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El Gabinete y Museo de Arqueología presentan una muestra transitoria sobre el estudio de un conjunto de mayólicas alcoreñas encontradas en contextos arqueológicos del siglo XVIII, en La Habana Vieja.

 

Desde 1786 tenemos referencias documentales de la llegada a nuestro país de las lozas de Alcora, asentadas en los libros de entradas de buques al puerto de La Habana.

El Gabinete y Museo de Arqueología presentan una muestra transitoria que aborda el estudio de un conjunto de mayólicas alcoreñas encontradas en contextos arqueológicos del siglo XVIII, en La Habana Vieja.
La exposición, propone un acercamiento a esta vajilla «popular» de uso cotidiano, que exportó la metrópoli hacia nuestro continente. La variedad de formas rescatadas hasta el momento abarca platos, platillos, tazas y tazones, así como una tapa.  
Son piezas levantadas mediante el torno alfarero y se caracterizan por ser muy ligeras, hechas de una pasta de textura compacta y fina, con gamas de colores que van desde un rosa pálido a tonos amarillentos.
Su superficie siempre está cubierta por una capa de esmalte estannífero de tono blanco opaco (en ocasiones verdoso y en otras azuloso) con  craqueladuras. La decoración —pintada a mano sobre el vidriado usando óxidos metálicos diluidos en agua— se caracteriza por su gran sencillez y minuciosidad en el trazado.

En Alcora —provincia de Castellón, Comunidad Valenciana, España—, el noveno conde de Aranda fundó la Real Fábrica de Alcora en 1727, bajo el reinado de la casa Borbón, lo cual trajo consigo la imposición de los estilos franceses en diferentes manifestaciones del arte.
En la producción alcoreña se distinguen cuatro momentos, nuestro interés lo ocupa el conocido como segunda época, que abarca de 1749 a 1798. En este período surgen nuevos centros alfareros de seria competencia para la Real Fábrica en Alcora, Onda, Val de Cristo y Ribesalbes, obligándose a firmar a partir de 1784, con una «A» en oro o en ocre sus producciones.
Desde 1786 tenemos referencias documentales de la llegada a nuestro país de las lozas de Alcora, asentadas en los libros de entradas de buques al puerto de La Habana.

Antonio Quevedo Herrero e Ivalú Rodríguez Gil,
director del Museo de Arqueología y museóloga de esta institución, respectivamente.