Enfermedades de José Martí, del neurocirujano santiaguero Dr. Ricardo Hodelín Tablada, es un texto que permite acercarse a la existencia martiana desde su más profunda dimensión humana. A raíz de la presentación en la Casa Eusebio Leal Spengler de la segunda edición de tal material, La Jiribilla conversó con el autor, buscando conocer a un Apóstol menos de mármol… más humano.

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«¿Por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio?» Con estas letras enviadas a su madre en víspera de su partida hacia Cuba para reiniciar la lucha por la independencia, José Martí definía su carácter y espíritu, su temple.

La vida de Martí es bastante estudiada. Pocos conocen, sin embargo, que padeció de múltiples enfermedades. El sacrificio fue para él una condición más que constante, necesaria. 

Enfermedades de José Martí, del neurocirujano santiaguero Dr. Ricardo Hodelín Tablada, es un texto que permite acercarse a la existencia martiana desde su más profunda dimensión humana. A raíz de la presentación en la Casa Eusebio Leal Spengler de la segunda edición de tal material, La Jiribilla conversó con el autor, buscando conocer a un Apóstol menos de mármol… más humano.

 

Enfermedades de José Martí tiene su base en 20 años de investigación, con sustento en fuentes diversas. ¿Cómo aunar criterios históricos y científicos para la construcción de un tema que bebe de un estudio multidisciplinario?

El proceso de investigación duró casi diez años para la primera edición; el primer artículo lo escribí en el año 1997 y la edición prístina del libro se publica en el 2007. La segunda es del 2018, así que efectivamente son más de 20 años.

La metodología para la exploración histórica no es la misma que para la investigación biomédica; de manera que se trata de un libro en el cual lo multidisciplinario era ineludible para poder acercarse con fortaleza a la veracidad científica. Aunque el texto utiliza herramientas de ambas ciencias, el lenguaje con que está escrito resulta comprensible para el lector común. Las conclusiones a las que se arriban se plantean con toda claridad para que Martí llegue a todos con su dolor de cabeza, su corazón saltando más de lo que debe, sus úlceras en el tobillo…

Pero se muestra también a ese Martí erguido ante el dolor, que no se queja. Cuando sus amigos le preguntan en cartas por las dolencias las minimiza, apenas las menciona. Por ejemplo, en una carta le dice a José Dolores Poyo «todo lo hago, temblando o no, y anden como quieran el corazón y los intestinos».

«(…) que Martí llegue a todos con su dolor de cabeza, su corazón saltando más de lo que debe, sus úlceras en el tobillo (…) Pero (…) también (…) erguido ante el dolor (…)».

 

Algunas de las enfermedades de Martí son resultado de sus circunstancias de vida. Desde la experticia como médico, ¿en qué medida las condiciones convulsas por las que atravesó el Apóstol repercutieron en su estado de salud?

El hombre es un ser biopsicosocial, quiere decir, que las circunstancias en las que vive influyen en su salud y el Apóstol no constituye una excepción. El adolescente Martí que trabajó en las canteras quedó marcado para siempre en su psicología por los maltratos que allí conoció y en su propio cuerpo, por las úlceras que le ocasionaron las cadenas del presidio: él les llamaba llagas.

En el siglo XIX no existían los antibióticos y estas úlceras, que se curaban con yodo, no cicatrizaban completamente, mejoraban y luego volvían a darle muchos dolores, adenopatías (secas) y muchas fiebres. A lo anterior, se añade que el roce de la cadena en el testículo le ocasionó un tumor tipo sarcocele, que, hemos demostrado en nuestras investigaciones, fue operado tres veces en España y una vez en México. Precisamente, este año en el mes de noviembre se cumplirán 150 años de la tercera operación en Madrid.

Además, su desvelo por ver una Cuba libre lo llevó a un exceso de trabajo que lo afectó mucho. En los últimos cinco años de su vida realizó 145 viajes en los propios Estados Unidos y a otros países; muchas veces regresaba enfermo, fatigado, con fiebre y tenía que guardar cama.

