La Casa de Asia mantiene abierta al público la exposición de los artistas Alfredo Chong López y Guido Soto Hernández. Dedicada a los primeros chinos culíes que llegaron a la Isla en los siglos XIX y XX, la muestra está integrada por esculturas de pequeño formato (técnica de papier maché) y por fotografías digitales.
Mediante la escultura uno y el fotomontaje el otro, Alfredo Chong López y Guido Soto Hernández, inmortalizan personajes populares que hicieron historia y forman parte de nuestras tradiciones.

 Han transcurrido 160 años desde la llegada de los primeros chinos a Cuba. Siglo y medio de presencia china en la Isla presupone un mestizaje más allá de lo que es comúnmente apreciable en cuanto al aporte de características raciales en el cubano actual; algo mucho más profundo que se expresa en la cultura y el modo de ser contentivo de esa fusión que los años, la convivencia y la asimilación han prodigado.
La propia historia del país en su lucha independentista y la consecución de una identidad nacional a finales del siglo XIX, el curso y desarrollo de los difíciles avatares que como nación hubo de transitar a lo largo de la primera mitad del siglo XX y las transformaciones operadas a partir del triunfo revolucionario de 1959, marcaron y definieron el contexto histórico en el que habría de desenvolverse la integración de los inmigrantes chinos en la sociedad cubana desde que en 1847 arribaran por primera vez, como oleada migratoria importante a esta tierra, transformando y modificando, a tenor, del momento histórico en que esa y otras oleadas sucesivas, así como éxodos importantes, sus motivaciones, comportamiento y accionar dentro de la sociedad a la cual se habían inevitablemente integrado.
Estos elementos históricos permiten comprender los cambios que habrán de operarse en la mentalidad del inmigrante. A lo largo de muchos años de reafirmación de la cubana el chino se integra y se reproduce, al mismo tiempo que se protege a través de sus nexos asociativos. Junto a esta necesidad de unirse fueron dando vida, con el asentamiento poblacional y de oficios, al nacimiento del barrio Chino de La Habana en el perímetro de la calle Zanja llegando, en virtud de su expansión e importancia, a configurar el más populoso y dinámico espacio de chinos en Latinoamérica con importantes irradiaciones al resto de la Isla donde las pequeñas pero prósperas comunidades reproducían en pequeña escala el fenómeno habanero integracionista.  Cuando la revolución triunfante de enero de 1959 sacudió a toda la sociedad cubana, los inmigrantes chinos bien lejos ya de aquellos culíes de los que sólo las páginas de la historia se acordaban, asumieron los cambios de diferentes maneras. Unos, aquellos con una posición económica que los igualaba a la burguesía criolla, formaron parte del éxodo de los años iniciales de la revolución, otros, asustados y también afectados en sus negocios, decidieron sumarse a la partida y una parte muy importante de ellos, permanecieron en Cuba donde habían echado sólidas raíces. La historia de este periodo de la comunidad china no es otra que la de la sociedad cubana, se comportaron como parte de ella y de ese modo actuaron. La vida de las sociedades se vio seriamente afectada por la disminución abrupta de su membresía y de los pudientes socios que subvencionaban a las mismas lo cual, sin dudas, asestó un golpe muy duro y devastador a la vida social de la comunidad china y del barrio.
Cuando esta comunidad de reconocida participación en la formación de la cultura cubana parecía que se extinguiría, un grupo de descendientes, en 1995, apoyados por la comunidad de chinos naturales creó el Grupo Promotor del Barrio Chino de La Habana, entidad estatal fundada con el objetivo de preservar las costumbres, el idioma y la cultura de los chinos asentados en Cuba, así como promover las relaciones y contactos de las relaciones existentes en Cuba con sus homólogas en el mundo y convertir al Barrio Chino de La Habana en un gigantesco proyecto socio-cultural de reanimación y conservación de las tradiciones. El paso oficial del Barrio, en enero de 2006, a la dirección de la Oficina del Historiador de la Ciudad no cambia la esencia, sino que adecua a nuevos tiempos el propósito inicial.  E inmerso en esta nueva dinámica y heredero de un pasado reciente, Alfredo López evoca, a través de esculturas de pequeño formato en papier maché en las que ha dado vida a los chinos y chinas que llenaron con sus ir y venir el corazón del barrio, los olores intrínsecos de sus calles y la presencia imperecedera de sus imágenes; exquisita y pura plasticidad que Guido Soto artísticamente manipula con profesional tecnicismo para a través de imágenes fotográficas permitirnos imaginar cómo y de qué manera engalanarían el entorno haciendo con ello, vibrar dentro de su hábitat a tamaño natural a partir del fotomontaje a esos forjadores de nuestra identidad nacional.
Loable muestra que los artistas proponen y a través de las cuales, dando la mano o compartiendo un mismo espacio con el paisano haríamos de nuestras calles habaneras un lugar más humano y bello.
Dra. María Teresa Montes de Oca Choi
Presidenta de la Cátedra de Estudios Sobre la Inmigración China

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