Con el título «Mater Natura», la exposición de Reynier Ferrer se inauguró este jueves en el claustro sur del Convento de San Francisco de Asís. En sus palabras de presentación, Argel Calcines, editor general de la revista Opus Habana, expresó: «Bastaría mirar cualquier cuadro de esta muestra personal para echar por tierra la aseveración de que los pintores abstractos sólo atinan a transmitirnos sensaciones y nunca sentimientos».

«... el arte de Reynier Ferrer puede hacernos concienciar la emoción, o lo que es decir: hacernos experimentar uno, dos… incontables sentimientos».

 
 Ciudad perdida (2007). Mixta sobrelienzo (200 x 163 cm).

Alguna vez se conminó a los pintores abstractos a que —en aras de representar la realidad circundante— abandonaran su forma de pintar, pues «sólo acertaban a transmitirnos la sensación y nunca el sentimiento». Bastaría mirar cualquier cuadro de esta muestra personal con el título de «Mater Natura» para echar por tierra dicha aseveración: y es que el arte de Reynier Ferrer puede hacernos concienciar la emoción, o lo que es decir: hacernos experimentar uno, dos… incontables sentimientos.
Lo primero es cuestionarnos si se trata de arte abstracto. Me pregunto: ¿lo puede ser cuando, en forma imperceptible, hay alusiones figurativas que «anclan» en los títulos de cada pieza? De una manera muy personal, este joven artista parece representar objetos que van a dejar de ser (o van a comenzar a existir): los restos herrumbrosos de un muelle, una virgen que emerge entre las brumas… Depende de cómo se miren sus obras.
Si apelamos a los referentes, los sentimientos se hacen más confusos y —por ende— más enriquecedores. En algunos casos, los cuadros de Ferrer nos recuerdan a Guido Llinás; en otros, a Fidelio Ponce de León, y en otros, nada más y nada menos que a José Ángel Acosta León… Ya sea porque percibimos —más allá de los parches «calientes», cintas de video y otros materiales— algunas figuras ectoplasmáticas: ¿acaso la imagen al microscopio de la espiroqueta pallidum? 
Quizás no sea la referencia más saludable, pero me sirve para testimoniar mi admiración por un joven artista cuya obra he visto hacer por etapas, consciente de que todo cuadro suyo tiene un sentimiento de fondo, sin el cual no podría enfrentar jamás el vacío angustioso del lienzo.
De lo contrario, Reynier terminaría autoerotizándose pensando en las nubes de colores.

Argel Calcines
Editor General de Opus Habana

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