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No puede ignorarse que dentro del amplio panorama de las artes visuales cubanas contemporáneas, muchas han sido las terminologías al uso para identificar, enmarcar y hasta encasillar determinada producción artística. Sin la intención de enunciar una nueva categoría porque eso sería demasiado pretencioso, pero sí de esclarecer ciertas cuestiones surge la siguiente interrogante: ¿Qué es lo cerámico o qué es posible asumir o pensar como tal en el contexto actual?

 Es por ello que, lo asumido por cerámico en su sentido más amplio, involucra a aquellas propuestas que son el resultado del conocimiento de determinadas técnicas cerámicas o participan del proceso que este quehacer requiere. Emplean lo mismo el barro en su estado puro o lo ya existente en la vida cotidiana realizado con cualquier tipo de arcilla en función de materializar una idea o concepto.

No puede ignorarse que dentro del amplio panorama de las artes visuales cubanas contemporáneas, muchas han sido las terminologías al uso para identificar, enmarcar y hasta encasillar determinada producción artística. Sin la intención de enunciar una nueva categoría porque eso sería demasiado pretencioso, pero sí de esclarecer ciertas cuestiones surge la siguiente interrogante: ¿Qué es lo cerámico o qué es posible asumir o pensar como tal en el contexto actual? En primer lugar, este vocablo pudiera ser perfectamente asociado con Cerámica —entendida como manifestación y proceso— y si se quiere cabría apuntar su vinculación con la palabra barro. Nociones todas válidas las previamente dichas, pero también quizás un tanto reduccionistas.
Es por ello que, lo asumido por cerámico en su sentido más amplio, involucra a aquellas propuestas que son el resultado del conocimiento de determinadas técnicas cerámicas o participan del proceso que este quehacer requiere. Emplean lo mismo el barro en su estado puro o lo ya existente en la vida cotidiana realizado con cualquier tipo de arcilla en función de materializar una idea o concepto. De ahí que, al explotar las posibilidades de este material en todas sus variantes —siendo el elemento protagónico— se obtiene como resultado un indudable objeto artístico que rebasa las más ortodoxas clasificaciones de escultura, pintura, cerámica…
Así, bien pudieran compartir escenario obras que, en el plano morfológico, muestran una intencional conjunción de diversos elementos extra artísticos y otras expresiones plásticas al volumen creado con el barro. También son válidas aquellas propuestas que se decantan por la reutilización de objetos extraídos del universo funcional y hasta de producción industrial, en ciertos casos intervenidos por el artista para construir un determinado discurso. La recurrencia de la modalidad instalativa hasta de carácter efímero, aunque no resulta usual, se advierte de igual manera, lo cual apunta a la desmaterialización, etc.
En términos de significados, cada uno de los aspectos anteriores contribuye a trasmitir una diversidad de mensajes, desde los más directos a los de mayor ambigüedad: el problema migratorio, el discurso de género, la pérdida de los valores de la sociedad, la incomunicación, la desorientación familiar, alusiones al poder y la democracia, entre otros temas que el propio espectador sea capaz de descifrar.  
Dada las acotaciones previas deviene la escogencia de artistas y obras resueltas en dos vertientes claramente definidas. Importante aclarar que existe una confluencia generacional que aporta tanto variedad de temáticas como soluciones formales. Por un lado, algunas propuestas son el resultado del trabajo con el barro desde un notable dominio técnico, con otros recursos complementarios y primacía de la idea o ideas a trasmitir;  al tiempo que otras participan conscientemente de las estrategias postmodernas de reutilización y reconceptualización de determinados objetos.
Aunque pudiera hacerse alusión a varios autores solo se mencionarán a ocho creadores e igual cantidad de piezas fechadas entre el 2000 y el 2012 que dan fe de lo cerámico desde todas sus posibles y lícitas maneras. Por ejemplo, Anatomé (2008) de Ioán Carratalá y Sentido (2004) de Lisbet M. Fernández Ramos, en las cuales personajes resueltos en terracota revelan gran dominio técnico aferrándose a la figuración, sin minimizar en absoluto la carga conceptual que subyace en ambas. El primero, ha creado un conjunto de bustos como los de la antigüedad clásica apresados en un objeto de cristal tal vez para aludir al desgaste de este canon. Mientras Lisbet ha dado vida a dos hileras de niños dispuestos consecutivamente entre los que se interpone un panel de cristal que impide cualquier diálogo entre ellos. Enfatiza así en el acuciante fenómeno contemporáneo de la incomunicación.
La elaboración —casi mimética— de una herramienta de carpintería sobredimensionada en la que están comprimidas pequeñas cabecitas modeladas en barro da título a Sargento (2010) de Osmany Betancourt. De la serie «Reflejos» se encuentra Relatividad del concepto unánime (2004) cuyo autor, Ángel Rogelio Oliva, ha articulado magistralmente varias manos hechas con arcilla realizadas a partir de un molde, encima de una estructura de hierro en la que sobresale un espejo. Alejandro Cordovés, en Réplica 2 (2003), pone al hombre como centro de sus cuestionamientos. Su interés por el vínculo entre lo humano y lo mecánico aflora en esta representación de rostros. Al experimentar con diversos procedimientos técnicos durante la ejecución de la obra ha logrado una variedad de texturas en la superficie que le confiere una expresión agresiva a los personajes.
Por otra parte, la apropiación de un objeto de la realidad, específicamente, de la vertiente industrial, apenas intervenido por el creador, se advierte en Vasija o trono real (2006) de Carlos Enrique Prado, tasa de baño a escala mayor que las de uso cotidiano. Para acceder a este artefacto hay que caminar por encima de una alfombra roja que le antecede.
S/t de la serie «Del polvo de la tierra» de Humberto Díaz es el resultado de la estructuración de tres paredes de ladrillos. En la pared frontal fue olvidada una de las piezas centrales que, a su vez, es reconstruida —o también evocada— de manera virtual  por medio de un video en el que el ladrillo faltante gira de forma continua.
Por último, Epojé (2012) de Teresa Sánchez son masas amorfas de barro articuladas con lienzos que pertenecen a una de sus más importantes series de dibujos. Esta obra es un ejemplo cimero dentro del proceder instalativo de carácter efímero. Desde el propio título que la identifica se pone de manifiesto la ambigüedad de los mensajes.
En general, toda esta diversidad de propuestas ejemplifica de lo cerámico por cuanto tal denominación privilegia un tipo de hacer que muestra las diversas variantes creativas de los artistas desde una postura que defiende la experimentación. Además estas  discursan, en definitiva, en el contexto de la plástica actual tanto por la validez de sus temas como por su materialización objetual.

Surisday Reyes Martínez,
especialista del Museo Nacional de la Cerámica

 
   
Imagen superior: Réplica II, obra realizada por Alejandro Cordovés Rodríguez, donde el hombre se convierte en centro de los cuestionamientos. Imagen izquierda: Sargento (2010), pieza de Osmany Betancourt que juega con la elaboración —casi mimética— de una herramienta de carpintería sobredimensionada. Imagen derecha: Anatomé, concebida en el 2008 por Ioán Carratalá, quien propone personajes resueltos en terracota.