El jueves 5 en la Casa Alejandro de Humboldt quedó inaugurada la exposición colectiva «Paisajes» que, auspiciada por la Sociedad cubana para la protección del medio ambiente, se dedicó a saludar el Día mundial del medio ambiente, y al XV aniversario de la fundación de esta sociedad. Se muestran obras de los reconocidos paisajistas cubanos Mario García Portela y Aguedo Alonso así como de Diego Torres, Raciel Gómez, Humberto Hernández, Ismael Álvarez, Jesús Gastell, Antonio Espinosa y Nils Navarro.

No cabe duda de que el paisaje siempre ha presentado una lectura más fiable que la de cualquier otro género, puesto que el grado de aprehensión de los elementos de su imagen por parte del receptor, se hace siempre más proporcional a su conocimiento y comprensión del momento en que ha sido concebido.

Todo paisaje nace como consecuencia de una primera necesidad social de identidad. Cuantas veces la pintura de paisaje se renueva, se renueva también la manera de sentir y ver la patria. La patria es lo que uno come, señaló en una ocasión el escritor Luis Cardoza y Aragón. Pero pienso que este sentimiento es mucho más fuerte y puro, como para que solo se explique a partir del tracto digestivo. En todo caso, si de la cavidad bucal se trata, es más aceptado remitirse a la lengua… Al idioma, quiero decir.  La patria es, sobre todo, la lengua que hablamos, el primer amor, el primer enfrentamiento con el hombre y con la vida; el río donde nos bañamos, los árboles, el clima... Después, cuando ya todo parece estar cocido en el horno del corazón, la patria es nuestra mayor desobediencia. Quien crea, desobedece. Aunque el motivo de esta creación sea el Juicio Final o un humilde y solitario árbol al atardecer. Así sucedió con Chartrand, Sanz Carta, Domingo Ramos, Mirta Cerra, René Portocarrero y Tomás Sánchez , entre otros. Así, también, con un número de paisajistas que se dieron a conocer desde mediados de los noventa. Pléyade a la que pertenecen los que hoy aquí exponen, a saber: Diego Torres, Raciel Gómez, Humberto el Negro, Ismael Álvarez, Jesús Gastell, Antonio Espinosa y Nils Navarro, a los que escoltan dos maestros de la generación precedente, por más seña, pinareños: Mario García Portela y Aguedo Alonso. 
A este ideal paisajístico, como a todo ideal, no le ha faltado realidad. Esta capacidad del paisaje para evolucionar a la par de otros géneros supuestamente más aptos en términos plásticos para ello, e incluso, a veces, como ya se ha dicho, marcar la pauta en cuanto a la evolución de un ideal visual identitario, se pone de manifiesto ―una vez más― en los estilos personales que hoy aquí hacen firme una tradición en relación con su capacidad de adopción al cambio contiguo. La preocupación ―a veces excesiva― por un desarrollo progresivo del arte de entraña evolucionista, que legitime su ubicación y jerarquía en el desarrollo histórico del mismo, nunca ha sido para estos pintores argumento suficiente como para interponerse entre sus propuestas paisajísticas y aquellas otras de manifiesta tendencia rupturista.
La exitosa recepción que el paisaje cubano ha tenido en el mercado nacional e internacional, ha sido otro acicate. Por supuesto, mucho mayor es el número de los que lo han abordado desde una figuración más o menos realista, de amplios y tranquilizadores espacios rurales, donde casi nunca falta el río o el lago, ni las consabidas palmas, flamboyanes, cayos de montes, lomeríos y algún que otro macizo montañoso. Sin embargo, a este paisaje entramado con la tradición, los artistas aquí representados se han allegado con el propósito firme de darle una continuidad al género en correspondencia con los cambios estéticos operados en la sensibilidad de la época. Las intenciones no pueden ser mejores, el reto no pudo ser mayor. Han tenido que dar más