En víspera del concierto, que habrá de celebrarse el próximo sábado 8 de febrero a las 7 pm en la Basílica Menor de San Francisco de Asís, Opus Habana entrevistó a Gabriel Garrido, director de Elyma y uno de los más importantes cultores de la música antigua.
Fiesta Criolla es un símbolo de lo que fue el barroco en América, de esa simbiosis entre la iglesia y plaza, entre el espacio sacro y el popular.

 Compartiendo el mismo fervor en la búsqueda de las raíces del barroco iberoamericano, el Conjunto de Música Antigua Ars Longa y el Ensemble Elyma se unirán una vez más para interpretar el concierto Fiesta Criolla, grabado en 2002 por ambas agrupaciones y que se estrenará en Cuba durante la clausura del Primer Festival Internacional Esteban Salas. A ellos se sumará el Ensemble Vocal Luna, que cantará con las llamadas "voces blancas", tan características de la música barroca.


¿Cuál es la singularidad del programa de Fiesta Criolla y qué significado tiene para Usted como músico?
Ese programa es un símbolo de lo que fue el barroco en América, de esa simbiosis entre la iglesia y plaza, entre el espacio sacro y el popular. Junto al musicólogo Bernardo Íllari, tratamos de recrear una gran fiesta en honor de la Virgen de Guadalupe, la virgen morena, como debió habe sucedido en La Plata —hoy Sucre, en Bolivia— en 1718.
Fue elegida esa fecha porque la mayoría de las obras escogidas pertenecen a Roque Jacinto de Chavarría, mestizo que vivió en esa ciudad y compuso ese año para su Catedral no menos de ocho impresionantes villancicos, escritos en castellano y en latín.
A principios del siglo XVIII, la fiesta de Guadalupe —tradicionalmente celebrada el día de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre— duraba diez días, e incluía una larga serie de acciones de distinta naturaleza: celebraciones litúrgicas y populares, representación de comedias y hasta corridas de toros en su honor.

Al oír el CD Fiesta Criolla, grabado el pasado año en Francia por la discográfica K.617 y que acaba de obtener Diapasón de Oro por la crítica francesa, es notorio el empleo de voces blancas, interpretadas para ese fonograma por el Coro Vivaldi, de Cataluña, España. ¿Obedece ello a una concepción purista de la interpretación del repertorio barroco?
Es muy importante tener ese color de voces, sobre todo en el programa sacro. Eran los niños cantores de la iglesia —los llamados "seises" porque eran seis niños por cada voz— los que tenían a su cargo la interpretación de todas las fiestas litúrgicas dentro de la iglesia, y para eso eran entrenados por el maestro de capilla.
En el barroco hispanoamericano es muy importante la variedad tímbrica, o sea, son necesarias voces de distintos colores, de modo que se logre una significación emocional grande.
En este programa, donde lo sagrado se mezcla con lo popular, el color de los "seises" es el color de lo sacro, suena a iglesia.
 Sin embargo, en uno de los villancicos de Fiesta Criolla, el texto se refiere a los niños del coro cantando la siguiente copla: "Los seises alegres de esta Santa Iglesia celebran, Señora, a voces tu fiesta...".
Indudablemente, tal villancico debió interpretarse ya fuera del culto, cuando los fieles salían a la plaza y comenzaba la fiesta: un día podía ser un baile, una corrida de toros...; otro, la representación de una comedia... Hemos representado esos elementos festivos mediante villancicos que los aluden, como es el caso de Oigan las fiestas de toros y el ya citado de los "seises", cuyo título es A la flor del alba y podría haber correspondido a una comedia.

¿Incluían el baile las fiestas en honor a la virgen de Guadalupe?
En la iglesia no se podía, pero en la plaza y hasta en la misma puerta del templo se reunía el pueblo para bailar. Es como si el movimiento del cuerpo también participara de la adoración a lo divino. Hemos recopilado dos ejemplos de la música que acompañaba a aquellos bailes y que, cuando son piezas cantadas, tienen alusiones a la Virgen o a los santos.

Además de dedicarse a la enseñanza y dirección de grandes obras de concierto, desde 1981 usted dirige el Ensemble Elyma, compuesto por individualidades capaces de hacer paralelamente sus carreras como solistas.¿Cómo ha logrado mantener con vida semejante agrupación por más de veinte años?
El Ensemble Elyma siempre trata de hacer música antigua de forma original, para lo cual hay que tener una gran parte de creación y de improvisación. Esta última es una característica de la música barroca, pues se improvisa casi tanto como en el jazz. Al mismo tiempo hay unas ganas y una curiosidad por descubrir nuevos repertorios, curiosidad que yo comparto con mi Ensemble, así como la necesidad de defender las obras del barroco latinoamericano.
Elyma está constituido por músicos de diversas procedencias, sobre todo de Latinoamérica, Italia, España y Francia. Por tanto, sus miembros pertenecen a lo que fue el gran motor del barroco, es decir, a la latinidad.
Yo pienso que Elyma se ha mantenido porque tiene una emoción y un fervor que transmite y que comparte con los demás.
Por último, ¿se considera un purista en la interpretación de la música antigua?
Creo que yo era realmente un purista hasta que hice un viaje sabático que cambió mi manera de ver la música, allá por los años 1991 y 1992. Entonces visité las misiones jesuíticas de Chiquitos, en Bolivia y el Altiplano, y me volví menos puro.
A partir de ese momento, ya no me considero un purista, aunque sí me gusta la autenticidad de las cosas. Trato de ser auténtico en lo que hago y transmitirlo a los demás. No niego tampoco que me gusta soñar un poco, eso sí, y recrear todo lo que el pasado musical nos inspira.
Al respecto, como amante que también soy del tango, quisiera repetir una frase de Astor Piazzola que me gusta mucho: "Hay que tocar con mugre". Contrario al concepto clean romántico, eso quiere decir que hay que tocar con ganas, con carne, con comunicación... y si hay una nota que no sale, bueno, eso es lo menos importante.

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