Testimonio de la hermandad entre las patrias de Juárez y Martí es el libro La Casa de México en La Habana presentado el viernes 17 de abril de 2009 en esa institución. En una cuidada edición, conmemorativa por los 20 años de fundada esta Casa-Museo, el volumen recorre los años de trabajo y de fortalecimiento de los vínculos históricos y culturales entre dos pueblos que son, como escribe Eusebio Leal Spengler, «hijos de la esperanza y de la promesa, de una civilización que en un momento de especial lucidez fue bautizada por José Vasconcelos como “raza cósmica”».
Sobre los sólidos cimientos fraguados en más de cuatro siglos de historia compartida entre Cuba y México, nació la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez.
 
 Desde su fundación la Casa ha difundido la cultura mexicana y el proyecto restaurador del Centro Histórico habanero.
En el momento de creación de la Casa —que contó con el entusiasta apoyo del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), presidido entonces por el compañero René Rodríguez Cruz—, la proximidad temporal de sucesos trascendentales centraba la percepción que de México tenía la mayoría de nuestro pueblo. «De México, el común de la gente extranjera no sabe más que es un país con bellos paisajes, algunos volcanes, buen clima y muchas revoluciones. Y son pocos los que tienen la paciencia intelectual necesaria para obtener algunos informes sobre lo que México es, sobre lo que ha sido y sobre lo que desea llegar a ser»,1 escribió el catedrático mexicano Arturo Arnaiz y Freg. Para el cubano, México era, sobre todo, el sitio de donde zarpó el yate Granma; la nación que se mantuvo junto a Cuba en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada en Punta del Este, Uruguay, en 1962;2 el país de una extensa y popular producción cinematográfica,3 y su resultante: la expansión del corrido y la canción ranchera interpretados por mariachis, junto al jarabe tapatío y el son jarocho.
Es por ello que la población adulta, en nuestra Isla, se identificaba con los acontecimientos y expresiones culturales antes mencionados, mientras que para los  jóvenes constituían memorias escuchadas de sus padres o abuelos, y los niños prácticamente nada sabían de esos vínculos: «Debemos reconocer, sin rubor ni amarguras, que nuestros dos pueblos, como ocurre en ciertas uniones apasionadas, se aman mucho y se conocen poco».4
Al analizar las particularidades apuntadas, la Casa Benito Juárez se propuso mostrar la compleja diversidad del pueblo mexicano, para lo cual partió de reconocer que «México es muchos Méxicos. Lo es, no sólo por las dramáticas diferencias sociales que lo caracterizan, sino porque los antecedentes étnicos, las tradiciones culturales y los contextos ecológicos varían de una región a otra (…)».5  
Se diseño una estrategia de promoción cultural que incluyó todas las manifestaciones artísticas, pero la música recibió un tratamiento priorizado en tanto históricamente ha sido la expresión que mayor intercambio ha propiciado entre nuestros pueblos. Esta recíproca influencia tiene su origen en la colonia y alcanza su cima en el siglo XX, potenciada por la radio, el cine y la televisión. En la actualidad existen en la red de emisoras nacionales aproximadamente un centenar de espacios radiales dedicados a la música mexicana, y desde 1950, cuando se captaron las primeras imágenes televisivas en la capital cubana, los nombres de Pedro Vargas, Toña La Negra, Jorge Negrete y Agustín Lara, entre otros, se hicieron más familiares, aunque la generalidad ya tenía un espacio en el corazón de los isleños gracias a su exitosa carrera cinematográfica.  
Sobre la base de estas consideraciones surgieron las «Tardes de la Música Mexicana», que han reunido, durante doce años, a los intérpretes de esta manifestación en nuestro país. Mariachis como Oriente, Real Jalisco, Guamá y Armónicos Gavilanes, junto a los solistas Lolita López —«la Voz Ranchera de Cuba»—, Minerva Barceló, Cristóbal Paumier, Fidel Villamar, Rogelio Rivas y muchos otros, protagonizaron, y algunos aún lo hacen, esos encuentros, que  tuvieron como antecedente un espectáculo que durante cerca de un año, desde septiembre de 1989, dirigió y condujo el cantante y director artístico Hugo Oslé: «La Música, Usted…y Algo Más», en el que participaron relevantes figuras de la cultura cubana, algunas muy cercanas a México.
Numerosos intérpretes mexicanos han traído su arte a la Casa, y gracias a ello el público ha tenido oportunidad de escuchar corridos, jarabes, huapangos, danzones, sones y canciones,  advirtiendo en estas expresiones de la música popular, particularidades étnico-regionales e influencias exteriores. Las modalidades llamadas «clásicas» o «cultas» y el jazz también han sido abordados, con lo cual se ha ampliado la visión acerca de la pluralidad musical de México. Recientemente, en el papel de museo coadjutor, se ha incluido en nuestro proyecto una idea surgida en la emisora Habana Radio: «La Cita»,6  que con un guión que comparte el espíritu de las Tardes de la Música Mexicana, y desde una posición de respeto a nuestros objetivos y prioridades, difunde la buena música cubana y apunta sus nexos con México.
 
 Desde la misma entrada se puede apreciar la preponderancia de las artes plásticas oriundas del país azteca.

Estos espacios musicales, de incuestionable calidad, propiciaron el intercambio con la comunidad, y desarrollaron un público asiduo a nuestras ofertas culturales, con un sentimiento vivo de pertenencia a la Casa. Paralelamente, para crear una cantera joven que garantizara la continuidad, copatrocinamos —junto a la Dirección Provincial de Cultura de La Habana, la Sociedad Cubano-Mexicana de Relaciones Culturales, Artex, el periódico yucateco Justo Medio y el Instituto Cultural Quintana Roo-Cuba— el concurso de interpretación «La Lupe», que hasta su octava edición en 2007 reunió a aficionados de la provincia La Habana, y ya en 2008 se hizo extensivo a los cultivadores de la música mexicana de todo el país.
Otra tradición ha sido singularmente recreada en la Casa Benito Juárez: el Día de Muertos. En noviembre de 1991 una delegación de la Casa de la Cultura de Tlalpan, encabezada por su directora, María Esther Massieu, realizó la exposición La Muerte Viva, un recorrido visual y musical desde la época prehispánica hasta nuestros días, que nos acercó a la curiosa manera que tienen los mexicanos de ver la muerte. En 1996 nació la idea de poner una ofrenda para evocar a destacadas personalidades de Cuba y de México; el primer altar fue dedicado a los escritores Juan Rulfo y Eliseo Diego, y desde entonces se ha cantado la hermandad de nuestros pueblos más allá de la vida.7
Mientras se afianzaban los proyectos mencionados se fue conformando una colección que incluía las artes plásticas y el arte popular. Este acervo, fruto de donaciones recibidas desde México, posibilitó concebir una exposición permanente.8 La mayor parte de los fondos, hasta hoy, son piezas artesanales —de función utilitaria o ceremonial—, cuya producción y comercialización constituyen medios de vida para un apreciable sector de la población mexicana. El análisis de la colección se dirigió a destacar esos aspectos, y tales razones definieron el perfil etnográfico de la Casa. Después de una labor sistemática de investigación, se decidió, por su valor intrínseco y por sus múltiples asociaciones con el arte popular, abordar tres elementos: el tianguis, el pulque y la gastronomía.
El tianguis es una feria o mercado donde se reúnen los vendedores de los pueblos para ofrecer sus productos, y los hay de todo tipo en la república mexicana: de productos alimenticios, ropas, artesanías, etc. Concurrir al tianguis es una tradición muy arraigada en la población, y en ellos, más allá del aspecto comercial, se pueden apreciar rasgos de una cultura o pueblo, como el habla, las costumbres y los medios de vida.
En relación con el pulque, se cuenta con varios testimonios históricos acerca de su consumo en casi todas las regiones de México, y aún hoy, a pesar de que esa industria se está perdiendo, es toda una tradición nacional. Esa bebida ha generado un fenómeno que algunos especialistas llaman «cultura pulquera», en la que el maguey y el pulque están asociados con una enorme variedad de mitos, ritos, juegos, poesías, canciones y artesanías. Reseñar su origen y evolución, junto a los de otras bebidas autóctonas y su repercusión económica, social y cultural, constituye también un propósito de la muestra permanente.
