Durante su estancia en la Isla en 1851, esta escritora sueca envió a su hermana una serie de cartas que, compiladas en el libro Cartas desde Cuba, revelan su genio periodístico, además de su interés por los derechos humanos y la emancipación de la mujer, temas que prevalecen en la mayoría de sus obras.
Viajera infatigable, Fredrika Bremer legó su visión sobre la Cuba colonial del siglo XIX en las cartas enviadas a su hermana desde nuestro país, que han sido reunidas en el libro Cartas desde Cuba.

 Como sueca me hizo falta venir a Cuba para conocer a Fredrika Bremer. Sabía que era una escritora del siglo XIX, de la clase alta con algunas ideas avanzadas acerca de la igualdad entre el hombre y la mujer, pero desde una perspectiva burguesa que me parecía tener poco que ver con la visión de generaciones más recientes como la mía. Lo que más conocía era que ella dio nombre a la primera organización de mujeres suecas, la Asociación de Fredrika Bremer, cuyo auge no llegó a nuestra época, y quedó relativamente circunscrita a acciones de apoyo para la formación de mujeres jóvenes en oficios clásicos femeninos como el de enfermera, o en labores propias de las amas de casa, entre otras. La revista de esta Asociación tenía —y mantiene todavía— el nombre de una de las novelas de Fredrika, Herta. Como publicación, nunca estuvo entre las fuentes de información en mi búsqueda de ideas sobre el feminismo moderno.
Al llegar a Cuba, me encontré con la verdadera Fredrika Bremer: una mujer extraordinaria que, obviando los prejuicios de la sociedad de su época, viajaba sola en medio del siglo XIX y poseía un compromiso social profundo con los pobres, sobre todo con los esclavos. Una dama de sensibilidad exquisita ante la naturaleza, en especial la del trópico, totalmente nueva para ella y bien diferente del paisaje nórdico.
La pasión con que relata lo que ve y vive en ese entorno, tan exótico para una mujer criada en un castillo del campo sueco, debe despertar en cualquier norteño una admiración especial. Los cubanos pueden extrañarse de la capacidad de Fredrika de ver a Cuba; nosotros, de su capacidad de vivir algo tan lejano a lo nuestro. Aquí pude apreciar su valentía, que la convierte en ejemplo para nosotras, 150 años más tarde, cuando aún sigue siendo escasa tal actitud, tal energía para la búsqueda de caminos nuevos por la vindicación social de la mujer.
Pero, ¿quién era realmente Fredrika Bremer?: ¿feminista o novelista?, ¿liberal cristiana o buscadora religiosa?, ¿analista política, dibujante, luchadora por la paz, filántropo, reportera, batalladora por los derechos de los animales...? Las etiquetas pueden multiplicarse sin llegar a ninguna conclusión satisfactoria. Fredrika Bremer es Fredrika Bremer, un personaje sumamente complejo, fuera de contexto, de tiempo... vanguardista literaria, filósofa, visionaria...
Nació en 1801, en Finlandia, entonces provincia sueca. Su abuelo paterno se había trasladado allí, donde logró hacer una considerable fortuna en el comercio. Ante la guerra que se avecinaba entre Suecia y Rusia, la familia Bremer había regresado a su patria en 1804, instalándose en Estocolmo, en el castillo de Arsta, al sur de la capital. Por  su posición económica y sus alianzas familiares, los Bremer se movían entre la alta burguesía y la nobleza, e incluso algunos de ellos tenían ciertas pretensiones nobiliarias de las que Fredrika solía burlarse.
El padre, la figura dominante en la familia, es probable que no sobrepasara en tiranía a sus contemporáneos que deseaban educar a sus hijas «en la virtud y la obediencia». Aunque las obligaba a quedarse con hambre para que no perdieran la línea, no puede negarse que les dio amplia educación: aprendieron idiomas; les permitió leer toda clase de libros; las paseó por Europa... pero en el fondo las consideraba como adornos del hogar, destinadas exclusivamente al entretenimiento. Por supuesto, el carácter independiente de Fredrika, su vocación literaria y artística, así como su receptividad para las nuevas tendencias liberales de emancipación y realización de la propia personalidad, chocaron con fuerza contra tal visión del papel de la mujer.
Esa falta total de libertad en la cual vivió, produjo en ella un instinto que creció hasta hacer que se revelara en contra de los patrones sociales y políticos vigentes. En sus obras, esto tomó forma gradualmente; a ella le parecía impensable que la mujer no tuviera la misma posición que el hombre frente a Dios. Junto a la demanda de una nueva visión del ser humano, la señorita Bremer llegaría a denunciar la iglesia petrificada, la manera de interpretar la Biblia, la opresión de la mujer por el hombre, y finalmente todo el orden político. Ya libre y con independencia económica después de la muerte de su padre, se lanza definitivamente a la carrera literaria. En sus novelas, aspiró nada menos que a una transformación total de las relaciones mutuas entre el hombre y la mujer. Escribe que «más cerca de mi corazón queda el desarrollo de mi propio sexo, en el pensar y en el trabajo. La nueva mujer criará al nuevo hombre, y ella es la precondición para la elevación del ser humano».
Sus primeros libros aparecen a partir de 1827 y, sin tener mucha obra publicada, la Academia Sueca le concedió una medalla de oro, lo que era un reconocimiento formal a su posición como escritora. Era la novelista más leída en Suecia e internacionalmente ya ilustre, cuando en 1848 emprendió su primer largo viaje por Estados Unidos, donde fue recibida en los más prestigiosos círculos intelectuales, políticos y científicos.
Por sus cartas de estos años se conoce cómo abordaba temas tan controvertidos como la situación de la mujer, las condiciones sociales, y las visiones de un futuro mejor. Desde la perspectiva de  hoy, dos facetas de su personalidad, estrechamente ligadas— sobresalen: la de feminista y la de pensadora política con la visión de un socialismo utópico. Paralelamente a su compromiso con el tema feminista, sigue aflorando en su mente la convicción de la necesidad de una transformación política.
Se interesa cada vez más por las revoluciones, y por las distintas formas de socialismo —utopías de una sociedad nueva— que se discutieron en su tiempo. Es esto lo que la lleva a su largo viaje por el Nuevo Mundo. En dos años recorre Estados Unidos en todas direcciones; visita los centros de educación, las instituciones penales, las comunidades religiosas... Pero algo le perturba profundamente: la esclavitud de los negros. Justamente para conocer más de cerca este problema es que se traslada a Cuba.
Al viaje al Nuevo Mundo siguió otro de cinco años al sur de Europa y a Palestina, buscando también entender las relaciones humanas y sociales en otros contextos políticos. Al regresar a Suecia, sigue desarrollando sus ideas acerca de la familia y la sociedad. Allí y en otros países forma agrupaciones de mujeres; en un llamamiento publicado en varios periódicos importantes del mundo, incluyendo The Times, invita a las féminas del orbe a formar una alianza internacional por la paz.
Fredrika Bremer murió en Arsta, el castillo de su infancia, en 1865. Con el paso del tiempo y la irrupción de nuevas corrientes literarias y filosóficas, perdió gradualmente su posición como la escritora más leída en Suecia. Pero ahora, en ocasión de los 200 años de su nacimiento, cobran vigencia sus pronunciamientos por un nuevo mundo y una nueva ética en las relaciones humanas.






Para la confección de esta semblanza, se emplearon textos de la embajadora de Suecia en Cuba, Eivor Halkjaer, escritos con motivo de la cuarta edición de Cartas desde Cuba (Fundación Fernando Ortiz, 2002).

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