El rescate de estos documentos, conservados con celo hasta nuestros días, constituye la génesis del actual proceso restaurador de la Habana Vieja, y constata que —desde sus inicios— tal empeño ha obedecido a un genuino interés histórico-cultural.
Sin esta colección de documentos, poco sabríamos sobre el destino de La Habana y su gente.


«Para el archivero Alfredo Zayas, quien las conservó con amor».



Originales y únicas, comparables a las de Lima, México y Guatemala, e incluso precediéndolas en el tiempo,(1) las Actas Capitulares de La Habana son los documentos más antiguos relacionados con esta ciudad y testimonian la praxis de una institución de alcance iberoamericano, el Cabildo, y sus particularidades como gobierno local en el proceso de conquista/colonización.
Conservado actualmente en el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la Ciudad, ese fondo documental está constituido por miles de legajos, repartidos en 286 libros que abarcan desde mediados de 1550 hasta fines de 1898, año en que finaliza la dominación española sobre la Isla. (2) No existen los libros correspondientes a los tiempos que corrieron entre la fecha de fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana (1519) y 1549, ya que los originales se perdieron o destruyeron como consecuencia de los asaltos e incendios que, por parte de piratas franceses, fue víctima la villa en 1538 y 1555. (3)
Los acuerdos y disposiciones que contienen las Actas denotan las funciones que el Cabildo desempeñó durante el período colonial y que responden básicamente al destino de La Habana —centro del poder— y sus habitantes en temas cruciales tales como la defensa, el comercio, los servicios, la propiedad inmueble... Así, dichos documentos constituían la única manera de certificar la concesión de tierras y de solares a los vecinos, o lo que es decir: eran el único medio para demostrar que éstos eran propietarios. De ahí que en 1794, ante su estado de franco deterioro, se planteara la necesidad de trasuntarlos, o sea, de traducirlos del español antiguo hacia un soporte nuevo, proceso que se alargó durante toda la siguiente centuria. (4)
A ese valor económico-administrativo local de las Actas Capitulares, atribuye Emilio Roig de Leuchsenring el hecho de su salvación «porque ello impidió que fueran trasladadas en pésimas condiciones a la metrópoli de entonces, como el resto de la documentación del Municipio de La Habana y de todas las oficinas coloniales, y que se perdieran en la incuria y los peligros inevitables del trasiego».(5)
Una vez caducado su significado utilitario, tanto los Libros de Actas originales como los de trasuntadas fueron abandonados en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo de la Ciudad, donde hubiesen desaparecido de no ser porque en 1927 el propio Roig —quien entonces se desempeñaba como Comisionado Intermunicipal— decide rescatarlos. Al ser nominado Historiador de la Ciudad en 1935, el ya para entonces reconocido periodista y escritor costumbrista, contaba a su favor con ese definitorio aval: haber salvado la principal fuente documental de La Habana a través de los siglos. Pero no sólo había dotado a la historiografía habanera de su más importante memoria escrita, sino que, sustentándose en ella, fundamentaría en lo adelante el juicio de valor histórico sobre sus monumentos, edificios y lugares históricos y artísticos. Visto desde hoy, ese rescate significa —por tanto— la génesis del actual proceso restaurador de la Habana Vieja.

RESCATE EDITORIAL
Si bien es notorio que los primeros historiadores de Cuba —Jacobo de la Pezuela y, sobre todo, José Martín Félix de Arrate, quien fuera regidor del Cabildo habanero— hicieron uso de las Actas como fuente primaria para sus libros, lo cierto es que el interés por conservarlas, aprovecharlas y divulgarlas de manera integral se materializa tan sólo en 1929, cuando Roig publica La Dominación Inglesa en La Habana.
Dicha obra ve la luz luego de que éste se dedicara «a examinar y estudiar detenidamente la colección de libros de cabildos en dicho Archivo [Archivo del Municipio de La Habana], con el propósito de sugerir al señor Alcalde Municipal [Miguel Mariano Gómez Arias] la conveniencia de su publicación (...) a fin de que los valiosísimos datos y antecedentes que encierran estuvieran al alcance de los investigadores y aun del público en general».(6)
Una vez obtenida la aprobación para semejante plan editorial, Roig logra publicar primero «como ensayo, el volumen consagrado a la dominación inglesa en La Habana, pues éste, por comprender una época aislada e importantísima de la historia de nuestra patria, podía ser editado independientemente, insertándose en él las actas capitulares, que también en volumen aparte se conservaban, correspondientes a los años 1762-1763, en que los ingleses dominaron esta ciudad».
