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 Diversión «predilecta, barata y atractiva», constituye el rascabucheo «de los centenares de mujeres que en las azoteas de sus casas practican diariamente tan sana, medicinal y fresca práctica de los baños de sol».
Ellas alegarán siempre, que teniendo buenas formas, nunca serán indiscretas las miradas de los rascabucheadores.

 ¿Recuerdan los lectores un artículo mío publicado hace varios años en estas páginas sobre el rascabucheo?
En ese trabajo estudiaba yo la típica costumbre criolla del rascabucheo, en sus dos formas –táctil y visual, tanto en lo que se refiere al agente pasivo– rascabucheada, como al activo– rascabucheador; lugares en que se practicaba y procedimientos puestos en práctica por los rascabucheadores.
Y deteniéndome de modo preferente en el análisis del rascabucheo visual, llegué a considerarlo como una de las bellas artes ya que su fin era descubrir y contemplar la belleza femenina.
Pues bien... hoy gracias al desnudismo, el rascabucheo ha saltado nuestras fronteras, localizándose y tomando carta de naturaleza en los Estados Unidos, aunque sea allí conocido con el nombre de espío.
Un cable reciente de la U. P., nos da cuenta que en Nueva York constituye actualmente diversión predilecta, barata y atractiva, y no por cierto para los desocupados, el rascabucheo o espío, de los centenares de mujeres que en las azoteas de sus casas practican diariamente tan sana, medicinal y fresca práctica de los baños de sol.
Dice el cable que «la mitad por lo menos de las adictas al baño de sol aspiran a que todo su cuerpo adquiera el mismo tono acanelado y se trasladan a las azoteas de las casas, donde quedan en el traje de Eva, sin conceder la menor importancia al asunto desde otro punto de vista que el puramente higiénico».
Y en ese casto y medicinal desnudismo pasan las horas sentadas en sillas de extensión o echadas sobre esteras o lonas, ya abstraídas en filosóficas meditaciones, ya consagradas al arreglo y pulimento de las uñas, mientras su piel va adquiriendo mediante la influencia de los rayos solares el tinte de moda: color canela, que bien podría denominarse color criollo.
Los jóvenes neoyorkinos, percatados de este interesantísimo espectáculo gratis que les ofrecían sus bellas convecinas, hacen un alto en su febril actividad oficinesca, y, provistos de anteojos y telescopios, entre carta y carta, factura y factura, se dedican a las soleadas bañistas, desde los altos pisos de los rascacielos.
De estos, el preferido es el edificio del Empire Estate, que tiene un cuarto de milla por encima de la Quinta Avenida, y del que se dominan, gracias al poder de acercamiento de gemelos y binoculares las azoteas de las residencias de alto precio de East River.
Termina la información cablegráfica comentando que no parece probable que las autoridades intervengan para prohibir este inocente y artístico deporte, ya que entre los derechos individuales reconocidos y garantizados en los Estados Unidos, está el de mirar libremente, sin sujeción a permiso ni censura, hacia los cuatro puntos cardinales, así como el de usar gemelos o anteojos; y, en cuanto a las bañistas de sol, protestarían, a su vez, si la policía les impusiera el uso de pantalones u otra prenda de vestir. Ellas alegarán siempre, que teniendo buenas formas, nunca serán indiscretas las miradas de los rascabucheadores.
¿Llegaremos en nuestra tierra cuna del rascabucheo, a ese refinamiento que ha adquirido en Nueva York? Sol, no nos falta; ni azoteas; ni mujeres hermosas, y mucho menos entusiastas y fanáticos del arte rascabucheril. Todo depende de que adquiera incremento en nuestra capital la práctica de los baños de sol y del desnudismo.
El momento histórico no puede ser más crítico, dado que la depresión económica cubana no permite las fuertes erogaciones que suponen las temporadas en playas, para las bañistas de sol; y en cuanto a los rascabucheadores, tendrían esparcimiento artístico y gratis. Además, los dueños de casas... vacías, podrían alquilarlas fácilmente, siempre que se encontraran estratégicamente situadas y tuvieran «buenas vistas». Y si los comerciantes de objetos ópticos se resuelven a ponerse a tono con la situación y la moda, hallarían rápida salida para sus dormidas existencias de telescopios, gemelos, anteojos, binoculares... vendiéndolos a bajo precio o a plazos, o alquilándolos. Sugiero, asimismo, a las bañistas de sol, el uso de antifaces con el doble objeto de preservarles el rostro contra los rayos solares e impedir que fuesen identificadas por los rascabucheadores al encontrarlas después en la calle, el teatro o el paseo. Un comercio más que surgiría con probabilidades de éxito: la venta de antifaces adecuados para los baños de sol en azoteas.
¿Cristalizará este nuevo, barato, saludable y artístico deporte del rascabucheo azoteril?
Con un poco de buena voluntad y decisión por parte de rascabucheadas y rascabucheadores, y de propaganda realizada por los dueños de casas y los comerciantes, creo fácil que pronto se ciudadanice entre nosotros tan ultracivilizado deporte.
Nos va en ello también el amor propio y la dignidad nacionales. Siendo Cuba la tierra clásica del rascabucheo, no podemos, por patriotismo, tolerar que los extranjeros nos enmienden la plana en esta cuestión y mucho menos que adquieran grado mayor de refinamiento y progreso en el arte rascabucheril.