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 Una estudiosa rusa pasea por la capital habanera, visita el antiguo Palacio de los Capitanes —hoy Museo de la Ciudad— y, al observar un óleo del criollo Juan del Río, repara en el diseño de una máquina de vapor que, de inmediato, relaciona con sus estudios sobre la historia de la tecnología. Doctora en Ciencias por la prestigiosa Escuela Técnica Superior Bauman de Moscú, Olga V. Egórova descubre así el eslabón desconocido que une a Cuba con el padre de la ingeniería moderna en España y Rusia.
Agustín de Betancourt: secretos cubanos de un ingeniero hispano-ruso es un interesante libro que abre un nuevo capítulo en los estudios históricos sobre la industria azucarera en la Isla.
 
Una estudiosa rusa pasea por la capital habanera, visita el antiguo Palacio de los Capitanes —hoy Museo de la Ciudad— y, al observar un óleo del criollo Juan del Río, repara en el diseño de una máquina de vapor que, de inmediato, relaciona con sus estudios sobre la historia de la tecnología. Doctora en Ciencias por la prestigiosa Escuela Técnica Superior Bauman de Moscú, Olga V. Egórova descubre así el eslabón desconocido que une a Cuba con el padre de la ingeniería moderna en España y Rusia.
Agustín de Betancourt: secretos cubanos de un ingeniero hispano-ruso (Casa Editora Abril) es un interesante libro que abre un nuevo capítulo en los estudios históricos sobre la industria azucarera en la Isla, el referido a la introducción de las nuevas tecnologías de la Revolución industrial y cómo esto fue un imperativo para los sectores ilustrados cubanos, atrapados en la paradoja de emplear mano de obra esclava y profesar, contradictoriamente, valores humanistas. De ahí que Francisco Arango y Parreño e Ignacio Montalvo viajasen a Inglaterra, Francia y otros países europeos para gestionar la fabricación de una máquina de vapor que pudiera emplearse en sus ingenios azucareros.
Con ese motivo, esos patricios contratarían al inventor canario Agustín de Betancourt, quien había hecho carrera en París y terminó sirviendo al zar Alejandro I en San Petersburgo, donde murió en 1824. Entre las obras mundialmente reconocidas de este ingeniero sobresale el Picadero de Moscú, convertido en la famosa Sala Central de Exposiciones Manezh.
Betancourt diseñó la máquina de vapor que, por primera vez, se utilizó en un ingenio azucarero cubano, en 1796, y cuyo plano fue reproducido por el pintor Del Río en el retrato que hiciera del Conde de Casa Montalvo a petición de la Sociedad Económica Amigos del País. Sobre ese hallazgo historiográfico versa este libro, por cuya investigación Egórova  obtuvo su segundo doctorado: el de Ciencias Históricas, por la Universidad de La Habana.