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La presencia de este agrónomo italiano se hace evidente en los aún vivos y fuertes árboles plantados por él, en sus textos y documentos todavía apreciados y consultados, en la veneración y respeto que le profesan sus homólogos cubanos.

Este agrónomo italiano contribuyó al desarrollo de la agricultura en Cuba, donde vivió desde 1917 hasta 1924.


Mario Calvino fue el cuarto director de la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas (1917 a 1924), en la actualidad Instituto Nacional de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical Alejandro de Humboldt (INIFAT). Le antecedieron los norteamericanos Franklin S. Earle, organizador de la instalación y primero a su cargo, y Josiah T. Crawley, quien ocupó la dirección en dos ocasiones: de 1906 a 1909, y de 1914 a 1917. El tercero fue Ramón García Osés (1909 a 1913), primer cubano en desempeñarla.

Después de ocho intensos y fructíferos años en Cuba, Mario Calvino regresa a Italia en 1925, dejando en la Isla grandes y profundos recuerdos, además de una gran admiración, latente todavía.            
El 31 de marzo de aquel año, desde la Estación Experimental y Escuela Agrícola Chaparra para el cultivo de la caña de azúcar, en el oriente cubano —donde trabajó desde finales de 1924 hasta su partida—, el agrónomo italiano escribe una carta de mucho significado a su colega Gonzalo Martínez Fortún, quien le sucedió en la dirección de la entonces Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas.
En tal misiva, Calvino expresa a su amigo que le «esperan en Italia para fundar en Sanremo una Estación Experimental de Floricultura y Aclimatación, que ya está decretada oficialmente. Allí Ud. me tendrá, como siempre, a sus órdenes para cuanto pueda hacer por Ud. y por Cuba».
Son palabras sinceras y nobles en las que se traslucen los sentimientos de un hombre que, en el lejano 1909, había dejado Italia para trasladarse a América Latina: a México (1909 a 1917), y luego a Cuba (1917 a 1925).
Nacido en Sanremo, Italia, el 26 de marzo de 1875, la vida de Mario Calvino se divide en cuatro muy distintos períodos, si se mira desde el punto de vista de los lugares y momentos históricos. Contrariamente, ninguna diferencia caracteriza los largos años de su actividad profesional, la que —por entero y  sin descanso— dedicó a la agricultura y a los problemas sociales y técnicos de los campesinos, cuya existencia, en un esfuerzo continuo y eficaz, quiso mejorar en todos los sentidos.
Afamado escritor que nació en  1923 en Santiago de las Vegas, su hijo Italo, en carta fechada el 25 de marzo de 1953, expresa a su homólogo italiano Guido Morselli: «Y yo, que fui criado por mi padre y mi madre en el culto exclusivo, absoluto a la agricultura, y más aún, en la utopía de una civilización agrícola, progresista y, al mismo tiempo, anticiudadana, hice desde el principio la elección contraria».
En Santiago de las Vegas, en el  Instituto Nacional de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical Alejandro de Humboldt (INIFAT), como se llama hoy la Estación Experimental Agronómica de los tiempos de Calvino, la memoria del que fuera su cuarto director —desde 1917 hasta 1924— se hace evidente en los aún vivos y fuertes árboles plantados por él, en sus textos y documentos todavía apreciados y consultados, en la veneración y respeto que desde entonces le profesa el personal que allí labora.* Estos sentimientos llegan a convertirse en cariño sincero cuando se les asocia la figura de su esposa, Eva Mameli, con quien compartió su existencia cubana —tanto en lo profesional como en lo familiar— de 1920 a 1925, junto al pequeño hijo Italo, nacido en dicha institución.
Mario y Eva se casan el 20 de octubre de 1920. La vivienda del matrimonio está situada en la misma Estación Agronómica de Santiago. La dedicación de la pareja Calvino a su misión es completa y sin descanso. Como él, también ella se integra rápidamente a la vida social y cultural de la villa santiaguera.
Hay un sinnúmero de anécdotas que comprueban esta relación tan humana y sincera, como aquella de que la señora Calvino compró una bandera cubana y la izó en el interior de la Estación, para cambiar la existente, ya vieja y en mal estado. Durante las celebraciones de los días del Árbol y de las Madres, la pareja es siempre vista en medio de la población y, a menudo, junto a los escolares de aquella localidad, que entonces contaba con unos 20 mil habitantes.

