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 El título Por esas mismas calles. Emilio Roig y Eusebio Leal, editado por Extramuros (La Habana) en 2008, dedica sus páginas a dos hombres que han liderado la Oficina del Historiador de la Ciudad: Emilio Roig de Leuchsering y su discípulo Eusebio Leal Spengler
Por esas mismas calles. Emilio Roig y Eusebio Leal, es una compilación de textos —a cargo de Bárbara Díaz Cruz— pertenecientes a varios periodistas que,  integrantes del Proyecto Huellas, están vinculados a la vieja Habana, por su vida y/o  por su obra.
 
El volumen Por esas mismas calles. Emilio Roig y Eusebio Leal, del Proyecto Huellas, fue editado por la editorial Extramuros (La Habana) en 2008. Este pequeño libro está dedicado a dos hombres que han estado al frente de la Oficina del Historiador de la Ciudad: Emilio Roig de Leuchsering y su discípulo Eusebio Leal Spengler, quien ya lleva más de 40 años de labor en el Centro Histórico.
Se trata de una compilación de textos —a cargo de Bárbara Díaz Cruz— de diversos periodistas que, integrantes del Proyecto Huellas, están vinculados a la vieja Habana por residir en esta zona y /o por su obra.
En «Confesiones de los autores», el que fuera decano de los periodistas cubanos, Emilio Friguls (Radio Reloj) expone cómo aportó la idea original para la realización de esta obra, la cual resulta interesante por el acercamiento que plantea a la intensa labor de los dos Historiadores de la Ciudad.
      
 Emilio Roig de Leuchsenring (a la izquierda) fundador de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y Eusebio Leal Spengler (derecha) continuador de la obra de «Emilito» como fuera conocido su «predecesor de feliz memoria».
El Proyecto Huellas fue fundado, por iniciativa de la periodista Bárbara Díaz Cruz, reportera de Radio Metropolitana. Su primera reunión «se realizó el 14 de marzo de 2002 por ser el aniversario 110 de la fundación del periódico Patria, órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano, creado por el más ilustre hijo de la villa de San Cristóbal, José Martí».  Tiene como objetivo dar continuidad al quehacer de aquellos que han dedicado su vida, y de quienes le siguen ofreciendo sus horas, a nuestra ciudad.
«Periodistas que siguieron la huella de una vieja ciudad» de Dulce María Sotolongo Carrington, sirve de prólogo al libro; hace un recorrido por la historia para referirse a aquellos periodistas y escritores que han estado vinculados a La Habana, ya fuera por radicar su vivienda o por dedicarle sus reflexiones y artículos. Comienza con nombres de periódicos y revistas del siglo XVIII, como El papel Periódico de la Habana.
Cita las colaboraciones de Francisco Arango y Parreño, José Agustín y Caballero, Manuel Zequeira y Arango, Félix Varela —fundador de El Habanero en Filadelfia—; José María Heredia; Domingo del Monte; Cirilo Villaverde que, aunque pinareño, estudió en el Seminario de San Carlos e inmortalizó las calles de La Habana en su Cecilia Valdés o la Loma del Ángel, que inicialmente viera la luz en las páginas de un periódico; Antonio Bachiller y Morales cuya novela La Seiba y el templete apareciera en El aguinaldo Habanero; Juan Clemente Zenea fundador y director de la revista Habanera; José Martí —nacido en la calle Paula—; Juan Gualberto Gómez; Julián del Casal que escribió en La Habana Elegante, La Discusión, y El Fígaro.
Ya en el siglo XX hace referencia a Alejo Carpentier, Lezama Lima, Eduardo Robreño y al propio Emilio Roig que naciera en Acosta 40 entre Habana y Damas, estudiara en el colegio de Belén, y dedicara toda su vida a la preservación de la ciudad, hasta morir en Tejadillo, casi esquina a Cuba.
El libro cuenta con varios artículos que nos develan capítulos de la vida de ambos historiadores. El primero de ellos, «Roig y las calles habaneras» de Rolando Aniceto, aborda uno de los trabajos iniciales de Roig, dirigido al reordenamiento de los nombres de 104 vías del término municipal para los cual recomendó: «la restitución de los nombres antiguos, tradicionales y populares de las calles habaneras por juzgar que ello es patriótico, cultural, práctico, útil y productivo», exceptuando aquellos que hirieran las memorias del pueblo.
«Continuar la obra» de Bárbara Díaz, ubica a Eusebio Leal como seguidor de la obra de Roig, lo que es objetivo también de «La cubanía heredada de un gran habanero» de Juan Emilio Friguls. Por su parte, «El espacio de la casa natal de Roig es parte de nuestro patrimonio» a cargo de Ileana Hautrive, incluye fragmentos de una entrevista a Otto Randín González —Secretario Ejecutivo de la Comisión de Monumentos de la Ciudad de La Habana—, quien expone investigaciones que señalan el lugar de nacimiento de Roig, y hace un recorrido breve por su vida.
De Alberto Núñez Betancourt nos llega «Andar la Habana de la mano de Emilito», que plantea las conexiones entre ambos historiadores. «Emilio Roig y Eusebio Leal: comprometidos con el vivo interés de nuestro pasado» por Carmen Oria, reafirma lo anterior, y reproduce el poco conocido capítulo relativo a la Iglesia de Paula, que Roig logró evitar fuera demolida al conseguir la declaración del inmueble como Monumento Nacional en 1944.
El trabajo de Oria aborda la posterior restauración de dicha Iglesia en 2000 por el actual Historiador quien propuso además que esta fuera decorada por importantes creadores: Rosa María de la Terga; Nelson Domínguez; Juan Quintanilla; Isabel Jimeno; Aniceto Díaz; Zaida del Río; Cosme Proenza; Pepe Rafart; Duvergel; Roberto Fabelo. Además Paula es actual sede del Conjunto de Música Antigua Ars Longa que dirige Teresa Paz.
«Andar tras las huellas de Emilio Roig» por María Victoria Pardo se enfoca en el Proyecto Rutas y Andares que incluye un recorrido tras las huellas de Emilio Roig que en 2006, fue realizado por Daniel Vasconcelos, investigador en el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador, —aquí entrevistado—, junto a Yusdel Ibáñez, Dagmar Suárez y Rigoberto Menéndez. «Emilio Roig: un nombre de la historia» de Bienvenido Rojas Silva y «Eusebio Leal: un caballero andante» de Ofelia Sandar, indagan en la obra de estos dos historiadores.
Este cuaderno incluye tres entrevistas a Lea con enfoques distintos: «La Habana: un espacio grande en la memoria de Cuba», de Magda Resik Aguirre; «Andar la Habana: una aventura compartida», de Katia Cárdenas Jiménez y «Eusebio Leal y Emilio Roig de Leuchsenring», de Ania Ortega.
Esta última cierra con las siguientes palabras de Leal, las cuales considero sintetizan este libro que hoy tenemos entre manos y que resumen la vinculación de estos dos ilustrísimos: «no continúo sino con fe de discípulo, con sentido de humildad, una obra inmensa, inevitable a tal extremo, que en nuestra revista Opus Habana siempre hay un artículo de Emilio Roig, como si él viviera, y en nuestra Habana Radio siempre hay una página de Emilio Roig como si él viviera. Yo pienso que en este sentido hemos sido fieles; y con la muerte, después que se atraviesa el umbral fecundo de la vida, la obra ha permitido que él se perpetúe entre nosotros».
 
Barbarella González Acevedo
Colaboradora de Opus Habana.