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Con alrededor de 80 360 títulos, entre ellos 8 000 de la colección de «Raros y Valiosos», la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana reabrió sus puertas el 17 de noviembre de 2011, tras un proceso de restauración que incluyó la develación de dos murales realizados por el artista Domingo Ravenet en 1945.

A la restauración se suman aires de modernidad con la creación de una sala de servicios digitales, provista de herramientas para la interacción bibliográfica, lo cual facilita el acceso de los estudiantes a nuevos espacios de información.

Las bibliotecas constituyen para aquellos que las visitan fuente nutricia de conocimientos. Muchas veces, bajo su guarda se encuentran no solo libros y documentos, sino también exponentes arquitectónicos, artísticos y culturales en general, que aportan información añadida sobre el lugar, o incluso sobre la historia nacional y/o universal.
Tal es el caso de la Biblioteca Central Rubén Martínez Villena de la Universidad de La Habana, cuyo edificio actual fue el primero que se construyó en Cuba con el propósito exclusivo del almacenaje, búsqueda y lectura de libros.
El proyecto arquitectónico estuvo a cargo de Joaquín Weiss Sánchez y la ejecución de obras comenzó en 1936.
Un año después, durante el rectorado de José Manuel Cadenas, se inaugura oficialmente el recinto, para albergar la biblioteca que desde el traslado del centro docente para la Colina de Aróstegui, en 1902, permanecía en un espacio de la nave central de la Universidad.
Consciente de la necesaria revitalización de este espacio, la Oficina del Historiador de la Ciudad (Empresa constructora Puerto Carenas), de conjunto con la Universidad de La Habana (Dirección de inversiones y Dirección de obras y mantenimiento), acometió un proceso de restauración que comenzó en junio de 2011, e incluye las áreas externas e internas del recinto, donde son visibles los elementos del Art Decó, estilo arquitectónico predominante en la década del 30 del siglo XX.
Uno de los momentos más esperados fue la develación de Prometeo encadenado y Prometeo raptando el fuego, dos murales al fresco que desde hacía más de 40 años permanecían ocultos por un falso techo colocado para mejorar las condiciones lumínicas y sonoras del espacio.
Realizados hacia 1945 por Domingo Ravenet en las zonas lunetos de la sala de lectura, las obras muralísticas cumbres de este pintor le fueron encargadas por el Consejo Económico de la Universidad de La Habana como parte de un proceso de remozamiento.  
Dado el sorprendente estado de conservación en que fueron encontradas, los especialistas determinaron no intervenir las piezas, conservándolas tal cual.
Sin embargo, fue necesario reparar el techo, que sí había sufrido algunos daños a causa de los pesados anclajes que sostenían las láminas de siphorex.
Asimismo, los apliques recuperaron su aspecto original, y fueron entregadas al restaurador Vladimir Fidel Lorente Pérez las dos estatuillas de medio metro, hechas en bronce fundido, que aún se conservan en los nichos de la sala de lectura.
A la restauración se suman aires de modernidad con la creación de una sala de servicios digitales, provista de herramientas para la interacción bibliográfica, lo cual facilita el acceso de los estudiantes a nuevos espacios de información.
Revitalizada así, en su «función de centro cultural dentro del campus universitario», al decir de María del Carmen Villardefrancos, directora de la institución, la Biblioteca Central hace realidad el pensamiento del poeta romano Ovidio, de Tristium, inscrito en latín sobre una tarja de mármol localizada en el vestíbulo, y que afirma: «Tú das los consuelos; tú das el descanso a la preocupación; tú eres la medicina del mal».

Celia María González
Opus Habana

Con alrededor de 80 360 títulos, entre ellos 8 000 de la colección de «Raros y Valiosos», la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana reabrió sus puertas el 17 de noviembre de 2011, tras un proceso de restauración que incluyó la develación de dos murales realizados por el artista Domingo Ravenet en 1945, inspirados en el mito de Prometeo. Situadas en los lunetos de la sala de lectura, esas obras se mantuvieron tapiadas por un falso techo durante cuatro décadas.