La exposición «Impermanencia», de Alberto Hernández Reyes, quedó ianaugurada en la tarde de hoy, viernes 13 de enero, en la galería exterior del Palacio de Lombillo.

La exposición «Impermanencia», de Alberto Hernández Reyes está integrada por ocho lienzos de mediano y gran formatos.

«Impermanencia» es una exposición que versa sobre el carácter voluble e inasible de los fenómenos naturales, sobre su constante mutabilidad. Se trata de paisajes rurales preñados de un gran misticismo, donde una atmósfera vaporosa envuelve las figuras y desdibuja sus contornos hasta los límites de la duda, de la sospecha. En este sentido a veces las nubes y otros elementos del campo visual adquieren formas ambiguas, imprecisas, que bien pudieran ser zoomorfas, antropomorfas, etc.
Lo cierto es que se respira mucho enigma en los motivos de representación, lo cual nos convida todo el tiempo a la desconfianza, al extrañamiento. Tal vez por ello, además de por la gama cromática escogida (mayormente colores sobrios, que apuestan por la opacidad y la neutralidad: sienas, ocres, grises), nos resulte tan difícil contextualizar las escenas expuestas en un tiempo y un espacio concretos, cercanos a nuestro marco de referencia inmediato. Esos campos pueden ser de Cuba y del mundo, pueden mostrársenos indistintamente de día y de noche, alegres y tristes, estáticos y dinámicos; poco interesan al artista los hallazgos a modo de certidumbres. Antes prefiere la irresolución, la ambivalencia.
También se siente mucha soledad al contemplar las telas. Ensimismamiento. Retiro. Lo cual puede guardar relación con ciertas zonas de la filosofía budista, que tanto interesan al creador, y que de algún modo han formado parte de sus prácticas de vida cotidianas.
Si a esto sumamos el dato de que el ser humano está ausente de todos los escenarios presentados, los niveles de lectura se elevan. Cabría preguntarse entonces si el artista opta por el paisaje por el solo hecho de su específico estético, o si se esconden otras preocupaciones de orden humano, societal. Si se trata de la palma en su inmanencia, o en su diálogo con factores heterónomos.
Dichas interrogantes nos harían meditar a su vez sobre la pertinencia o no del género en los tiempos actuales, sobre cuál debería ser la responsabilidad ética de un artista en la Cuba del siglo XXI. Así nos debatiríamos entre el compromiso y la evasión, el hedonismo y su opuesto. Colocarnos ante esas dudas es, a mi modo de ver, el mayor acierto de la obra de Alberto Hernández Reyes.

Píter Ortega Núñez
Crítico de arte


Momentos de la inauguración de la exposición «Impermanencia», en el Palacio de Lombillo, del artista Alberto Hernández Reyes (al centro, en la imagen superior). A la izquierda: Impermanencia II (2007-2011) Óleo sobre lienzo (90 x 135 cm).

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