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 La imagen plástica más representativa de La Habana se ha mantenido un tanto ajena a la gran cantidad de iglesias dispersas por sus calles, sin reparar en la antigüedad, estilo y valor artístico de ese patrimonio religioso.
Sin pretender devolver una reproducción fiel de los santuarios cotidianos, el arquitecto Saulo Ruso (La Habana, 1976) se ha propuesto iniciar un recorrido por ellos, a partir de los dibujos mostrados en su exposición «Iglesias de La Habana».

 En esta ocasión, el joven artista nos enriquece su recorrido iconográfico por los templos habaneros, tema que ha sido objeto de las dos anteriores muestras personales (Fragua Martiana y Convento de Santa Clara, ambas en 2002).
Su formación como arquitecto se evidencia dentro de un lenguaje formal que sigue las convenciones de perspectivas y dibujos técnicos, pero que emplea subvertido con otros propósitos artísticos. El autor nos sitúa frente a una percepción original: los templos resplandecen sobre fondos negros, dejan ver las líneas inconclusas de su construcción figurativa; nos remiten así hacia una imagen más sensible, donde el espacio se transforma en una experiencia íntima, subjetiva...
De este modo, Saulo procura recuperar el sentido trascendente que encierran esas edificaciones, además de intentar el rescate de la impresión inadvertida que –a lo largo de los años– éstas han dejado en nuestra espiritualidad.
 Las representaciones permiten ver los restos de las líneas de fuga, los aparentes descuidos de un dibujo inacabado... mas, conceptualmente, indican que se está ante un proceso de búsqueda interior de la imagen. Y es que, como si de un negativo fotográfico se tratara, sus dibujos parecen captar el proceso instantáneo de una figura interiorizada en el recuerdo, obtenida de la inmaterialidad del  pensamiento.
El joven artista invita así a participar de una visión subjetiva con iglesias irradiantes, perfiladas por una línea de contorno que hace reconocer una silueta, un perfil emotivamente sugerido. Lo que le interesa es apresar la estructura translúcida de las formas arquitectónicas dibujadas, y no los detalles anecdóticos de la ornamentación.
No se trata, por tanto, de representaciones espectrales, sino de un modo particular de establecer una relación con lo trascendente. Las iglesias, que muestran sus puertas en primer plano, transmiten un mensaje de acogida e inducen a continuar buscando en su interior –que es como decir en nuestra propia intimidad– un lugar para la meditación y el descanso. En esta exposición, que se mantendrá abierta en el Claustro norte de San Francisco hasta el 18 de agosto, Saulo no se ha limitado a esbozar la estructura de sus templos, su perfil reconocible, y por lo mismo emotivo; en esta última entrega incorpora un acercamiento a los detalles ornamentales y constructivos que permiten integrar una imagen más completa, expresiva en sí misma, apresando aspectos soslayados por la atención más común, pero susceptibles de una contemplación significativa.