Mario Calvino y su esposa Eva Mameli, junto a una empleada, en su vivienda en Cuba.

Al arribar a la Isla, Eva tenía una amplia experiencia docente como profesora de Botánica en la Universidad de Pavia, donde trabajaba desde 1915. En diciembre de 1920 es nombrada jefa del departamento de Botánica de la Estación, una promoción de evidente transcendencia histórica, ya que tal cargo había sido asignado siempre a hombres. Entre otros temas, en Cuba ella se ocupa de la caña de azúcar y de algunas variedades de tabaco como la havanensis, cuyo cultivo se había perdido a consecuencia de las devastaciones provocadas por las contiendas bélicas de finales del siglo XIX a principios del XX.      

SU VIDA EN ITALIA

La niñez y juventud de Calvino transcurren bajo la mirada y el ejemplo de su padre Juan Bernardo, comprometido social y políticamente con los ideales de Mazzini en las luchas para mejorar las condiciones de vida poco favorables de los agricultores en aquellas zonas del norte de Italia. Empieza así su interés hacia las bellezas naturales, los trabajos en el campo y el amor al estudio, en sentido más general. Termina con notas de máxima puntuación en la Facultad Agraria de Pisa y es publicada su tesis de doctorado sobre la agricultura en el territorio de Sanremo.   
A los 26 años, Calvino gana fácilmente las oposiciones para convertirse en director de la Cátedra Ambulante de Agricultura en la provincia de Imperia. Comienza de este modo su larga, generosa y firme vida de trabajo, llena de actividades e iniciativas en variados aspectos de la agricultura. Pronto se convence de que, a las actividades de carácter científico, hay que añadir necesariamente aquellas concretas de enseñanza y divulgación dirigidas a los campesinos. Como prueba de tal certeza, junto a un amigo, en el mismo 1901 funda la revista La Agricultura en Liguria,  que dirige hasta 1908, cuando de imprevisto decide dejar su tierra natal para empezar una nueva experiencia en México.
Al presentar su revista a los amigos agricultores escribe: «La fe en la agricultura arde continua en nosotros y como fuego sagrado nos calienta e ilumina. Es de ella que nos sostenemos enérgicos sobre la brecha destructora de la obscura ignorancia y de los antiguos prejuicios, contra los cuales nosotros abrimos nuestra cruenta guerra».
Sobre el alto concepto que tenía del trabajo en el campo, en otro de sus primeros textos leemos: «El estudio serio y la práctica iluminada de la agricultura deberán conducir a los hombres por el camino recto de la hermandad, la igualdad, y la libertad…»            
Hacia finales de 1908 ocurre en la vida de Calvino un hecho inesperado: casualmente en Sanremo conoce al embajador mexicano en Washington, quien, de viaje por Italia, al percatarse del valor de aquel científico italiano y saber de las necesidades de México en mejorar el estado de su agricultura, le propone la dirección de la División de Horticultura de la Estación Agrícola Central en ese país.
Entonces, descubrimos otro fundamental aspecto del carácter de Calvino, que demuestra coraje, apertura a las novedades e, incluso, espíritu de aventura, aceptando ir a México, que en ese tiempo estaba en una fase de aparente tranquilidad.
En el número 168 de La Agricultura en Liguria (31 de diciembre de 1908), el propio Calvino informa a sus lectores: «un pueblo de fuertes me ha extendido los brazos fraternos y me ha invitado a trabajar para él en extensas tierras vírgenes y muy fertiles». Tales palabras no necesitan siquiera comentarios.