En Nueva York, después de un largo discurso, perdió la voz y en esa misma ciudad, en sus visitas de noche, el frío le ocasiona broncolaringitis, diagnosticada por el Dr. Eligio Palma Fúster.

Igualmente, en una ocasión trataron de envenenarlo con un vaso de leche; los trastornos digestivos, atendidos por el Dr. Miguel Barbarrosa Márquez, lo tuvieron varios días en reposo.

 

Como bien ha declarado, no era frecuente para esos años un seguimiento escrito de la evolución de los pacientes. Por tanto, un acercamiento desde la distancia es muy complejo. ¿A cuáles desafíos se tuvo que enfrentar en este proceso? ¿Cómo preservar su ética como profesional de la salud ante la imposibilidad de un diagnóstico físico?

Tuve que enfrentar el reto de buscar en archivos de Cuba y del extranjero. Revisé las biografías más antiguas escritas por sus contemporáneos, aquellos que lo conocieron. También, hurgué en la literatura confidencial, es decir, la que no está destinada a la imprenta, y Martí escribió cuadernos de apuntes, notas, cartas.

Por ello, su epistolario constituye una fuente rica en vivencias personales. Asombra hallar en la intimidad de sus cartas múltiples síntomas que lo hicieron sufrir. Ahí encontré frases como «la hormiga del pulmón no me deja dormir», «soy todo flemas y retortijones», «el corazón salta más de lo que debe», «con furia sobre el hígado», «mi cuerpo con fiebre». Esas y otras muchas me fueron orientando sobre órganos y sistemas que tenía enfermos.

De esa forma, armé lo que pudiera llamarse su historia clínica y siempre contextualizando, según el estado de la Medicina en la época, para que el lector pudiera comprender.

Confieso que, estudiando sus cartas, en ocasiones tenía que detenerme porque, para decirlo con sus palabras, se me encogía «la fibra noble del alma». Dejaba reposar el documento, regresaba después, pues quería hacer un análisis verdaderamente científico.

Claro que trato de abordar el asunto con mucha ética, siempre busco en las fuentes primarias para llegar a lo novedoso, respetando lo que han escrito otros investigadores y cuando los critico lo hago con evidencias científicas.

Por otra parte, mis principios éticos no me permiten afirmar con toda seguridad la enfermedad que estoy planteando, pues no tengo en mis manos un estudio histológico, anatomopatológico. Se trata de una hipótesis que se apoya en elementos puntuales descubiertos en la investigación que complementé con evidencias científicas, abiertas a la discusión y la polémica, tan necesarias en todo proceso de construcción científico.

La propia evolución de la sarcoidosis, con períodos de remisiones (mejoría) y recidivas (enfermedad) son factores a favor de mis planteamientos. Para reforzar mi hipótesis en el capítulo seis describo cómo la enfermedad le afectó los pulmones, el hígado, los ojos, el corazón y otros órganos y sistemas, lo cual es propio de este padecimiento.

El libro no solo es un homenaje a Martí, sino que se refiere a los médicos que se relacionaron con el Apóstol…

Efectivamente, el libro también rinde merecido tributo a los médicos y estomatólogos que asistieron a Martí. En la investigación logré compilar 23 facultativos que lo atendieron y el país donde lo hicieron.

Aparecen fotografías de los galenos, muchas de ellas inéditas o poco conocidas, así como una pequeña semblanza. Vale destacar que Martí estableció intercambio con sus médicos que iban más allá de la relación médico-paciente: los convertía en sus amigos, les leía sus poemas, les dedicaba sus libros. Así, por ejemplo, al Dr. Miranda le autografió un ejemplar de su libro Versos Sencillos, especialmente dedicado «a un médico que cura siempre, al Dr. Ramón Luis Miranda Torres».

El Dr. Juan Cisneros Correa le atendió las úlceras y se convirtió en buen amigo de Martí. De él escribió el Apóstol: «Tiene el aire de un prócer: el rostro fino, la sonrisa afable, el cabello cuidado y canoso, el bastón de puño de oro, el traje negro. Era el médico querido que a todas las casas llevó, en sus años de trabajo, el consuelo de su ciencia y su caridad. Era Juan Cisneros».

