Durante el más reciente «Sábado del Libro», realizado en el patio del Palacio del Segundo Cabo y en presencia de Fina García Marruz y Cintio Vitier, entre otras personalidades, se presentó el libro de Juana García Abás Circunloquio, ganador del Premio de Poesía Nicolás Guillén (2006).
¿Por qué necesitamos un libro de poemas así? Pues porque en nuestra poesía no reina el mundo de la imaginación creativa a partir de la llamada «alta cultura» o de los bordes realmente poéticos.

Juana García Abás (La Habana, 1950) ha hecho un aporte notable a la variedad y profundidad de la poesía cubana al principio del siglo XX. Se trata de su libro Circunloquio, Premio Nicolás Guillén de 2006, un conjunto lírico no atrincherado en la oscuridad a ultranza (sino en la expresión que ofrece cierta lectura del mundo de Hermes Trimegisto, a través de cábalas y esoterismos); un libro oscuro, pero no nebuloso ni procedente de las Tinieblas; un libro propio de la poesía intelectiva, no siempre vista y reconocida en nuestros fueros poéticos nacionales y mucho menos laureada; un libro que está completamente fuera de la moda lírica al uso (retórica epocal), de los poemas que se fabrican bajo las dotes de expresión graciosa de algunos poetas que saben escribir, o bajo el abroquelado y a veces pintoresco experimentalismo mediante el cual alguno quiere ser postmoderno, transmoderno o hipertextual. En fin, un libro que se halla en la mejor tradición de la poesía culta cubana, de hondas raigambres del saber, la gnosis, la inteligencia, devenida desde Casal y Martí pasada por Boti y Brull, hasta Lezama y Baquero.
 La poeta se sitúa en el curso de la poesía cubana con voz muy propia, no similar a nadie, a ninguna línea, a ninguna corriente del devenir actual de nuestra poesía. Su originalidad no es, por cierto, a ultranza, porque hay suficiente arte en sus versos como para advertir que esa expresión es el riesgo natural de su interés lírico. El ritmo de sus poemas es difícil, pues no es una poesía de entrega sensorial, emotiva, sino que alude a la imaginación tanto dionisíaca como apolínea y a la sedimentación poética de sus lecturas. Es obra de interés comunicativo del conocimiento humano, poesía sobre ese saber, ahondamiento lírico en mitos, referentes cabalísticos judíos, evocación subliminal de «lo cubano» no facilista, que se externiza muchas veces en este libro por medio de una esencial aprehensión de la Isla en el Mundo, sin aislamiento nativistas o búsquedas de temas de «impacto» (feminismo, homosexualismo, erotismo más o menos escandalosos u otros avatares conformadores de textos hoy á la mode), pues la suya es búsqueda y hallazgo de lo intemporal, y un juego con esa intemporalidad (eternidad, infinitud, tiempo/ espacio) nunca bien hallada –si pudiera hallarse– y solo antes visible en la poesía cubana, pero con otros presupuestos, en el Big Bang (1973), del gran camagüeyano Severo Sarduy.
Asombra este libro de García Abás por la secuencia de sugerencias, por los «dictámenes o «sentencias» de textos reducidísimos que juegan al haiku, sin serlo; por las evocaciones a referentes culturales en textos que se gozarían mejor de tener sus lectores tales referencias incorporados a sus conocimientos, pero que no dejan de ofrecer una particular manera de agalma, adorno del lenguaje por la ideación imaginativa, cuyo misterio nos convoca, más que a descifrar, a participar de la singularidad de su prisma.
La poesía cubana necesitaba un libro así. Es un conjunto poético que se destaca no por la facilidad discursiva, por rozar lo anecdótico (que García Abás apenas si alguna vez bosqueja) o por dibujar un tono conversacional aún vigente en la poesía insular, y que nuestra poeta parece trascender, usándolo a veces, pero en dosis muy matizadas por su tono central: el reflexivo, de buen entramado ideoestético.
¿Por qué necesitamos un libro de poemas así? Pues porque en nuestra poesía no reina el mundo de la imaginación creativa a partir de la llamada «alta cultura» o de los bordes realmente poéticos del enramado ontológico; es necesario que en la poesía cubana continúe creciendo ese aliento que nos insufló buena parte de la poesía lezamiana. Juana García Abás irrumpe sin concesiones en medio de una poesía que no quiere hacerse «simpática al lector», que no busca resortes expresivos «populares», ni siquiera cuando se introduce en campos de la tradición, como la décima u otras estrofas y formas rimadas o versolibristas tradicionales. Necesitamos también una poesía así, sustancial, que mira su propio referente estético (metapoético e intelectivo) para hablarnos en un lenguaje y mediante un ritmo al que precisamos penetrar para captarlos y disfrutarlos plenamente. Es un aporte diferente, una brisa de poesía sustantiva, capaz de expresar la parte sensible y culta de nuestra Nación, más allá de la poesía de bases sensorio-emotivas predominante en nuestro tiempo.
Génesis («Y fue el sonido»), diluvios («Cábala») y Apocalipsis singulares («Diabología existencial») desbordan en medio de apreciaciones cuánticas, filosóficas, físicas, cosmológicas, o asuntos propios de los misterios cabalísticos, procedentes de lenguajes casi cifrados que la poeta transforma desde lo esotérico básico a lo poético como fin del discurso. Hasta este libro de García Abás, realmente resultaba muy extraño encontrar en la poesía de Cuba universalismos de este tenor, propios de las culturas occidentales en su sucesiva evolución, desde las civilizaciones egipcio-mesopotámicas (a la memoria el Libro de los Muertos) a las greco-latinas, hasta nuestros días; es muy raro encontrar entre nosotros una poesía del saber, que ahora se nos envuelve en cubana, se hace universal sin dejar de ser esencialmente cubana.
Adviértase en el libro el matiz nocturnal, como venido de la matriz de la noche, femeninamente paridora, creadora de imágenes oníricas y de mundos imaginativos, que parecieran alimentarse de José Lezama Lima o de un profundo judaísmo, cuando en verdad se alimenta de lo nocturno como misterio, del ser femenino en el que se produce la germinación, la fecundación y la nueva vida. Más que un decir definitivo, todo este libro se trata de una fuerte sugerencia. Cada texto apoya el interés germinador, el conjunto es un nacimiento y un eterno retorno: «Todo emana de un punto y a ese lugar retorna/ pues la otra parte es solo un sitio entre los signos». Nos enfrentamos así con uno de los libros más difíciles, plenos y medulares de la poesía cubana, tras la herencia plena, medular y difícil del hechicero de la calle Trocadero, del autor de Dador y La Fijeza. Juana García Abás se ha metido en el mundo de la matriz, en el diálogo (¿platónico?) con la eterna edad que es la eternidad, y ha elevado a la poesía cubana coetánea a un nivel ahora inusitado y sorprendente.


(Palabras leídas por Virgilio López Lemus en la presentación del poemario Circunloquio, de Juana García Abás, el sábado 11 de noviembre de 2006 en el Palacio del Segundo Cabo).
Virgilio López Lemus
Poeta, ensayista, crítico e investigador literario

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar