Figura mítica de la cultura cubana, Gertrudis Gómez de Avellaneda no ha encontrado aún la biografía que la ordene, explique y —al mismo tiempo— la ponga, para decirlo físicamente, en las manos de sus lectores. Con su gran maestría e intelecto, se acerca Antón Arrufat a la vida de una figura mítica de la cultura cubana y al abordar pasajes de su vida, el autor se pregunta qué hay de cierto y qué de imaginado en sus papeles autobiográficos. Este artículo fue publicado en el no. 20 de la revista Opus Habana, con portada de Aguedo Alonso.
 

Durante las jornadas de celebración por el aniversario 498 de la fundación de la villa San Cristóbal de La Habana, será presentado el número 51 de Opus Habana, el venidero miércoles 15 de noviembre, a las 11:00 a.m., en la calle de madera (Tacón e/ Obispo y O'Reilly, Plaza de Armas). Previamente  —a las 10:00 a.m.— tendrá lugar la tradicional ceremonia alrededor de la ceiba de El Templete, durante la cual el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, dejará reinaugurado ese espacio.
En portada: Retrato realizado en 1981 por Oswaldo Guayasamín al Comandante en Jefe Fidel Castro.

Más allá de realizar una apología de la Loynaz, de lo que se trata es de acercarse a una fecha, un hecho y una institución cultural lamentablemente olvidados, a los que estuvo profundamente ligada la poetisa con residencia en la calle 19 esquina a E, en el Vedado.

 La imagen de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) ha sido una constante en las colecciones de sellos de correos de Cuba desde que, en 1914, fuera puesta en circulación una estampilla a propósito del centenario de su nacimiento.
 Desde la muerte de su progenitor, siendo apenas una adolescente, Gertrudis Gómez de Avellaneda (TULA) se propuso viajar a la tierra de sus ancestros paternos. A Sevilla llegó por primera vez cuando tenía 24 años, y allí quiso que reposaran sus restos, junto a los de su último esposo, en el cementerio de San Fernando.