de sí, ser más ellos en cada paisaje a partir de técnicas, procedimientos y conceptos que, en algunos casos, homologan sus poéticas visuales con la nitidez lingüística propia de períodos anteriores. Pero, unos y otros, por igual, se han empeñado en organizar la visión paisajística presente, mejorando la forma de ver el paisaje, y la de nosotros mismos en relación con la Naturaleza. No cabe duda de que el paisaje siempre ha presentado una lectura más fiable que la de cualquier otro género, puesto que el grado de aprehensión de los elementos de su imagen por parte del receptor, se hace siempre más proporcional a su conocimiento y comprensión del momento en que ha sido concebido. De ahí que a los pintores le sucede con el paisaje lo que a los poetas con la poesía de amor, hay que ser muy bueno para decir algo nuevo en un género representativo de la mejor pintura de todos los tiempos y del interés de todos los grandes.
El paisaje nunca es ajeno; tampoco miente..., a veces, salva. (Lo ha hecho más de una vez en nuestra historia del arte.)  Concebido desde la honestidad y el sentimiento, siempre aspiró ―y aspira― a ser algo más que una representación mimética de la realidad, y sí un medio de interpretación e indagación de la misma, en aras de ese deseado equilibrio entre lo que el hombre ve, piensa y siente, sabe, hace y sueña. Todos los que en esta oportunidad exponen, sin excepción, buscan y logran ―con diferentes grados de originalidad y eficacia técnica― eludir lugares comunes del género, asumiéndolo con nuevo aliento.  De esta forma, sin faltarle a la tradición ni abandonar del todo una figuración de cierto acento naturalista, estos paisajistas se mantienen apegados a sus fueros, contra todos los pronósticos, para ser parte ―y muy importante― de la nueva visualidad de la plástica cubana.
No quiero, no puedo concluir, sin antes poner de manifiesto la razón primera y última que le asiste a esta exposición y que le da título: si siempre ha sido de vital importancia la defensa de los derechos del hombre, importante ―hoy más que nunca― resulta la defensa de los derechos de la Naturaleza. Unos y otros son inalienables, hacen nuestra vida. La criatura humana no se salvará si no salva a la naturaleza, y esta no correrá mejor suerte sin la toma de conciencia de aquélla. Vivimos en la nave espacial Tierra. Ella es agotable. Preservar esa nave esférica y azul, es ya la misión primera de toda la especie. El camino que tome nuestro presente, indefectiblemente, está sujeto a su futuro. Éste y no otro, es el mensaje que debemos llevar de los pintores que hoy aquí exponen, justo hoy, Día Mundial del Medio Ambiente y, justo aquí, en la casa donde instaló sus instrumentos el sabio alemán Alejandro Von Humboldt. Sean, pues, bienvenidos a la exposición «Los Derechos de la Naturaleza».

 

 1. Águedo Alonso. De la serie Levitaciones (2005). Acrílico sobre tela (120 x 140 cm).

2. Diego Torres. S-T (2008). Óleo sobre tela (80 x 120 cm).

3. Ismael Alvarez. Viñales (2008). Óleo sobre lienzo (100 x 130 cm).

4. Mario García Portela. Mediodía (2008). Acrílico sobre lienzo (116 x 81 cm).

5. Jesús-Gastell. La insondable levedad del ser (2007). Carboncillo sobre cartulina (116 x 76 cm).

6. Nils Navarro. Espejismo Azul (2004). Acrílico sobre lienzo (50 x 70 cm).

7. Antonio Espinosa. Atardecer en mi mente (2007). 140 x 120 cm. Acrílico sobre tela.

8. Humberto Hernández. Un descanso en el camino (1991). Acrílico sobre tela (130 x 90 cm).

9. Raciel Gómez. Derecha: De la serie Erosión del Límite, Interior 49 (2007). Carboncillo sobre lienzo (150 x 112 cm). Izquierda: De la serie Erosión del Límite, Interior 64 (2007). Carboncillo sobre lienzo (150 x 112 cm).

Jorge R. Bermúdez
Escritor y crítico de arte

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