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 Desde el 20 y hasta el 26 de noviembre, se desarrolla la IX Semana de la Cultura Italiana con conferencias, lanzamientos de libros, proyecciones de audiovisuales... en distintos sitios de La Habana. Vale destacar la presentación del volumen V de la serie «Emigración y presencia italiana en Cuba», el viernes 24, en la Casa Alejandro de Humboldt, luego de la VI Mesa Redonda de igual nombre.
La serie editorial Emigrazione y presenza italiana in Cuba es un hermoso empeño de fraternidad cultural que coordina y alienta el entrañable amigo Domenico Capolongo.

 Hace tres años tuve el privilegio de presentar ante ustedes, el segundo volumen de la colección Emigrazione y presenza italiana in Cuba, hermoso empeño de fraternidad cultural que coordina y alienta, como todos sabemos, el entrañable amigo Domenico Capolongo. Si en aquella ocasión señalaba como rasgo novedoso el aumento del número de páginas y de trabajos, he de decir ahora que la calidad creciente y la hondura de las indagaciones se han convertido en la regla de estos primorosos volúmenes.
Lo primero que llama la atención del lector es la ilustración de cubierta que reproduce la edición príncipe del clásico de Fernando Ortiz Italia y Cuba, libro que podemos considerar sin temor a equivocarnos como el más legítimo precedente de este que hoy presentamos. Porque fue don Fernando uno de los primeros y más apasionados estudiosos y divulgadores de las cosas que unían a cubanos e italianos, como bien afirma su discípulo y continuador Miguel Barnet en las palabras del prefacio.
Luego, por primera vez se insertan en este volumen un conjunto de imágenes que rememoran la reunión que dio origen al mismo, y es para mí un deber recordar a uno de los que aparecen en las fotografías, al amigo Francisco Pérez Guzmán, lamentablemente fallecido antes de tiempo, pero que nos acompaña en las páginas de este libro y en el recuerdo de todos los que lo conocimos.
Precisamente Panchito, como le decíamos familiarmente, abre esta antología con un riguroso examen de la contribución italiana a las guerras de independencia de Cuba, tema que dominaba como pocos. Como era su costumbre, la prosa de Panchito discute los significados que la Revolución Cubana podía tener para los europeos y americanos simpatizantes con la independencia cubana y propone para entender esto, situar al proceso libertador cubano en el convulso escenario internacional del último tercio del siglo XIX.
Un joven especialista en nuestras guerras decimonónicas, el investigador Yoel Cordoví, se adentra en los pormenores de la biografía del médico cirujano Francisco Federico Falco: alma del comité italiano por la libertad de Cuba, autor de libros de divulgación de la historia cubana y de una interesante semblanza caracterológica de Máximo Gómez.  Y además, combatiente en la manigua y activo representante de los intereses cubanos en Italia y otros países europeos una vez alcanzada la independencia.
El autor de estas palabras dedica su ensayo a otros destacado mambí italiano, Orestes Ferrara, quien alcanzó el grado de coronel durante la contienda. Los testimonios contenidos en su autobiografía y en el libro Mis relaciones con Máximo Gómez, constituyen documentos de gran valor para conocer su personalidad, su pensamiento político-social y también el de algunos prohombres de la independencia, así como numerosos incidentes de la vida civil y militar en los campos de Cuba Libre.
A continuación de este primer bloque, dedicado al análisis de las participaciones más relevantes de italianos en las guerras cubanas del siglo XIX, el investigador Basilio Catania nos retrotrae a mediados de esa centuria, y su texto aborda con erudición y autoridad las diferentes versiones acerca de la posible estancia de Garibaldi en La Habana. En sus conclusiones, Catania sugiere que Garibaldi tomó contacto en Nueva York con los cubanos anexionistas vinculados a las expediciones de Narciso López, quienes le pidieron que comandara una nueva expedición a la Isla. En este sentido, el prócer italiano decidió viajar a La Habana con intención de ver personalmente la situación política y este viaje se produjo alrededor del 4 de abril de 1851 en el vapor Georgia, en el que permaneció a bordo para evitar ser capturado por las autoridades españolas. A su regreso, habría aconsejado a los cubanos sobre los riesgos que implicaba una inminente invasión a la Isla, al no existir condiciones propicias para apoyar una revolución.
Domenico Capolongo también aborda prolijamente la presencia italiana en diferentes momentos del proceso emancipador cubano, y su pesquisa se extiende desde la época de los movimientos anexionistas de López hasta la Guerra del 95, pasando por el dilatado período de la Guerra Grande. Nombres poco famosos como Giovanni Placosio y Achille Avilese, y otros más conocidos como Natalio Argenta y Eduardo Facciolo desfilan por estas páginas, al lado de Ugo Ricci, comandante que combatió a las órdenes de Maceo y Francesco Pagliuchi, organizador de varias expediciones bajo el mando del general Emilio Núñez. La impronta femenina, presente a lo largo de toda la serie, hace acto de presencia en este volumen de la mano de Loredana Benigni y María Grant. La primera con un significativo trabajo sobre el célebre barrio de Triscornia, en las inmediaciones de Casablanca, en el que nos revela el origen de este topónimo debido al inmigrante italiano José Triscornia, oriundo de una región italiana cercana a Génova, quien construyó allí a fines del siglo XVIII un muelle y un carenero. Luego el barrio adquirió notoriedad como centro de control antes de desembarcar, tanto de esclavos africanos como de inmigrantes extranjeros en general.
María Grant desarrolla su investigación en su ciudad natal, Manzanillo, y pone de manifiesto el aporte realizado por el patriota Bartolomé Masó al Álbum Italia-Cuba, realizado por Falco con las biografías de los representantes del pueblo cubano en la Asamblea Constituyente al finalizar la guerra de 1895. También se destaca la obra del escultor Ulises Luisi de Pietrasanta, dedicada al mencionado Masó, el músico Giacinto Minelli, fundador de la banda municipal de la Perla del Guacanayabo y el pintor Francesco Baccantini, autor de los frescos que adoran el cielorraso del teatro local.
Cierra este volumen otra notable contribución de Capolongo, esta vez con un extenso trabajo dedicado al polígrafo italiano Adolfo Dollero. Residente en México durante años, se trasladó a Cuba a fines de 1914 ante la difícil situación política mexicana, y aquí permaneció hasta 1921. Su voluminoso libro en inglés y español sobre cultura cubana, publicado en 1916 (con añadidos posteriores relativos a las provincias de Pinar del Río y Matanzas), fue un suceso cultural en la Isla y recibió elogios prestigiosos intelectuales como Fernando Ortiz y Adrián del Valle. Otros escritos de Dollero en su etapa cubana versaron sobre la revolución mexicana, la I Guerra Mundial y colaboró en las más importantes publicaciones cubanas de la época, además de dirigir en La Habana una revista en defensa de los aliados titulada Ideas e ideales.
Hasta aquí el Volumen V de la serie Emigrazione y presenza italiana in Cuba, que al igual que sus predecesores, estimulará nuevas indagaciones y, con toda seguridad, no defraudará a sus fieles y numerosos lectores.


(Palabras leídas en la presentación del volumen V de la colección Emigrazione y presenza italiana in Cuba, el 24 de noviembre de 2006, en la Casa Alejandro de Humboldt).
Félix Julio Alfonso López
Historiador