Por primera vez, las Actas Capitulares eran publicadas siguiendo un presupuesto historiográfico, pues con anterioridad —como curiosidad histórica— sólo habían sido reproducidas fragmentariamente: por la Sociedad Patriótica de La Habana en sus Memorias de 1841 a 1845, y por Joaquín José García en el Protocolo de Antigüedades de 1845 y 1846.
Roig pretendía que «después de ese tomo, comprobado por la buena acogida que tuviera su publicación y el éxito de estos trabajos, podría editarse, ya continuamente, y hasta donde fuera posible, la colección de libros de Cabildos del Municipio de La Habana, comenzando por el primero que se conserva, correspondiente al 1550».
Las actas originales seleccionadas para La Dominación Inglesa... (del 15 de agosto de 1762 al 2 de julio del 1763, que hacen un total de 52 cabildos) se copiaron a máquina, y las pruebas de imprenta fueron confrontadas personalmente por su recopilador, en lo que constituyó «una labor penosa, por las dificultades que presentan los documentos originales, dada la ortografía de la época, lo borroso de algunas páginas y lo poco legibles que eran otras por la mala letra de las personas que la redactaron...»
 A su vez, realizando ese trabajo, pudo comprobar «los numerosos errores, omisiones y alteraciones que hemos advertido en el libro, también existente en dicho Archivo, de trasuntos de esas mismas actas».
Aunque escapa a las posibilidades de este artículo, es posible conjeturar sobre el altísimo significado que el rescate de estas actas ha tenido para la historiografía cubana, si se tiene en cuenta que su repercusión fue inmediata en el seno de la comunidad de historiadores. Intelectuales de la talla de Francisco González del Valle, Emeterio Santovenia, Fernando Ortiz, José M. Chacón y Calvo, Herminio Portell Vilá y José Manuel de Ximeno, entre otros, no escatimaron elogios para con la publicación de ese fondo documental hasta entonces sepulto.
Tras considerar que su edición era «el más valioso aporte que puede hacerse a la historia de Cuba», De Ximeno —por ejemplo— expresaba en carta dirigida a Roig: «Usted conoce las grandes dificultades con que tropezaron nuestros historiadores del pasado para obtener datos y la buena fe con que admitieron cuantas noticias encontraron en autores que creyeron bien documentados. Recuerde Ud. que en cierta ocasión Don Ramón de la Sagra publicó en las Memorias de la Sociedad Patriótica la relación de la toma de la Villa por Sores, y en la nota explicativa manifestó que este acontecimiento había ocurrido en época de Mazariegos; de entonces acá son muchos los que han repetido este error».
No menor era el beneplácito de Portell Vilá, por entonces instructor de Historia de la Universidad de La Habana, cuando escribió a Roig: «Mi ilustre amigo, el Dr. Ramiro Guerra, Catedrático titular de la asignatura de que soy instructor en la Universidad, siempre me ha expresado su opinión, que creo muy acertada, de que hay mucha historia de Cuba en los archivos municipales, y que toda ella debe ser conocida aun antes de que los investigadores estudien y copien los fondos referentes a Cuba que se conservan en el Archivo de Indias de Sevilla, en el de Simancas, en el de Aranjuez, en el del Vaticano o en el Museo Británico. Y la iniciativa del Dr. Miguel Gómez en la publicación de las actas del Cabildo habanero coincide con el criterio de nuestro máximo historiógrafo».
En lo adelante, ya en calidad de Historiador de la Ciudad, Roig se empeñaría en ir publicando las Actas por orden cronológico, arduo propósito editorial que —como ya se vislumbraba desde un principio— exigió afrontar serios problemas de orden conceptual y práctico, incluido el cotejo paleográfico entre las actas originales y sus equivalentes trasuntadas.
Sería este conflicto una de las causas de que el proyecto sólo pudiera materializarse en forma parcial, lográndose publicar —en un intervalo de casi diez años— tres tomos con las actas correspondientes a los períodos 1550-1565, 1566-1574 y 1575-1578, es decir, que ni siquiera se logró terminar el siglo XVI.
Los dos volúmenes del tomo I fueron presentados y repartidos gratuitamente el 11 de junio de 1938, durante la inauguración oficial de la primera sede de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en los bajos del Palacio Municipal (antiguo Palacio de los Capitanes Generales y actual Museo de la Ciudad).