A México, en julio de 1894, llega Martí enfermo, lo atiende el Dr. Regino González y, según cuenta Alfonso Mercado, hijo de Manuel Mercado, el galeno quedó asombrado por la personalidad de Martí y le preguntó quién era ese hombre extraordinario.

 

¿Cuáles son las motivaciones para presentar el libro en la Casa Eusebio Leal? ¿Qué relación guarda Enfermedades de Martí con el concepto de Homagno que él sugiriera?

Me emociona presentar el libro en la Casa Eusebio Leal, lugar donde radicó su oficina de trabajo en sus últimos años de vida. Eusebio era un martiano raigal, un hombre que tocó con sus manos cada piedra de esta ciudad y transformó la vida de La Habana y de Cuba. Su obra es imprescindible, igual a la de Martí. Además, me honra que conoció mi libro y me dio sus opiniones, testimonio que guardo como un tesoro. Esta Casa tiene la impronta de Eusebio, su laboreo constante es inolvidable y estar aquí deviene una motivación inmensa, un estímulo para seguir adelante.

El término Homagno es un neologismo creado por Martí. Se refiere a la alta magnitud de lo humano, al hombre nuevo. El libro nos muestra a un hombre profundamente humano.

Ello puede ayudar a que los jóvenes incorporen el sacrificio propio de Martí, quien a pesar de estar enfermo cumplía diariamente con su deber, se crecía ante el dolor y continuaba, porque como él mismo escribió «no hay enfermedad que me detenga».

 

La enseñanza de la historia tiende a mirar a los héroes de forma impoluta, casi como héroes de mármol. ¿Puede pretenderse que el acercamiento a sus padecimientos sea también una forma de aportar a la biografía del Apóstol? ¿Qué importancia tiene en la actualidad que los estudios históricos tengan una perspectiva transdisciplinar?

La historia hay que enseñarla de forma amena, sobre todo a las nuevas generaciones. Los cubanos tenemos una larga tradición de hombres y mujeres dignos de admirar.

Esta biografía de Martí intenta aproximarse al hombre enfermo, al héroe que unió a los cubanos en el exilio y organizó la Guerra Necesaria, una guerra sin odios. Un hombre enfermo, pero nunca derrotado, todo lo contrario. No podemos imaginar a Martí como un poeta extasiado ante el perfume de una flor; sí, es cierto que era un poeta de altos vuelos literarios, pero de un constante trabajar; un hombre que apenas descansaba, que también sufrió, tuvo dudas, aunque nunca se desanimó.

Su verbo era encendido, lograba convencer al auditorio, y subía las escaleras de su oficina en Nueva York casi saltando los escalones de dos en dos, porque el trabajo no podía esperar, y andaba por esa fría ciudad con el dinero del Partido en los bolsillos y sus zapatos rotos.

Martí sufrió la separación de su hijo, a quien no pudo celebrarle su primer cumpleaños. Solo estuvieron juntos 3 años y 10 meses, en cuatro temporadas diferentes, por eso dijo aquella frase que es una verdadera declaración de principios: «Hijo, espantado de todo, me refugio en ti». Su ética es digna de admirar. Ese resulta el Martí del libro.

En la actualidad muchos de los estudios históricos necesitan de otras áreas del conocimiento. En mi condición de médico analizo las enfermedades que padeció el Apóstol, aunque acabe por ser un libro escrito por un médico para un público general, no para especialistas de las Ciencias Biomédicas. Aclaro cada uno de los términos científicos que utilizo para que sean comprensibles por el lector común, intención bien concebida desde que comencé con las investigaciones.

 

Hay versos que se imponen… revisito al Martí humano, resiliente.

Dame el yugo, oh mi madre, de manera

Que puesto en él de pie, luzca en mi frente

Mejor la estrella que ilumina y mata

Escrito por Liannet Gómez Abraham
Tomado de La Jiribilla

 

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