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 El combate de San Vicente significó la pérdida para la flota española de cuatro de sus navíos que fueron capturados por los ingleses: Salvador del Mundo, San Isidro, San Nicolás y San José; mil 300 bajas entre muertos y heridos. En cambio los británicos sólo perdieron 400 hombres y sufrieron averías en el Captain, Culloden, Excellent y Blenhein, justo los que habían ofrecido batalla al Santísima Trinidad.

...los océanos son campos de batalla. I parte


 

 
 El Santísima Trinidad es socorrido en la batalla de San Vicente.
El apoyo en armamento, dinero y voluntarios del gobierno del rey Carlos III a las Trece colonias americanas bajo el mando del general George Washington, sembró la rivalidad con el soberano británico Jorge III. El monarca francés Luís XVI decidió aliarse a España y constituir una flota conjunta capaz de avasallar a la inglesa. El clima se tornó tenso en los mares pues las naciones en conflicto fortalecían sus posiciones estratégicas con flotas dotadas de un intimidante poder de fuego.
 En el marco de la declaración de guerra a Inglaterra, el 14 de julio de 1779, zarpa de Cádiz el Santísima Trinidad como navío insignia de una escuadra compuesta por 42 bajeles dirigidos por el teniente general, Luís de Córdova, quien llevaba órdenes de unirse a la flota francesa del Conde d'Orvilliers. Su objetivo era lograr el dominio del Canal de la Mancha, y posteriormente transportar a 40 mil soldados en 400 bajeles que tomarían la costa inglesa bajo el mando del mariscal Conde de Vaux. Las fuerzas combinadas lograron el posicionamiento del Canal de la Mancha y capturaron el navío Ardent de 74 bocas de fuego del capitán inglés Philip Boteler, factor que propició el movimiento de la escuadra británica de Hardy hacia el puerto de Plymouth. El Santísima Trinidad  jugó un papel decisivo en la acción, al cerrarle el paso a los navíos ingleses, que ante la sorpresa del ataque intentaron huir. En la última jornada de agosto fue avistada la escuadra de Hardy, la cual rehusó, una vez más, su enfrentamiento con los aliados y aprovechó las cualidades marineras de sus navíos para poner mar por medio. Las adversidades climáticas y las enfermedades que comenzaron a azotar a las tripulaciones, dada la escasez de alimentos frescos, y la prolongada estadía en alta mar, fueron motivos suficientes para ordenar el regreso a Francia, pues la invasión a Gran Bretaña, en esas condiciones, era una derrota segura.
Nuevas órdenes, ante la frustración de la invasión a suelo británico, fechadas el 27 de septiembre y dirigidas a Córdova, le encomendaron retirarse de Brest, donde habían persistido las enfermedades, entre ellas el escorbuto a causa de la ausencia de frutas en la alimentación de la tripulación; y marchar a Cádiz para reforzar el sitio de Gibraltar. Las inclemencias del tiempo en el mes de diciembre ocasionaron grandes estragos a los navíos, entre otros, al  Santísima Trinidad, que estuvo a punto de zozobrar en las cercanías de las costas africanas, durante el asedio a Gibraltar, cuando la inestabilidad de las aguas lo acercaron peligrosamente a las baterías inglesas de tierra.
El 9 de agosto de 1780, como insignia de Córdova, tuvo una participación protagónica en la captura de cuatro fragatas y 51 navíos ingleses. La inteligencia francesa había ofrecido abundante información sobre el movimiento de las flotas británicas. En efecto, una escolta de diez navíos de línea y seis fragatas bajo el mando del almirante Wade, tenían como encomienda la protección de 70 bajeles conocidos como East Indiamen, destinados a la India. Sorprendidos avistaron al sur-suroeste, en principio, cuatro navíos que pronto se transformarían en medio de la niebla en toda una escuadra. La flota británica ofreció poca resistencia ante la ágil estrategia de la escuadra franco-española. Para Gran Bretaña la acción naval representó un importante golpe para su economía.
Durante la Guerra de Sucesión española, en 1708, la isla de Menorca fue capturada por los ingleses y una vez firmado el Tratado de Utrecht, pasó a ser un emplazamiento de connotaciones militares e importancia comercial. En 1756 fue tomada por los franceses y nuevamente recobrada por los británicos con el Tratado de París (1763). La alianza franco española logró la posesión de dicha isla el 5 de febrero de 1782, tras una encarnizada lucha a golpe de cañón  entre los 25 navíos franceses y los 30 españoles encabezados por el Santísima Trinidad  contra las baterías del castillo de San Felipe. En el verano del propio año apresaron con apoyo francés, otra flota inglesa, compuesta por 19 bajeles, en el Canal de la Mancha.
El Santísima Trinidad, al frente de la escuadra aliada de 37 navíos y 12 fragatas, abandonó la rada en abril de 1782, pues Córdoba fue ordenado a patrullar las costas de los mares del norte de España ante una posible arremetida inglesa al Ferrol. Tras jornadas de total calma que se extendieron hasta la bahía francesa de Brest, esta se vio perturbada ante el avistamiento de siete navíos de línea comandados por el almirante inglés Cord y una veintena de carga que quedaron mal posicionados entre los peñones rocosos de la costa y los bajeles franco españoles. Los aliados elevaron portas y el resto corrió a cargo de las incesantes bocanadas de fuego. La superioridad de la fuerza combinada se impuso con facilidad, con el resultado de la captura del convoy británico, conducido en calidad de botín de guerra a suelo español           