Al referirse al destino de las Actas, Roig expresó entonces no haberse conformado con acometer su publicación «sino que dado el altísimo valor histórico que poseen, sugerí al doctor Beruff Mendieta, la conveniencia de ponerlas bajo mi custodia en esta Oficina, así como de emprender su encuadernación, tanto de los libros originales como de los trasuntados, y la reconstrucción de aquellos, bastante numerosos por desgracia, que se encuentran dañados por el tiempo y el abandono en que estuvieron hasta ahora. Y en efecto, tienen ustedes a la vista unos cuantos volúmenes que han sido ya encuadernados, previa su revisión, ordenamiento y reconstrucción (...) También proveyó el señor Alcalde a la adquisición de la estantería de metal que ustedes ven, y al arreglo de este local, preparadas sus paredes contra la humedad y dispuesta la instalación eléctrica de manera que desapareciese todo peligro de incendio por un cortocircuito».
El primer volumen del tomo I contiene un prólogo sobre la historia de las Actas y el azaroso —y, a fin de cuentas, inconcluso— proceso de trasuntación a que fueron sometidas durante el siglo XIX, para lo cual se debió efectuar una intensa búsqueda de información dentro de esos propios documentos.
Como resultado del minucioso trabajo de investigación, se identificaron cuatro trasuntadores decimonónicos de las Actas del Cabildo: Ignacio Rodríguez de Loira, Evaristo Arango, Lino Carballo y Juan Gomís, a la par que se airearon los entresijos de todo el proceso de trasuntación hasta su interrupción en 1896-97, cuando la colección de actas trasuntadas —encuadernadas y copiadas en papel sellado— se detiene en 1809, sin haberse cumplido en su totalidad.
Sin embargo, ese estudio preliminar de la trasuntación vino acompañado por la certeza de que las actas trasuntadas contenían infinitos errores con respecto al contenido de las originales, de ahí que —en la introducción al tomo I— Roig consignara que «tan pronto, en el curso de la publicación de estos libros del cabildo, encontremos que las actas originales son claras y continuadamente legibles, las utilizaremos, haciéndolo constar así en el volumen correspondiente».
Habría que esperar hasta el tomo III, no sólo porque las actas originales escogidas —desde 1575 a 1578— se encontraban en mejor estado de conservación, sino porque para ese momento ya se contaba por primera vez en Cuba con el concurso de un experto paleógrafo: el doctor Jenaro Artiles, quien gozaba de reconocida autoridad por su labor en el Ayuntamiento de Madrid, cuyas Actas Capitulares había trasuntado junto al profesor Agustín Millares Carlo, considerado uno de los precursores de la paleografía en España. Gracias a la labor de Artiles, el tomo III contiene una trascripción directa de los originales habaneros, escritos —como los correspondientes a los años anteriores— de puño y letra del escribano de cabildo Francisco Pérez de Borroto y, algunas veces, por sus hijos Juan Bautista o Gaspar.
En forma que realza notablemente su valor histórico, también se aprovecharon aquellas actas que habían sido canceladas después de escritas y que, por tanto, no habían sido trasuntadas en el siglo XIX por carecer de validez económico-administrativa. Además, se aplicaron los criterios de la técnica paleográfica más moderna —semejantes a los empleados por Millares Carlo y Artiles en la trasuntación de las actas madrileñas—, por lo que la publicación también podía considerarse un hito para Cuba en dicha materia.
Una vez que se publicaran completamente las actas del siglo XVI, Roig deseaba reanudar el estudio histórico del desarrollo de la ciudad de La Habana y de Cuba que había acometido ya en el tomo I, de modo que en lo sucesivo pudiera abarcase el período comprendido entre 1566 y 1600, cuyas actas estaban contenidas en los tomos II y III, así como las de los períodos que fueran abarcando los siguientes tomos. También preveía que se editasen unos índices alfabéticos del contenido de los volúmenes ya publicados con los nombres de personas, lugares citados y materias..., además de que cada volumen tuviera su propio índice, cuya información habría de ser refundida en uno solo al final de cada siglo para mayor comodidad y más rápida consulta del texto de las Actas.
Sin embargo, el ingente proyecto editorial se detiene y, al explicar las causas, Roig se ve obligado a reconocer que «ausente de Cuba desde 1946 el doctor Jenaro Artiles, y no habiendo sido posible lograr los servicios de otra persona experta en Paleografía, ha sido suspendida temporalmente la publicación de las Actas Capitulares, esperándose pueda ser reanudada apenas se salve esa grave dificultad, de acuerdo con las gestiones que al efecto viene realizando el Historiador de la Ciudad de La Habana».
