El próximo 6 de junio, concluye oficialmente la obra de restauración del Castillo de la Real Fuerza de La Habana, una de las obras más importantes que podamos haber realizado en el Centro Histórico, afirma el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler.

El castillo era el depositario de los caudales: la plata, el oro, las esmeraldas y todo cuanto significaba una producción convertible en riqueza que sostuvo durante siglos a la corona española en toda su enorme acumulación, tanto en lo que a la península se refiere como en sus guerras y batallar en suelo europeo.


 El próximo 6 de junio, concluye oficialmente la obra de restauración del Castillo de la Real Fuerza de La Habana, una de las obras más importantes que podamos haber realizado en el Centro Histórico.
Se tuvo en cuenta el largo historial de este monumento militar en la historia del Caribe español, pues después de la Torre del Homenaje en la actual capital de la República Dominicana, es la obra militar más antigua que marca la presencia de la conquista española en el continente americano.
Terminado de construir en 1577, ha sido un símbolo de la ciudad y es uno de los tres castillos o torres protectoras que, con forma de plata labrada, integran el escudo de la Ciudad de La Habana, sobre un campo azul y con una llave de oro. Estas tres fortalezas son la de los Tres Reyes Magos –El Morro–, el Castillo de San Salvador de la Punta y el Castillo de la Real Fuerza. Esta última es también simbólica porque en la torre se colocó a La Giraldilla, obra del escultor y fundidor de la Ciudad de La Habana, Jerónimo Martín Pinzón. Fue un lindo regalo si se tiene en cuenta que ella, junto a la Giralda de Sevilla –el famoso Giraldillo, como le llaman en aquella ciudad, marcaba el encuentro entre dos mundos: Europa y América. Un viaje que se iniciaba en La Habana cuando los galeones de Su Majestad, procedentes de distintos puertos, se agrupaban para partir con los vientos de abril más o menos en esta época y hacer el salto atlántico.
El castillo era el depositario de los caudales: la plata, el oro, las esmeraldas y todo cuanto significaba una producción convertible en riqueza que sostuvo durante siglos a la corona española en toda su enorme acumulación, tanto en lo que a la península se refiere como en sus guerras y batallar en suelo europeo.
La leyenda de los galeones será evocada en el museo –que abrirá sus puertas en breve, porque ahí se han colocado las maquetas de los cortes en sección de las distintas naves, la excelente reproducción a escala del Santísima Trinidad– el buque más hermoso, la nave de combate más importante construida en el puerto de La Habana en aquella cuarta década del siglo XVIII; nave que combatió y se perdió en la batalla de Trafalgar en 1805 y que era en sus múltiples reformas, un navío capaz de llevar 142 cañones y 1111 marinos de tripulación.
Blasco Ibáñez, en los Episodios nacionales, en Trafalgar, describe la majestad y la hermosura del Santísima Trinidad, evocada ahora en una maqueta perfecta, realizada tomando en cuenta el más mínimo detalle y que el público podrá ver en el interior del castillo.
Pero quizás lo más importante que celebre la fortaleza –sede de diversas instituciones a lo largo del período colonial, de la guarnición que custodiaba la Plaza de Armas y el Palacio del Gobierno, y luego del triunfo de la Revolución, asiento de la Comisión Nacional de Monumentos y del Museo de Armas– es sin lugar a dudas, el tesoro que contendrá.
A partir de conmemorar la firma o la suscripción por el Estado cubano, del Tratado Internacional sobre los bienes culturales que yacen bajo el mar (el patrimonio subacuático), esta riqueza, por vez primera, va a ser expuesta en su totalidad en el castillo: las joyas más hermosas, la forma en que se exportaba el oro y la plata de América y otras magníficas producciones continentales que van a darnos una idea de lo que el Museo quiere proponer a su público. Todo esto contando con la restauración y preparación del castillo para un empeño tan importante.
Tendrá ahora sus dos puentes: el que conocimos, el puente levadizo, y uno nuevo, que sustituye un puente antiguo que no llegó hasta nuestro tiempo.
En la puerta del castillo está ya el nuevo puente de madera y cristal que permitirá una rotación del público en el interior de la fortaleza. Y una vez en el interior, descubrirán las armas, la estatua original de la Giraldilla –hasta ahora conservada en el Museo de la Ciudad– que podrá ser visitada y reconocida; armaduras, armas de la época, objetos arqueológicos disímiles, todo lo que contribuya a una cultura sobre el patrimonio subacuático y que sirva de homenaje a la labor inmensa de los arqueólogos submarinos y de todos aquellos que han trabajado en los mares de Cuba, buscando una respuesta a las incógnitas de la mar.

Eusebio Leal Spengler
Historiador de la Ciudad de La Habana

Tomado de Habana Radio

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