SU TRABAJO EN MÉXICO
El intenso trabajo llevado a cabo en México requiere aún de una profunda investigación. Pero, de lo que se sabe, existen elementos suficientes para confirmar la dedicación plena de este hombre en pro de la agricultura en ese país.      
A los dos años de estar allá, Calvino ingresa también como profesor en la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria. A partir de los primeros tiempos mexicanos, es decir desde 1909, él mismo  orienta sus actividades hacia la experimentación de nuevos cultivos y a divulgar los conocimientos ya conocidos o adquiridos. Fundamental resulta su labor para que se creen pronto «campos agrícolas experimentales» en varios territorios y estados de la República.
En su largo viaje por la agricultura mexicana, Calvino publica también una serie de circulares o boletines de la Estación Agrícola Central, así como volúmenes monográficos, algunos de los cuales mantienen cierta utilidad hoy día.
Para concluir con la opinión de quienes hoy investigan sobre la presencia de Mario Calvino en México, lo que asombra de su labor es la singular vocación en actuar y moverse para  difundir los conocimientos de una manera amplia y rápida, involucrando a los alumnos de la Escuela Nacional y a los propios campesinos, pasando de la teoría a la práctica con mucha naturalidad. Un hombre de gran entusiasmo y energía que, de haber estado México no tan  revuelto como lo fuera entre 1910 y 1920, quizás hubiera permanecido allá por un tiempo más largo.

El agrónomo italiano en una plantación de caña de azúcar.

EN LA HABANA
El agrónomo italiano llega a La Habana a solicitud de las más altas autoridades políticas cubanas. Su nombre se había extendido a toda América Central y la invitación provino de Eugenio Sánchez Agramonte, secretario de Agricultura, e indirectamente del propio Presidente, Mario García Menocal. Desde su arribo, se le nombra director de la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas y delegado de la Secretaría de Agricultura, con autoridad en todo el país. Entonces, la agricultura cubana estaba muy atrasada y en malas condiciones.
En Calvino se ponen muchas esperanzas, como puede leerse claramente en esta carta que García Menocal escribe al recién llegado: «Quiero ver si usted logra que este árbol, ahora en tan malas condiciones y poco apreciado por quienes de él esperan frutos, recobre  lozanía y produzca lo que el país tiene razón de esperar. Aquí le doy un machete para probarlo. Sépalo manejar bien. Tiene usted la oportunidad para hacer algo bueno en Cuba».
Calvino honra su alto empeño trabajando fuertemente desde el primer día en organizar la Estación y promover las actividades que dependen de ella. Al cabo del primer año, escribe al Presidente: «Tuve que cortar chupones, podar ramas gangrenosas e iniciar una lucha sistemática contra los muchos parásitos, que en el clima tropical a veces se multiplican de tal manera que acaban con las plantas más fuertes. Había quien no quería que el árbol prosperase, pues su sombra le molestaba o le perjudicaba. Bastaron pocas sacudidas para que el árbol quedara casi limpio. Las avispas que se anidaban en el tronco podrido del árbol me picaron repetidas veces. Pero hemos continuado sacudiendo y trabajando para defender el árbol y sus frutos».
Los informes de Calvino sobre las actividades desarrolladas y los resultados conseguidos quedan en el Archivo del INIFAT como pruebas de una gran labor, que llevó a cabo con el esfuerzo y la colaboración del personal de la Estación, además de los propios campesinos, quienes se incorporaron paulatinamente a las tareas experimentales. El informe del primer año (1917-1918) contiene 500 páginas, y 770, el del segundo (1918-1920).
De enorme interés para Cuba son los proyectos de introducción o reintroducción de aquellos productos agrícolas de gran empleo en la alimentación nacional y que se estaban importando masivamente; entre otros, el maíz, el arroz y los frijoles. Además, Calvino propone la introducción de nuevos productos para la alimentación humana y del ganado: el sorgo, la soya, la yerba elefante, nuevas cucurbitáceas..., así como nuevos sistemas de cultivo del tomate. Trabaja mucho en la selección de otras variedades de caña y de papa. Sugiere la creación de industrias procesadoras de productos agrícolas.
El científico italiano profundiza en los aspectos parasitarios de los cultivos y una de sus primeras investigaciones se relaciona con el descubrimiento en Guantánamo de la presencia de la «mosca prieta» en 1917. El Departamento de Entomología Agraria es, por lo tanto, una de las principales estructuras de la Estación.
Tampoco aquí Calvino descuida el binomio experimentación-divulgación. Su actividad didáctica es amplia y a diferentes niveles. A lo largo del país, se crean cátedras ambulantes de Agricultura, así como granjas-escuelas dirigidas a los campesinos. Para un público más amplio, imparte conferencias y escribe artículos en los periódicos; por ejemplo, en la página dominical dedicada a la agricultura en el Heraldo de Cuba, a partir de 1922; en la Revista de Agricultura, Comercio y Trabajo, y en Chaparra Agrícola. Al mundo de los profesionales se dirigen los boletines y las circulares de la Estación Experimental Agronómica. En 1920 aparece tambien el importante Tratado sobre la multiplicación de las plantas, que Calvino publica en Santiago de las Vegas.
Según los testimonios de aquellos que conocieron a Calvino durante su permanencia al frente de la Estación Experimental Agrícola, primero él solo, y después, con la esposa e hijo, el recuerdo que aún hoy el INIFAT guarda de su director venido de Italia se puede resumir así: era un hombre incansable, trabajador, que trasmitía su dinamismo y su entusiasmo a todos los que laboraban con él. Sabía hacerse obedecer por sus subordinados. Aunque de carácter enérgico, jamás profería una frase grosera ni ofendía a nadie. Se interesaba por el trabajo de todos, desde el más eminente investigador hasta el más humilde de sus trabajadores.
Luego de dejar a Santiago de las Vegas en manos de su amigo Gonzalo Martínez Fortún, a finales de 1924 Calvino empieza con todo su entusiasmo otra relevante tarea en Cuba: dirigir la Estación Experimental y Escuela Agrícola Chaparra, dedicada al estudio de la caña de azúcar. Mas, tan pronto comienza a trabajar con la pasión y el ímpetu de siempre, desde Italia le llega inesperadamente el nombramiento de director de la Estación Experimental de Floricultura y Aclimatación de Sanremo, su ciudad natal.
Calvino no duda en aceptar  una oportunidad tan irrepetible y decide regresar a su patria, llevándose en el corazón tan magníficos recuerdos de sus años caribeños.