Hoy, esos tres tomos de Actas Capitulares son una rareza bibliográfica, ilustradora —indiscutiblemente— de la problemática intrínseca de esos documentos, cuya divulgación al más amplio público en su versión más fiel (las actas originales) requeriría continuar el complejísimo proceso de su trasuntación. (7)
Mientras tanto, habida cuenta de que el interés por el aprovechamiento de ese fondo documental ha ido creciendo con el decursar de los años, se impone reflexionar sobre su estado actual y la manera de alargar su vida útil a tenor con los más recientes criterios de conservación preventiva.
Ya no se trata —como en época de Roig— de una misión de rescate para salvarlos de la destrucción inminente, sino de prevenir con visión integral las causas naturales y humanas de su progresivo e inevitable deterioro, a la par que se traslada su caudal informativo hacia soportes más duraderos y manipulables: microfilmes, digitales...
Logrando ambas cosas, las generaciones futuras no sólo heredarán el espíritu, la esencia y autenticidad «no físicos» que entrañan tales documentos por su valor para la historiografía cubana e, incluso, americana. Pasados los siglos, tales legajos —en apariencia caducos y frágiles— demostrán también con su existencia palpable, a manera de símbolo, que la gesta rehabilitadora de la Habana Vieja comenzó por la restauración de papel... por el rescate de la memoria escrita.


(1) Eusebio Leal Spengler: Intervención en conversatorio «La Habana que va conmigo», nov. de 1999, aún inédita.
(2) De ellos, 224 libros contienen actas originales, siendo la más antigua que se conserva el final de un acta anterior al 30 de julio de 1550. Así, el Cabildo del 31 de julio de ese mismo año es el primero del que existe acta completa en toda la colección de la etapa colonial, la cual termina con el acta del 31 de diciembre de 1898. Los 62 libros restantes contienen los equivalentes trasuntados —hasta el año 1809— de esos originales. A ese fondo colonial se suman las actas correspondientes a la etapa republicana (hasta 1955) y las ya posteriores al triunfo de la Revolución (desde 1959 hasta nuestros días).
(3) Hay constancia de esa destrucción por el acta del Cabildo del 12 de febrero de 1557, en el que se tomaron acuerdos sobre los precios que debían regir para la venta de comestibles, «vino, jabón, candelas e otras cosas», debido a que «muchas personas lo venden sin postura de diputado e sin peso ni medida, e porque demás de las Ordenanzas que sobre ello esta hecho en este libro, otras donde se declaraba lo susodicho que estaban en los libros viejos del cabildo se quemaron o destruyeron por los franceses».
(4) «Lástima causa que el tiempo y la polilla los estén destruyendo, sin que se aplique algún remedio. La sana razón aconseja que se comience por traducirlos (...)», alertaba en el Cabildo de 14 de enero de 1859 el regidor D. José Silverio Jorrín al rendir informe sobre el inventario general realizado a dichos documentos. Gracias a ese cotejo sabemos del «gran incendio» que hizo desaparecer todas las actas (originales y trasuntadas) desde 1578 a 1583. Otras pérdidas menores —ya sea de originales o trasuntadas— no han sido esclarecidas.
(5) Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, tomo III, Colección de documentos para la Historia de Cuba. La Habana, 1946, p.XII.
(6) Emilio Roig de Leuchsenring : Veinte años de actividades del Historiador de la Ciudad de La Habana, Vol. 1. La Habana, 1958, p. 34. (En lo adelante, todas las citas de Roig están tomadas de esta misma fuente.)
(7) Aunque ha habido intentos por proseguir la trasuntación, como los realizados en los años 60 del siglo XX por el historiador Pedro Herrera, los mismos no fructificaron.

Comentarios   

Gerardo Licea
#3 Gerardo Licea 05-08-2020 05:06
Creo que uno de los mayores aportes que podría hacer hoy día la OHC sería retomar la publicación de estos documentos. Seguro estuvo entre los proyectos de Eusebio Leal que la vida no le alcanzó a ver cumplido. Sería un magnífico homenaje a su memoria y un aporte enorme a la historiografía colonial cubana. Con la tecnología actual no sería necesaria imprimirlas, se podría hacer una edición digital
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anolan
-1 #2 anolan 21-09-2013 01:19
He estado buscando informacion sobre el Legado aborigen (indigena) cubano y encuentro muchos articulos que comentan sobre el tema, pero no logro encontrar el documento o al menos fecha y autor. Lo necesito para una investigacion de mi nina de la escuela. Le agradeceria cualquier informacion al respecto.
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anolan
0 #1 anolan 21-09-2013 01:17
Quisiera saber cuando y quien fue el autor del Documento Legado aborigen cubano?
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