Con la exposición «La ciudad sutil» de Alicia de la Campa Pak, el acogedor e íntimo local de la SGAE (tercer piso de la Lonja del Comercio) se reafirma como un recinto de trabajo devenido galería de arte, expresó su directora Darsi Fernández al hablar durante la inauguración de esta muestra, una de las colaterales de la IX Bienal de La Habana (27 de marzo-27 de abril), que se mantiene abierta al público durante este mes.
La artista nos adentra en su ciudad-mujer, una urbe interior que espera, canta, baila, llora... Una cambiante escenografía de encuentros y despedidas construida al ritmo y compás de los seres que la habitan.

 Primero veo sus dibujos, sólo el dibujo sobre los lienzos, y como en otras ocasiones, ellos no me defraudan. Me complazco en el sereno despliegue del carboncillo, sugiriendo luces y sombras, modelando ideas que antes sólo eran esbozos. «Descargas», me dice sonriendo con los ojos, mientras me muestra algunas agendas plagadas de pequeños bocetos a lápiz o tinta, con acotaciones en letra minúscula, casi ilegible, que ha ido acumulando en la medida que han hecho su aparición.
Esta introducción a «La ciudad sutil» más allá de la premonición de su belleza, de la singularidad de los títulos (detalle al que la artista otorga especial importancia y que para esta muestra se han tornado citas de creaciones musicales), alimenta ciertas ideas que de ella tengo desde que pude acercarme a su mundo creativo, Alicia hace magia, recrea a su capricho, se transfigura fiel a sí misma y cada vez distinta. Como la Alicia del cuento, es capaz de cruzar la extraña dimensión del espejo para pintar el inquietante revés de los sueños.
Mirando el conjunto de su obra, diversa en temas y técnicas, no deja de sorprenderme su talento para plasmar la figura y traducirla en concepto. Virtuosismo, sobriedad, misterio.  Particular alquimia cuyos ingredientes transmutan hacia una poética de alto vuelo lírico; sin embargo, la aparente ingravidez, sugerida desde el propio título de la muestra, no es sinónimo de liviandad o fácil lectura.
Soterrada bajo esa fina epidermis de seducción retiniana a la que de un inicio, y no sin alevosía, nos vemos impelidos, late la sangre profunda, sobrecogedora, esa que revela los secretos sustratos de una ciudad intangible. Fuente de aguas nocturnas para lágrimas negras, pájaros cantores de afilados picos, rostros que elogian la sombra y desafían lo real, nubes de tardes grises presagiando tormenta, hondos dolores de entrañas abiertas, palmas espinadas. Alicia de la Campa nos adentra, sólo guiada por la maravillosa brújula de su imaginación en su ciudad-mujer, una urbe interior que espera, canta, baila, llora, cambiante escenografía de encuentros y despedidas construida al ritmo y compás de los seres que la habitan.



(Palabras al catálogo de la exposición personal de Alicia de la Campa «La ciudad sutil» que, el 31 de marzo, quedó inaugurada en la SGAE)

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