REGRESO A ITALIA

En Sanremo, Mario Calvino dirigirá la Estación Experimental de Floricultura hasta 1950. En esa larga etapa final de su vida profesional, él aprovecha plenamente su vasta experiencia en México y Cuba para introducir especies y variedades de vegetales de los trópicos. Su nombre perdurará, además, por su actividad antifascista durante la lucha de liberación: sufre 40 días de prisión y acoge en su casa a muchos partisanos. Sus nobles ideales en pro de los derechos de los más desheredados, entre los cuales —como siempre— han estado los campesinos, guiaron sus acciones hasta los últimos días.
Mario Calvino muere en su tierra natal, el 25 de octubre de 1951. Con su existencia ejemplar, supo unir a Italia con dos países geográficamente tan lejanos, como México y Cuba. A ese enlace inolvidable de amor y dedicación se dedica gran parte de la biografía suya que escribiera Eva, su inseparable esposa, compañera inmejorable, dada la afinidad de ideales y luchas que existió entre los dos.
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*El 29 de noviembre de 2001, en el INIFAT fue celebrada una jornada de homenaje a Mario Calvino. El autor agradece a todos los participantes y, en particular, a Rafael Martínez Viera, Concepción Díaz Marrero, Mercedes Valero González, Leida Fernández Prieto y Roberto Díaz Martín, por Cuba; a Jorge G. Ocampo Ledesma y María Isabel Palacios Rangel, por México, y a Paola Forneris, por Italia,  quienes han dedicado sus investigaciones a la figura y obra del agrónomo italiano y de su esposa, Eva Mameli.

A la izquierda la pareja con el pequeño Italo en brazos del padre, foto tomada en la Estación Experimental y Escuela Agrícola de Chaparra; arriba: Calvino (señalado con el 3) y un grupo de visitantes; entre ellos, el presidente Mario García Menocal (1) y el ministro de Agricultura Eugenio Sánchez Agramonte (2); debajo: Mario con su esposa y demás colaboradores en Chaparra.

 

Doménico Capolongo