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 A echar a volar la imaginación, invita el artista Gastón Sariol Hernández (La Habana, 1943) con la exposición personal «Un siglo en el aire», inaugurada el reciente miércoles 17, a propósito de celebrarse —justo ese día— el centenario de la aviación.
Llevadas al lienzo con la ingenuidad y frescura propias de la pintura naif, el espectador percibe en cada cuadro una manera singular de apreciar la realidad que, en este caso, sin duda, es desde la propia cabina de un avión.

 Aunque resultó pequeño para el numeroso público asistente, no hubo sitio mejor para mostrar la obra de este piloto-pintor que el Centro Estudiantil José de la Luz y Caballero (Oficina del Historiador), donde por doquier hay piezas salidas de la imaginación de los niños de diferentes talleres de creación que aquí funcionan.
Prevista para que se realizara en el parque aledaño, debido a la pertinaz lluvia de esa tarde, la ceremonia de apertura tuvo que celebrarse en espacios del propio Centro. En una pequeña sala del primer piso la doctora Mayda Molina Martínez, vicepresidenta del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba, pronunció el discurso inaugural.
En sus palabras, la oradora recordó que el 17 de diciembre de 1903 el hombre logró hacer volar por primera vez un aparato más pesado que el aire: un planeador biplano propulsado por un motor de baja potencia y poco peso construido por los hermanos Orville y Wilbur Wright. «Ese día nació la aviación», expresó.
En el propio saloncito, el coro infantil El Principito, perteneciente a la Schola Cantorum Coralina, interpretó canciones de su repertorio.
Posteriormente, en el recibidor del Centro Estudiantil José de la Luz y Caballero, el público se deleitó con los sones del Septeto Matamoros, nombrado así en honor al antológico músico cubano Miguel Matamoros, dos de cuyos nietos (Renal Emilio Pérez Matamoros y Rubén Matamoros) integran el grupo: uno es el director y toca las claves, y el otro, la tumbadora.
 La exposición «Un siglo en el aire», es la primera muestra de este piloto que, pasado a jubilación en 1999, acumuló más de 15 mil horas de vuelo, experiencia que le posibilitó reunir disímiles imágenes aéreas de distintos puntos geográficos del globo terráqueo.
Nacido en la capital cubana, muy pequeño se trasladó con su familia para Manzanillo, donde creció rodeado de pinceles y pinturas, debido a que su padre era profesor de artes plásticas en escuelas de nivel medio en aquella ciudad.
Por si fuera poco, el abuelo de Gastón —Juan Francisco Sariol, propietario de la imprenta El Arte— además de poeta y narrador, fue un incansable promotor cultural y uno de los principales artífices del nacimiento, en enero de 1912, de la revista Orto.
En las páginas de dicha publicación escribieron renombrados escritores cubanos (Manuel Navarro Luna, Luis Felipe Rodríguez, Nicolás Guillén…) y extranjeros, tales como Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, por sólo nombrar algunos.
No obstante decidirse por estudiar aviación, quizás, debido al peculiar ambiente cultural en el que su niñez, adolescencia y parte de su juventud transcurrieron es que, casi sin proponérselo, un buen día le salieron a flote las aptitudes para la pintura. Vocación que resultaba impracticable para un tripulante de Cubana de Aviación con una vida inestable, dado que tal ocupación conlleva frecuentes viajes a diferentes ciudades del mundo… Por eso, debió dejar pasar el tiempo… y pasó.
Llegó la edad de la jubilación que en su caso nunca significó retiro. Y encontró (¡Al fin!) el momento de pintar. Comenzaron a surgir los óleos en los que «nos trae sus vivencias de 35 años cruzando el Atlántico Norte, las Nevadas de Terranova y las tormentas del Golfo de Guinea», escribe en el catálogo la M.Sc. Carmen María García Rodríguez, directora de la galería de arte Domingo Ravenet.
A juicio de la especialista, Sariol «aborda el primitivismo con gran maestría; los rojos, verdes, azules, amarillos y ocres reflejan su visión cromática que coloca en cada obra para hacernos sentir el rugir de los motores y las voces de la radio comunicación».
Indudablemente «Un siglo en el aire» merece que todo aquel que transite —durante este mes de diciembre— cerca de las calles Oficios y Santa Clara, aproveche la ocasión para compartir con este pintor la emoción que se siente al divisar imágenes —llevadas al lienzo— desde la cabina de un avión.