Durante este año se celebra el bicentenario de la muerte del gran compositor cubano del siglo XVIII Esteban Salas, cuya obra era clasificada de «venerable».
La musicóloga Miriam Escudero reseña la manera en que desde la muerte de Salas, en 1803, se ha rescatado y perpetuado la obra de este compositor.

 Era el 14 de julio de 1803 cuando el pueblo de Santiago de Cuba rindió honores póstumos a Esteban de Salas y Castro —así solía firmar a pesar de que era Montes de Oca su apellido materno—, quien se había desempeñado como maestro de capilla de la Catedral de esa ciudad durante 39 años y, al final de su carrera, dejaba al archivo catedralicio un precioso legado de más de un centenar de obras litúrgicas y villancicos.
En una pequeña capilla cercana a la Catedral fue enterrado su anciano cuerpo, junto a Nuestra Señora del Carmen, la virgen que inspirara algunas de sus más sentidas salves y letanías. Allí, a un costado del altar, una lápida marca el lugar de su sepultura, mientras que en la fachada del templo, otra tarja recuerda al viajero que allí yace el gran músico cubano a quien los santiagueros en su despedida dedicaran un precioso soneto: No es muerto Estévan, nó, que vida ha sido...
La obra de Salas fue perpetuada por el maestro de capilla que le sucedió, Juan París, quien realizó numerosas copias de las composiciones de aquél, de modo que pudo continuarse y renovarse su interpretación en los oficios de la Catedral. El digno discípulo mantuvo viva la costumbre de componer los villancicos que cada año —como en tiempos de Salas— eran estrenados en las vísperas y maitines de Navidad. Todavía en las postrimerías del siglo XIX aparecen alusiones a su música en los inventarios de la capilla, y copias más modernas de sus manuscritos autógrafos demuestran la vigencia y aceptación de su lenguaje musical en fecha tan tardía como 1882.
Ya en 1855, el Semanario Cubano había publicado el primer artículo dedicado a la memoria de don Esteban de Salas, cuya obra era calificada como «venerable». En lo adelante, alguna que otra vez, su nombre fue mencionado en estudios puntuales sobre la música cubana, pero una vez disuelta la capilla y con la entrada del nuevo siglo, su figura comenzó a ser, poco a poco, olvidada.
De manera que fue trascendental el momento en que el novelista, crítico y musicólogo Alejo Carpentier descubrió los antiguos manuscritos del prodigioso músico habanero, extraviados en un viejo armario de la Catedral de Santiago de Cuba. Consciente del valor de esos documentos, Carpentier se atrevió a enjuiciarlos estilísticamente en un capítulo de su libro La música en Cuba, publicado en 1946.
 A raíz de este hallazgo, el significado histórico de la figura de Salas es apreciado por investigadores de la talla de José Luciano Franco, quien en 1953 —en ocasión del 150 aniversario de la muerte del genial compositor— escribe para la revista Carteles un artículo titulado «Salas, el compositor olvidado». Tres años más tarde, Pablo Hernández Balaguer comienza su ingente labor de catalogación de la obra salasiana, algunos de cuyos villancicos y piezas litúrgicas son grabados por el Coro de Madrigalistas entre 1959 y 1960, según transcripciones del propio Balaguer y de Hilario González.
OTROS HITOS CONMEMORATIVOS
Desde noviembre de 1959 comenzó con el auspicio de la Universidad de Oriente —según comenta Miguel García, director del Coro de Madrigalistas— el esfuerzo por hacer sonar, 157 años después, la música de Salas. Así, cuatro de sus obras fueron interpretadas, el 28 de febrero de 1960, en un inolvidable y exitoso concierto realizado en la Catedral de Santiago de Cuba, escenario real de la vida del gran compositor cubano del siglo XVIII. Unos meses más tarde, con igual éxito, fue llevado el programa a La Habana y, ese mismo año, se grabó un disco.
También en 1960, bajo la égida de la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación, se realizaron «tres conciertos totalmente consagrados a la producción de Esteban Salas, a fin de divulgar, por medio de la audición directa, de la televisión y de la radio, la obra de un extraordinario compositor nuestro que no es tan sólo una adquisición para la música cubana, sino también para la música universal», según escribió Alejo Carpentier en las notas de uno de los programas.
Así, el viernes 15 de abril, en la Iglesia del Espíritu Santo, monseñor Ángel Gaztelu —su párroco— predicó el Sermón de las Siete Palabras, a la par que se interpretaba —por primera vez— la versión musicalizada de este texto sagrado atribuida a Esteban Salas. Dirigido por Juan Viccini, este peculiar oficio de Semana Santa estuvo a cargo de un coro, dos solistas y un conjunto de cuerdas. Otras celebraciones importantes tuvieron lugar durante 1975, cuando se conmemoró —el 25 de diciembre— el 250 natalicio del compositor. A cargo de la soprano Emelina López y el pianista Raúl Iglesias, se efectuó un concierto en el Palacio Nacional de Bellas Artes. Y en el Festival de Coros de ese año —evento que siempre ha propiciado un espacio para la obra de Esteban Salas—, los grupos participantes grabaron parte del repertorio de Salas para reproducirlo posteriormente en un disco de larga duración.
Pero no es hasta 1996 que la interpretación de la obra de Salas adquiere una proyección internacional, cuando el coro Exaudi —bajo la batuta de María Felicia Pérez— graba los tres primeros discos compactos (CD) con el sello discográfico Jade.
Corresponde al Conjunto de Música Antigua Ars Longa (Oficina del Historiador), que dirigen Teresa Paz y Aland López, el haber dado continuidad al rescate y difusión de la obra de Salas como el gran exponente cubano dentro del barroco universal. Para ello, se ha llevado a cabo la revisión y estudio de innumerables manuscritos inéditos en aras de su transcripción e interpretación inmediatas en correspondencia con la realidad sonora del siglo XVIII. De ahí, la colección de libros Música Sacra de Cuba, siglo XVIII, y los consecuentes discos grabados: Nativité à Santiago de Cuba y Cantus in honore Beatæ Mariæ Virginis. Este último CD fue galardonado con el Gran Premio Cubadisco 2003.
Gracias a la programación semanal de conciertos en su sede —la iglesia de San Francisco de Paula—, esta labor de rescate de Ars Longa llega al más amplio público y alcanza su mayor esplendor con la celebración anual de las Jornadas de Música Antigua Esteban Salas. Surgieron estas jornadas en diciembre de 2000 al conmemorarse el 275 aniversario de su nacimiento, y se han convertido en Festival Internacional justamente este año 2003, nombrado «Año Salas» por decisión del Instituto Cubano de la Música para homenajear el bicentenario de su muerte.
En su concierto de este sábado 12 de julio, Ars Longa ha invitado al Coro Polifónico de La Habana —que dirige Carmen Collado— para rendir justo tributo al músico-poeta cubano, interpretando sus cantos a la Virgen y al niño Jesús. Ojalá y estas piezas, tan representativas de su talento artístico, sean cantadas en Cuba in æternum, o sea, por siempre.

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