Por su relevancia, la obra del intelectual cubano Fernando Ortiz ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación en acto oficial realizado el 16 de julio en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

Don Fernando Ortiz, el sabio, el humanista, el intelectual cubano; a él le debemos la memoria viva del legado africano en Cuba. Su obra, que no pierde fuerza ante la magnitud del tiempo, ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación, en acto oficial realizado este 16 de julio en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
El panel a cargo de ofrecer las palabras sobre la impronta de Ortiz estuvo integrado por la Presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Gladys Collazo Usallán, así como por la doctora Nuria Grégori, vicepresidenta de la Sociedad Económica Amigos del País y directora del Instituto de Literatura y Lingüística.

Presidieron también la mesa, el Doctor Eduardo Torres Cuevas, director de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí; el poeta, etnólogo y presidente de honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Miguel Barnet Lanza, y el Historiador de la Ciudad de La Habana, Doctor Eusebio Leal Spengler.
En un primer momento, Collazo Usallán leyó el documento oficial donde se recogen los basamentos de esta inscripción, que contempla tres de los principios aplicados por el prestigioso intelectual cubano: ciencia, conciencia y paciencia.

En su condición de hombre letras y ciencia, «realizó decisivos aportes a la cultura y la sociedad, mediante la creación de instituciones y revistas culturales, cuyo legado aún se mantiene vigente, además de la publicación de un centenar de obras con gran alcance científico y social», precisó la presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.
Como discípulo suyo, el poeta y etnólogo Miguel Barnet habló sobre la dimensión humanista de su maestro. Reconoció, asimismo, «que él fue el primero en desentrañar la compleja madeja de la idiosincrasia del cubano. Cuba fue su única gran obsesión y afirmó, tempranamente, que Cuba sin el negro no sería Cuba».

En su intervención recordó, además, la primera vez que Ortiz introdujo la noción de lo afrocubano, en los trabajos Las rebeliones de los afrocubanos y Los cabildos afrocubanos, ambos publicados en el siglo XX. «Ya en 1847 — explica Barnet — Antonio Veitía había empleado ese término con connotaciones racistas, mientras que Ortiz le dio un sentido puramente cultural a un concepto que aún es polémico».
En cuanto al punto de partida investigativo del también musicólogo y jurista, consideró como el inicio el libro Los Negros Esclavos, donde se observa «una visión positivista o materialista histórica».
«Su obra desde el principio despuntó hacia el horizonte de lo patrimonial; esa fue una constante entre sus inquietudes como intelectual identificado con la cultura popular. Se trata de una obra de fundación basada en las raíces innatas y escamoteadas de la nacionalidad», advirtió Barnet.
Ortiz siempre tuvo una visión integradora sobre los fenómenos que estudió. Su mirada abarcadora lo convierte en un novedoso forjador de las ciencias sociales contemporáneas. «Se negó siempre a expresarse en términos absolutos y se alejó de un positivismo radical para ser fiel seguidor del electivismo cubano», declaró el poeta.

Minutos después, Torres Cuevas se refirió a la importancia —para los intelectuales de su época— de conocer la obra de Ortiz, ya que «la profundidad de sus investigaciones, más allá de esquemas foráneos o nuestros, era ruptura y, a la misma vez, construcción».
Para los académicos e historiadores, el Tercer Descubridor de Cuba, como también es conocido, se convierte en un referente necesario, no para repetir ideas ni preceptos, sino para crear y comprender la realidad cubana, a partir de sus lecciones.
En el afán de preservar la memoria escrita del también notable jurista y antropólogo ha sido fundamental el empeño de los archiveros, técnicos, conservadores y de manera especial la labor de la hija de Fernando Ortiz, María Fernanda Ortiz.
Así lo hizo saber en la ceremonia, la doctora Nuria Grégori, quien rememoró el lugar donde fue velado el prestigioso historiador, en el Instituto de Literatura y Lingüística, hace ya 50 años, a petición suya. «Allí se quedó con nosotros», manifestó la pedagoga cubana.

 

Gracias a la colaboración de esta institución, en conjunto con la Fundación Fernando Ortiz y la Sociedad Económica Amigos del País, se publicó la obra inédita del maestro. En estos momentos se organiza en grupos y subgrupos temáticos para una mayor comprensión de los contenidos.
Como colofón del encuentro, el Doctor Eusebio Leal Spengler ofreció las palabras de clausura. En su intervención rememoró el discurso de Barnet Lanza, testimonio vivo de un escritor que tuvo bien de cerca al hombre que nos hizo crecer en pensamiento y acción, desde la cultura.

El Historiador recordó también a su predecesor de feliz memoria, Emilio Roig de Leuchsering, quien junto a Ortiz fue «co-fundador de tantas iniciativas en la Cuba de su tiempo».
«El culto es la memoria – comentó –, es encarnar un sentimiento y transmitirlo, en un país donde a veces existen, lamentablemente, lagunas de olvido, de las cuales se salvan aquellos que han tenido la fortuna de tener a alguien como Miguel Barnet».

Debido al valor de las palabras pronunciadas por el Presidente de Honor de la UNEAC, añadió el Doctor Leal Spengler, es preciso que queden en la memoria del acto, uno de los más importantes celebrados en esa Casa de Altos Estudios.

 Tomado de Habana Radio.

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