Dedicada a la investigadora Hortensia Pichardo Viñals, la segunda graduación de la licenciatura en Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural se celebró este jueves, 17 de julio, en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. Las palabras centrales estuvieron a cargo del Coordinador Asistente del Colegio, Dr. C. Félix Julio Alfonso López. En nombre de los estudiantes, habló Laura García Méndez, título de oro y graduada integral en Docencia.

Palabras del Dr. C. Félix Julio Alfonso López, Coordinador Asistente del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, en la segunda graduación de la licenciatura en Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural

En una efusiva carta enviada por Emilio Roig de Leuchsenring, el 28 de marzo de 1950,  a quien llama su «distinguido compañero», el Dr. Fernando Portuondo del Prado, el Historiador de la Ciudad le envía dos trabajos sobre la masonería cubana y sus vínculos con la independencia patria, de la autoría de Roger Fernández Callejas y Francisco Miranda Varona, para que el Dr. Portuondo los evaluara como jurado del premio que la Gran Logia de Cuba otorgaría a los mejores estudios sobre la historia de la masonería cubana, acuerdo adoptado por el VIII Congreso Nacional de Historia celebrado en Trinidad, Las Villas, en el mes de diciembre de 1949.
Fernando Portuondo fue un activo animador de estos congresos, a los que llevó ponencias de recia cubanía y del mismo modo estuvo al lado de Emilito en la comisión creada por el Ministerio de Educación en septiembre de 1959, para estudiar la transformación de los estudios formativos de la conciencia nacional, tarea en la que participaron los destacados historiadores Elías Entralgo y Enrique Gay Calbó y el geógrafo y capitán del Ejército Rebelde Antonio Núñez Jiménez.
La esposa de Portuondo, la historiadora Hortensia Pichardo Viñals, también fue una activa colaboradora de Emilito en sus afanes por recuperar y enaltecer la memoria histórica de la nación, y entre los múltiples ejemplos que podrían citarse, escojo el precioso trabajo que, bajo el título de «Homenaje a la bandera nacional», presentó al IX Congreso Nacional de Historia celebrado en Cárdenas en octubre de 1950.  
Años más tarde, después del triunfo de la Revolución, Roig le escribió una extensa carta a Nicolás Guillén donde le comentaba algunas de las publicaciones que la Oficina tenía previstas sacar a la luz, y entre ellas menciona el libro José Martí. Lectura para niños de la Dra. Hortensia Pichardo, a la que cataloga de «magnifica antología para alumnos de la enseñanza secundaria». En esta propia misiva vemos a Emilito haciendo planes para publicar nuevos volúmenes por el Bicentenario de la Toma de La Habana por los ingleses,  atareado en exponer el Libro de Cabildos donde aparecía la firma del Conde de Albermarle y  ansioso por mostrar al público la espada donada por los descendientes de Pepe Antonio, héroe de la defensa habanera, al Museo de la Ciudad.
He querido comenzar mis palabras haciendo esta breve enumeración de algunos hechos que unieron a Emilio Roig con el matrimonio de Fernando Portuondo, eminente pedagogo, y Hortensia Pichardo, acuciosa maestra e investigadora, porque es a esta última a quien está dedicada la segunda graduación de Licenciados en Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. La Dra. Pichardo tuvo una larga vida, nació en La Habana el 22 de enero de 1904 y falleció el 21 de junio de 2001, a los 97 años de edad.  
Su gran vocación por la enseñanza la llevó a iniciar estudios en la  Escuela Normal para Maestros de La Habana, donde se graduó en 1921 y poco después, en 1924, concluyó el doctorado en Pedagogía en la Universidad de La Habana. Luego realizó un segundo doctorado en ese centro de altos estudios, esta vez en Filosofía y Letras, que concluyó  con su especialización en las asignaturas de Geografía e Historia. Durante largos años, con  dinamismo y perseverancia, la Dra. Pichardo llevó adelante trabajos investigativos sobre temas cubanos en archivos y bibliotecas de los Estados Unidos y en varias ciudades de nuestro país, que tributaron a conformar una extensa y valiosa bibliografía.
Quizás el más valioso de los trabajos historiográficos que legó la doctora Pichardo al conocimiento de nuestro pasado, fueron los  copiosos volúmenes de Documentos para la Historia de Cuba, cuatro tomos en seis libros publicados entre 1969 y 1980 por la Editorial de Ciencias Sociales en su Colección Nuestra Historia, y que abarcan 375 documentos y textos con importantes referencias a la historia nacional, que van desde las Capitulaciones de Santa Fe hasta la Constitución de 1940.
