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La exposición «Puentes» del joven pintor Alejandro Tejeda (Villa Clara, 1986) quedó inaugurada hoy, viernes 25 de noviembre, en la galería exterior del Palacio de Lombillo.

Integrada por 9 obras de mediano y gran formato (óleo sobre lienzo), la muestra «Puentes», de Alejandro Tejeda estará expuesta hasta inicios del mes de enero.

Dentro de un espectro que se mueve (al menos, en los últimos años para la plástica postmoderna cubana) en la constante búsqueda de las originalidades, las rupturas, los nuevos procedimientos y la incorporación de materiales de cualquier índole, con respecto a las ideas y estructuras que se inclinan hacia aspectos de la contextualidad más a la mano, la antropología, la diversidad y lo objetual, Alejandro Tejeda sigue apostando por la pintura, quizás, la más conservadora ya para los presentes anales; él, con ímpetu de talento innato y con el oficio seguro, aprendido y aprehendido, se sigue confesando pintor, porque ciertamente lo es —a ultranza y sin ambages—, aunque lo más atractivo resulte, en ello, que es un excelente pintor…
Su realismo —de perplejidades tales que llaman a las imprudentes confusiones— se hace magnífico discurso en sitios y arquitecturas emblemáticas o de poder simbólico, como fue demostrado en su primera muestra personal, «Ciudad diurna», probatoria para el gran salto en las pensadas oratorias…  Pudiera parecer una «copia» sobredimensionada de lo que él quiso allí captar, aunque se trate de una trampa bien concebida, pues no todo en Tejeda es el fiel reflejo de esa efectividad… El asunto es saber ver y no detenernos en el deslumbramiento de la simple mirada sobre lo que nos está proponiendo… Su obra (aquella), se preocupaba por algo más: las atmósferas logradas no sólo por los sagaces valores añadidos, sino por las gentes (multitudes, en muchos casos), transeúntes temporales de esos parajes urbanos, que se convierten (ellos) en la principal punta de lanza de una seducción aparentemente complaciente… Alejandro Tejeda nos está queriendo decir mucho más y por eso insiste en esgrimir esa arma, ahora, a través de los «Puentes», pretextos o señuelos que hacen más evidentes los dardos…
En «Puentes», el ser humano alcanza el grado de principal protagonista de una singular «puesta en escena» —paisajística, sin temor a la denominación genérica—, donde el elemento escenográfico se desplaza a un segundo plano en sus desenfoques espectrales o desdibujados horizontes, aunque dejando la propia ingeniería (la de los puentes) como escenario «atrezzado» propio de una historia (otra protagonista) que va a contar otras historias: la de la belleza estética y alegórica de las específicas «pasaderas» o la de las puntuales gentes en el deambular por ellas… El desarraigo, la incomunicación, la enajenación, el agotamiento, se elevan al plano de las ideas de estos personales recuentos, donde el mismísimo término que titula a la muestra —por la enorme cantidad de acepciones que posee en nuestra lengua— se pudiera entender, también, como la facilitación de todo para el empeño en algo o en un asunto, o lo que es lo mismo, del tránsito que permitirá (en las dificultades) las posibilidades, tal y como lo pudiera probar Difícil acceso, quizás la de mayor dramatismo en el conjunto total de nueve piezas, por la ausencia del espectro humano en ella, que trata de explicar el propósito de hasta dónde quiere llevarnos el artista con sus relatos.
Alejandro Tejeda sobrepasa, en «Puentes», el mero discurso de su impecabilidad pictórica en los referentes urbanos para entrar —sin abandonarlos del todo— en aspectos neurálgicos de la existencia del ser humano, ejes antropológicos que bien conceptualiza en eso de las traslaciones rápidas por las que se pagan —a modo de «pontazgos»— precios muy caros: el equilibrio mismo de la vida…; el descanso, inalcanzable a veces, como repaso reflexivo…; el entrecruzamiento de los encuentros desconocidos en los «ires» y «venires» obligados…; las huellas dejadas como nostalgias de recuerdos borrados…, y —por qué no— de los amores ocultos o de los pactos conciliados con el alma, todo, como en un gran compendio de visos estéticos, de significantes para los significados, encontrados en cualquier parte de nuestra geografía (en Matanzas o Pinar del Río, en Santa Clara o Sancti Spíritus, en La Habana o en un litoral marino inventado) y recreados bajo los efectos de las connotaciones que describen, en ese formidable «nonato» pictórico, «al fin y al cabo», los avatares de esos «pasos» por la vida…
Sin lugar a dudas, «Puentes» alcanza —no obstante ser ésta su segunda muestra personal— un importante punto de giro en la trayectoria artística de Alejandro Tejeda: la gran encrucijada de hacer pensar con la impecabilidad del buen arte…

Antonio Fernández Seoane
Profesor y crítico de arte

(Palabras al catálogo de la exposición «Puentes», de Alejandro Tejeda)

 




Arriba: Momento de la inauguración de la exposición «Puentes», de Alejandro Tejeda (el primero de derecha a izquierda) en el patio del Palacio de Lombillo.
A la izquierda:¿A dónde vamos? (Pinar del Río). Óleo/lienzo (65 x 90 cm). A la derecha: Detalle de la obra Nuestra cruz (Santa Clara). Óleo/lienzo (130 x 90 cm)