvenes como René Peña, Gertrudis Rivalta, Nelson Ramírez, Liudmila Velasco y Felipe Dulzaide, quienes discurren por diferentes códigos que cuestionan los mitos que sustentan a la fotografía «convencional» como objeto artístico desde patrones rígidos preestablecidos. Estos muchachos presentan un retrato sin el sujeto retratado e intentan traspasar los límites de su ámbito en una suerte de desbordamiento de sus espacios de acción, sus múltiples usos y significantes.
Lam visto por la fotografía en el siglo XXI, no podía estar al margen de estas evocaciones. Su existencia, asociada a un período de profundas renovaciones artísticas, de «istmos» que convulsionaron la expresión plástica contemporánea –de la que fue uno de sus más sublimes exponentes–, transcurrió en el mismo espacio-temporal en que la fotografía abrazó estas tendencias.
Con estas visiones se intentó establecer –desde la imagen fotográfica contemporánea– un diálogo o contrapunto entre trascendencia y testimonio. Y no sólo se mostró a Wifredo Lam en el momento que le tocó vivir, sino que –además– se hizo palpable su huella en la postura creativa de las nuevas generaciones.

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