Esta obra está basada en la concepción pedagógica y metodológica de la autora de proporcionar a sus alumnos –desde la época en que junto a su esposo ocupó la Cátedra de Historia y Geografía en el Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora, donde también dirigió el museo de esa especialidad– el acceso y el manejo  de importantes fuentes primarias para su interpretación, lo cual les permitía  ampliar y consolidar sus conocimientos. Dicha grande la de poder contar hoy con ese gigantesco legado del patrimonio documental cubano. Tras el triunfo de la Revolución, la Dra. Pichardo se desempeñó  por méritos propios como profesora titular en las cátedras de Técnica de la Investigación Histórica e Historiografía de Cuba, en la recién creada Escuela de Historia de la Universidad de La Habana.
Otro de  los proyectos historiográficos trascendentes de Hortensia y Fernando surgió de su profundo amor por la figura del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, que quedó plasmada en tres minuciosos tomos contentivos de los escritos políticos, el diario y la correspondencia anterior a 1868, además de la labor literaria del prócer, con importantes análisis y pormenorizados detalles de su biografía. Ellos fueron los primeros que colocaron un busto de Céspedes en La Habana, a la entrada del Instituto de la Víbora, donde todavía hoy se conserva. Luego Emilio Roig, en similar empeño y no sin arduas batallas, lograría desplazar del centro de la Plaza de Armas la imagen ominosa de Fernando VII y colocar en su lugar la gallarda estatua del  Héroe de Demajagua.
Cuando se confirió por primera vez en Cuba la Orden Carlos Juan Finlay, a un grupo de 22 destacados científicos  cubanos, solo tres mujeres recibieron el importante galardón y una de ellas fue la doctora Hortensia Pichardo Viñals. De esa manera se reconocía su destacada labor investigativa y docente, que supo desarrollar con pasión y entrega sin límites a lo largo de varias décadas. La Dra. Pichardo también  mereció el grado de Doctora en Ciencias Históricas, la Orden Ana Betancourt, el Premio Nacional de Ciencias Sociales y tenía entre sus  reconocimientos más preciados el título de Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana.
El Dr. Eusebio Leal me ha contado como solía visitarla en la intimidad de su hogar, donde sostenían  animadas charlas sobre la figura de Céspedes y otros próceres de la independencia, y como ya en la vejez, casi sin poder ver, la Dra. Pichardo reconocía la presencia de Leal cuando traspasaba sigiloso la puerta de su estudio.
Eusebio no ha podido acompañarnos hoy físicamente, pero su palabra y su espíritu se posan sin cesar en cada espacio de  esta Aula Magna, donde tantas veces lo hemos escuchado con reverente admiración. El me ha pedido que les haga llegar a los graduandos su más sincero abrazo y la más cálida felicitación por el esfuerzo desplegado durante estos seis años, lo que cumplo en este momento. Saludo también a los profesores del claustro propio y a los docentes invitados que nos han acompañado con fervor durante este año, con la convicción de que debemos seguir fortaleciendo la calidad del profesorado, perfeccionando el Plan de Estudios y sumando voluntades diversas que nos permitan alcanzar una carrera de excelencia.
Démosle a él, al Maestro Mayor Eusebio Leal Spengler, en prueba de lealtad a la magna obra que desempeña desde hace más de cuarenta años, por su condición de continuador y guía de la Oficina del Historiador, las gracias por este Colegio y por el noble proyecto que él representa, y al que ustedes, los que se gradúan en la mañana de hoy, tienen el deber de enaltecer y preservar, desde cualquier lugar donde se encuentren en su labor cotidiana, como testimonio vivo de la defensa de los mejores valores de la Nación y la Cultura de Cuba.

Imagen superior: sentados, de izquierda a derecha, el Dr. C. Félix Julio Alfonso López, Coordinador Asistente del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana; la Dra. Miriam Alpízar, viceministra de Educación Superior, y el Dr. Miguel Gerardo Valdés Pérez, vicedecano docente del Colegio, quienes presidieron el acto de la segunda graduación de la licenciatura en Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural.
Debajo: El Dr. C. Alfonso López, quien pronunció las palabras centrales.
Imagen izquierda: Laura García Méndez, título de oro y alumna más integral en Docencia, quien habló en nombre de todos los graduados.

