Como cada 27 de noviembre, estudiantes, historiadores y trabajadores de la Oficina del Historiador, asi como miembros de la Asociación Canaria de Cuba, y de otras sociedades españolas, se dieron cita este jueves en la Acera del Louvre para rendir homenaje a la memoria de Nicolás Estévanez y Murphy, capitán del ejército colonial español, quien protestó contra el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, en 1871.

«Acudimos al mismo lugar donde trabajadores del Hotel Inglaterra contuvieron a Nicolás Estévanez», expresó el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, durante el acto de homenaje a este capitán del ejército español, cuya protesta pública significó un honorable acto de solidaridad para con los ocho estudiantes de Medicina.

Como cada 27 de noviembre, estudiantes, historiadores, trabajadores de la Oficina del Historiador, asi como miembros de la Asociación Canaria de Cuba, y de otras sociedades españolas, se dieron cita este jueves en la Acera del Louvre para rendir homenaje a la memoria de Nicolás Estévanez y Murphy, capitán del ejército español, quien protestó contra el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, en 1871.
Las palabras centrales del acto de recordación estuvieron a cargo de Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, quien se refirió a la trascendencia histórica de la ejecución de aquellos jóvenes, acusados de infidencia por el supuesto delito de ultrajar la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón. Estos sucesos, explica Leal Spengler, estaban directamente relacionados con la situación revolucionaria que vivía Cuba desde hacía cuatro años, desde el 10 de octubre de 1868, cuando un grupo de cubanos —en su mayoría jóvenes— se alzaron en armas para lograr la independencia de la Isla. Por tanto, la condena a los estudiantes de Medicina era un reflejo la reacción del colonialismo español ante ese afán independentista. Esos ocho jóvenes «no murieron como criminales, murieron víctimas de sus alucinaciones políticas —y agregó— se convirtieron en símbolo de lo que el adversario quería aplastar y herir».  
En otro momento de su intervención, el Historiador de la Ciudad destacó la actitud de Fermín Valdés Domínguez (compañero de aula de los estudiantes ejecutados, y sobreviviente de los sucesos) para probar la inocencia de sus compañeros. Enterado de que el 14 de enero de 1887 serían cremados los restos de Gonzalo de Castañón, Valdés Domínguez acudió al cementerio de España para pedir al hijo de Castañón un atestado en que hiciese constar cómo había encontrado el nicho nunca profanado de su padre, documento que obtuvo. «En ese momento se derrumbó toda la mentira que hasta ese momento fue sostenida, y pudo el pueblo cubano reunir centavo a centavo para erigir un monumento en el cementerio de La Habana».
También hizo referencia al monumento erigido en La Punta, lugar donde fueron ejecutados los estudiantes de Medicina. Hoy allí, sus predecesores en el tiempo les rinden guardia de honor. «Mientras nosotros acudimos al mismo lugar donde trabajadores del Hotel Inglaterra contuvieron a Nicolás Estévanez». Su acto de protesta, remarcado al romper su espada y los galones de su charretera, significó un honorable acto de solidaridad para con los estudiantes, concluyó Leal Spengler.
Para retribuir este gesto, el primer Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Lechsenring, inició este homenaje a la memoria de Nicolás Estévanez, el 27 de noviembre de 1937, día en que también fue develada la tarja escultórica hecha en bronce por el artista Juan José Sicre, y que incluye una leyenda redactada por Roig:


«En esta “Acera del Louvre”, el 27 de noviembre de 1871, siendo Capitán del Ejército Español, dio ejemplo excepcional de dignidad, valor y civismo, al protestar públicamente contra el fusilamiento de los ocho inocentes estudiantes cubanos inmolados aquel día por los voluntarios españoles de La Habana. Abandonó la Isla, renunció a su carrera, se negó a reingresar en la milicia; fue, en tiempos de la primera República Española, diputado y Ministro de Guerra; y jamás se arrepintió de aquella su nobilísima actitud, pues para él “antes que la patria están la humanidad y la justicia”.
Cubanos y españoles ofrendan a la memoria del esclarecido republicano, hijo de las Islas Canarias, este homenaje, en testimonio de respeto y admiración, a 27 de noviembre de 1937».


Realizado ininterrumpidamente desde hace 77 años —excepto el año 1858— este homenaje a Nicolás Estévanez se ha convertido en una de las tradiciones de mayor arraigo dentro de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Sobre su trascendencia histórica, vinculada además al contexto en el cual quedó emplazada esta tarja escultórica en el espacio público habanero, profundizaremos en un artículo que saldrá en el próximo número impreso de Opus Habana.

 

Celia María González
Opus Habana

 

 El Historiador de la Ciudad, Eusebio leal Spengler, durante el homenaje a Nicolás Estévanez en la Acera del Louvre.

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