El pasado 6 de mayo, durante el marco de la Décimo Tercera Bienal de La Habana, quedó inaugurada por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, la más reciente obra de la artista plástica Martha Jiménez. Con motivo de la celebración de los 500 años de la capital, la pieza supone un regalo de la autora a la apariencia y memoria histórica de la ciudad.

Hoy, no solo el grandioso Cristo de Jilma Madera vela por nosotros; ha aparecido, cargado de magia y tradición un nuevo personaje a posar su mirada limpia sobre las aguas de la bahía habanera. Cual ninfa de bohíos y montañas, llegó a La Habana para convertirse en un símbolo cultural e incluso histórico de la capital cubana. 
El pasado 6 de mayo, durante el marco de la Décimo Tercera Bienal de La Habana, quedó inaugurada por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, la más reciente obra de la artista plástica Martha Jiménez. Con motivo de la celebración de los 500 años de la capital, la pieza supone un regalo de la autora a la apariencia y memoria histórica de la ciudad. Contra viento y marea es el nombre que recibe la majestuosa escultura, emplazada en los jardines de los otrora Almacenes de Madera y Tabaco en la Alameda de Paula. Confeccionada en resina y metal, y con sus ocho metros de altura se yergue sobre el mar de la bahía, escudriñando su horizonte y siendo vigía de las calles citadinas.
Una vez más, Martha nos atrapa en sensaciones oníricas y fantasiosas, el gran velocípedo, con sus tres ruedas y su viejo diseño, parece haber partido de un lugar desconocido, haber atravesado hilarante las calles habaneras, haber bordeado toda la Avenida del Puerto hasta toparse con la orilla, allí ha decidido frenar y desplegar sus efluvios todos: bohemios, mágicos, cubanos. Como toda la obra escultórica de la artista, la ciclista posee un encanto y amabilidad que reflejan la personalidad de su creadora. Las manos delicadas y firmes, las piernas gruesas que pedalean con fuerza, la mirada serena, capaz de calmar 60 tempestades, son rasgos que demuestran la sensibilidad con la que ha sido modelada la escultura. 
La que conduce la «gran bicicleta» –como cariñosamente algunos le llaman- es una mujer, cubana toda, desde su pose digna hasta su sonrisa contenida. Viene cargada de una serie de objetos domésticos que devienen en símbolos de historia social y cubanía. Un quinqué, que tanto iluminó las noches oscuras, calladas; un molino, que muchas mañanas de café fue capaz de construir, un viejo teléfono, que si hoy es simple moda ayer fue gran vía de enlace. Presidiendo su propia existencia, como guía de sus pasos y madre que abre el camino lleva esta mujer a otra gran mujer, su Virgen de la Caridad del Cobre. La pieza –en homenaje y evocación de la cubana- refleja la capacidad de seguir adelante, de emprender nuevas travesías y nuevos sueños ante cualquier infortunio, simplemente con la fe, la tradición y los recuerdos cargados a la espalda. Como diría Martha: lleva su casa a cuestas, a donde sea que se dirija y por donde sea que ande.
Ella llega, con la fuerza de sus piernas y la calma de sus ojos; cargando mochila, cargando quinqué…, cargando esperanza.


Beatriz Hernández Jiménez
estudiante de la Facultad de Historia del Arte

Momentos de la inauguración de la escultura Contra viento y marea de la artista plástica Martha Jiménez. En la imagen superior: el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, junto a la autora de la obra. Imagen inferior: la pieza emplazada en los jardines de los otrora Almacenes de Madera y Tabaco fue confeccionada en resina y metal, esta posee ocho metros de altura.

 

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