El 20 de octubre, nuevamente ondea en su mástil la insignia de Córdova, presto a protagonizar los episodios de la batalla de Espartel contra el almirante Howe, quien fuera juzgado ante la corte de su nación por el resultado adverso del encuentro naval para Gran Bretaña. El almirante inglés había conducido 32 navíos hacia Gibraltar, con el propósito de abastecer a sus habitantes, sitiados por los navíos francos españoles, los que no dudaron en responder a fuego limpio la osadía del enviado de la cámara de los Lores. Los navíos comandados por el teniente general francés La Motte fueron los primeros en abrir fuego, en especial el Invencible, un tres puentes de 110 cañones, insignia de Picquet. El Santísima Trinidad junto al Majesueux  se empeñaron en cortar la retaguardia inglesa. Por su parte, la oficialidad a bordo del Victory, insignia de Howe, rehusó en todo momento el intercambio con el Escorial de los Mares. Los bajeles británicos, más veloces, una vez alcanzado su objetivo de proveer con suministros su enclave en Gibraltar, rehuyeron  al enfrentamiento.             
 La paz interpotencias fue firmada el 23 de abril de 1783, tras la cual el Santísima Trinidad se mantuvo al resguardo del puerto de Cádiz. No es hasta el 4 de agosto de 1796 que abandona este largo estadio con la misión de escoltar a la fuerza francesa del contralmirante Richery que marchaba a hostigar las posiciones inglesas de Terranova en el marco de la renovación de la alianza de los viejos pactos de familia entre España y Francia con la firma del tratado de San Ildefonso.
El 5 de octubre de 1796 tiene lugar la declaración de guerra de España a Inglaterra. El Santísima Trinidad, nuevamente en disposición combativa, partió desde Cartagena rumbo a Brest con el fin de unirse a la flota francesa. El primero de febrero de 1797 la fuerza de los vientos obligó a cambiar el rumbo a San Vicente. El día de San Valentín, los 27 bajeles ibéricos fueron sorprendidos por las fuerzas del almirante John Jervis, el cual había seguido de cerca todos los movimientos de la flota del teniente general José de Córdova. Entre la niebla y la escasa visibilidad, Córdova intentó en vano formar a la escuadra, dispersa por el embate de los vientos, mientras Jervis disponía sus 15 navíos en una sola columna, con el objetivo de embestir la brecha en la formación española, antes que se agruparan, a la vez que hacia uso de la totalidad de sus piezas de artillería situadas a babor y estribor.
 Córdova ordenó con desesperación formar en línea sin el orden debido al ver cómo el bauprés inglés se le venia encima. En un primer momento quedaron expuestos el Príncipe de Asturias, Conde de Regla ambos de 112 cañones y el Oriente de 74 piezas de artillería, que sufrieron la despiadada descarga de las baterías británicas. Jervis tuvo la posibilidad de aniquilar los ocho navíos separados del segundo y mayor grupo, pero decidió ofrecer combate a este último más numeroso y situado a barlovento, pues podía quedar atrapado entre dos fuegos. No solo Jervis pensaba así, ya que era la única posibilidad de Córdova de revertir la desfavorable situación que le aguardaba. Para esfumar la esperanza del oficial español, Horacio Nelson abandonó la formación con su navío HMS Captain de 74 cañones secundado por el Diadem y Excellent de 64 y 74 bocas de fuego respectivamente con dirección a la cabeza de la fuerza española formada por el Santísima Trinidad, con 130 piezas de artillería; San José; Salvador del Mundo; Mejicano (todos de 112); San Nicolás, de 80; San Isidro, de 74. Solo el Santísima Trinidad hubo de soportar las bocanadas del Captain, Cullodem, Blenhein; y cuando los británicos habían apresado cuatro bajeles, decidieron que el quinto fuese el Escorial de los Mares, sumándose al asedio el Orion e Irresistible. Los ingleses habían aprendido la lección, la única manera de someter al Santísima Trinidad era mediante un asedio conjunto de un poder de fuego que superaba cuatro veces al de sus baterías, 556 piezas de artillería contra un solo navío, que hubo de resistir durante cinco horas hasta ser socorrido por el Pelayo, Príncipe de Asturias, Conde de Regla, San Francisco de Paula y San Fermín, suficiente poder de fuego para hacer desistir de sus intenciones a los británicos.
El combate de San Vicente significó la pérdida para la flota española de cuatro de sus navíos que fueron capturados por los ingleses: Salvador del Mundo, San Isidro, San Nicolás y San José; mil 300 bajas entre muertos y heridos. En cambio los británicos sólo perdieron 400 hombres y sufrieron averías en el Captain, Culloden, Excellent y Blenhein, justo los que habían ofrecido batalla al Santísima Trinidad.
A la luz del crepúsculo Córdova pasó su insignia a la fragata Diana y encomendó a Cádiz al Escorial de los Mares, que se encontraba desarbolado, haciendo agua a 37 pulgadas por hora. Los estragos materiales fueron tan considerables como el monto en pérdida de vidas, elevadas a 69, que añadidas a los heridos ascendían a 476. La agonía estaba lejos de finalizar para el precario bajel, cuando en el camino fue avistado por dos navíos, cuatro fragatas y un bergantín ingleses. Solo la ingeniosa maniobra de Orozco al izar sobre la bandera española la británica, dando a entender un supuesto control por estos últimos, unido a la mala visibilidad por las inclemencias del tiempo, lograron postergar la vida del Santísima Trinidad a 36 años. El 28 de febrero, en las cercanías al puerto destino, hubo de responder con algunas piezas de 36 y 24 libras a la artillería de la fragata inglesa Terpsícore, capitaneada por Richard Bowen la cual fue rechazada, pero inevitablemente sufrió nuevos daños en su obra muerta, además de la pérdida de una vida.

 Fernando Padilla
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