 

Palabras de Laura García Méndez, título de oro y graduada integral  en Docencia.

Aprender sin pensar es esfuerzo perdido,
pensar sin aprender es peligroso.
Confucio

Doy los buenos días a las autoridades que nos acompañan en este acto, personal docente y administrativo del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, compañeros alumnos, familiares, amigos y conocidos, sean todos bienvenidos.
La ceremonia que hoy nos reúne, clausura más de un lustro de esfuerzos de una generación de alumnos muy heterogénea y poco tradicional que llegó a la universidad a edades en que ya muchos tienen maestrías y doctorados.
Convocados a dar continuidad a un proyecto necesario y soñado, nos asimos a él para cumplir nuestro anhelo de elevarnos por la escalinata universitaria en busca del conocimiento y el crédito de nuestra sociedad.
No siendo pocas las dificultades sorteadas en el trayecto, los que llegamos hasta aquí, lo logramos por impulso propio y ello redobla las satisfacciones a la hora de recoger los frutos sembrados y compartirlos. Porque los méritos han de repartirse entre todas las personas que hoy sienten orgullo por vernos aquí y que mucho han tenido que ver con nuestros resultados.
A nuestros profesores, dignos y verdaderos, el recuerdo infinito de quienes les agradecen mantenerse firmes en una profesión tan noble e imperiosa. De ustedes, formadores y transformadores de nuestro pensamiento, nos llevamos lo mejor para multiplicarlo en el futuro y en nuestros hijos, y así el esfuerzo no habrá sido en vano.
No claudiquen nunca en su empeño Y recuerden a Marcel Proust, porque «el corazón siempre tiene la edad de aquello que ama».
A nuestros familiares, eterna gratitud y reconocimiento por haber tenido plena conciencia de la importancia de seguir un camino como este. Ellos han constituido la base sobre la que se establece nuestro éxito, porque detrás de un gran alumno o profesional siempre hay una gran familia.
Sepan todos que hoy pensamos en la verdad del mundo, sabiendo y queriendo de una forma diferente y ello se lo debemos a la academia. Lo aprendido ya es nuestro y en gran medida, trazará las pautas del camino futuro, pero recordemos a Virgilio, porque «al mundo le importa poco lo que un hombre o una mujer sepa…, …lo que un hombre o mujer es capaz es hacer, es lo que cuenta».
Fuimos testigos del renacer de La Habana Vieja y hemos visto cómo se puede reanimar un territorio y su población a partir de su patrimonio histórico y cultural. Ahora nos toca a nosotros, los gestores que cada año va sumando esta joven escuela, preservar y dar continuidad a la obra fundada por Roig y potenciada por Leal.
A nuestro Maestro Mayor: la gratitud, por una labor que ha configurado para bien nuestras vidas  y las de muchas generaciones en el Centro Histórico. Y por seguir sembrando el futuro con empeños como este Colegio que nos formó y del que hoy egresamos, con compromisos y esperanzas.
¡Entonces, si desde este día podemos emprender la obra y subir la cuesta!
Si podemos llevar  la cabeza sobre nuestros hombros bien puesta.
Si podemos soñar, sin que nuestros sueños nos dominen,
Y pensar, sin que nuestros pensamientos sean nuestra meta,
Si podemos esperar sin que nos canse la espera,
Si podemos perder y volver a comenzar desde el principio,
Y si podemos poner al servicio de nuestros fines, corazón, entusiasmo y fortaleza y llenar el implacable minuto, con sesenta segundos de esfuerzo denodado:
Nuestra es la tierra y todo cuanto en ella hay,  y más aún:
Seremos Hombres y Mujeres, compañeros míos!

Imagen superior: Graduados y profesores de  la licenciatura en Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural, que incluye los perfiles de Gestión Sociocultural, Arqueología, Gestión Urbana y Museología. Imagen izquierda: El coro Ensemble Vocal Luna, quienes entonaron el Himno Universitario, y como parte de la velada cultural interpretaron temas como Drume Negrita, de Eliseo Grenet, y Sin palabras, de Wilma Alba, directora de la agrupación coral. 

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