La gastronomía no sólo es un arte con reglas y encantos propios, sino que resulta una fuente de conocimientos sobre las particularidades de la cultura —o culturas— de un país.  En este sentido Alfonso Reyes señalaba que: «Hoy se habla mucho de la Historia de la Cultura… y no veo por qué, si esta se ocupa del mueble y del vestido, no haya de tomar en serio la cocina».9 Además, el autor de Memorias de cocina y bodega solía decir que la línea más dinámica de una cultura es su cocina, porque mediante ella pueden aprehenderse mucho más rápido las costumbres y tradiciones de un pueblo. La comida mexicana, con sus marcados rasgos de originalidad, amplitud, variedad y tipismo, ha influido poderosamente en la forja de una idiosincrasia muy particular.
Al concebir la exposición permanente con los contenidos enunciados, cerrábamos un ciclo de estudio de nuestra colección.  
Por otra parte, las exposiciones transitorias, a través de las cuales mostramos la ruta versátil y potente de la creación mexicana, han sido claves en nuestra labor. Mientras no se contó con una amplia colección, garantizaron la vida de la Casa y sirvieron como eslabón de enlace con artistas y entidades culturales en México. Hoy potencian la renovación de los contenidos museísticos.  
Asimismo, el programa de exposiciones temporales se ha nutrido de importantes eventos  acogidos por la Casa como la Bienal de la Habana y la Feria Internacional de Artesanías (FIART). En las ediciones de la Bienal, desde 1989 hasta 2009, el público ha podido apreciar el lenguaje contemporáneo del arte mexicano. Con FIART llegaron a nuestra sede, en 1989 y 1991, las tradiciones manuales de los pueblos latinoamericanos, pues recibimos trabajos de México, Chile, Argentina y Brasil.  A partir de entonces se entablaron vínculos de trabajo con la ACAA —Asociación Cubana de Artesanos Artistas—, junto a la cual se han organizado exposiciones de diferentes manifestaciones artesanales.
 
 Además de pinturas se pueden ver esculturas, artesanías, literatura y el mobiliario tradicional mexicano.
En estos años se ha generado en la Casa del Benemérito de las Américas un programa de eventos artísticos, académicos y cívicos. Entre los primeros sobresalen las jornadas culturales regionales, que han posibilitado el acercamiento a la música, la danza, la literatura, el cine, la pintura, la fotografía y la artesanía, entre otras expresiones que identifican a los estados participantes: Campeche,10 Veracruz, Guanajuato, Morelos, Michoacán, Coahuila, Yucatán, Nuevo León, Zacatecas, Oaxaca y Guerrero.
La danza ha estado presente en la Casa de México desde inicios de 1990, cuando surgió la Cita con el Danzón, dedicada a este género llevado a México por nuestros músicos desde finales del siglo XIX. En la Cita, que con el tiempo se transformó en Patio Danzonero, se bailaban danzones interpretados por el Piquete Típico, la Orquesta de Enrique Jorrín y la Orquesta Siglo XX, y un profundo conocedor de los vínculos danzoneros entre ambos pueblos, Aurelio Rodríguez, Yeyo, ofrecía conversatorios sobre la historia del género. En el año 2005 se inauguró en la Casa Benito Juárez el II Festival de Danzón Habana, organizado por la UNEAC.
Desde 1996, otras modalidades danzarias han despertado cada año los patios y galerías de la Casa. Espiritualidad, música, luz, movimiento, símbolos… nos depara el Encuentro Internacional de Danza en Paisajes Urbanos, La Habana Vieja, Ciudad en Movimiento, en cuyas sesiones los espectadores han disfrutado, junto a manifestaciones tradicionales autóctonas, coreografías que demuestran una creativa apropiación de los códigos contemporáneos.
Otra manifestación acogida en la Casa es la literatura. En 1989 organizamos, junto a la Embajada de México, un ciclo de conferencias dedicado a recordar el centenario del natalicio de Alfonso Reyes, el «mexicano universal» a quien no hemos dejado de evocar año tras año en pláticas sobre su obra, «…fruto de la disciplina y de la integridad intelectual…».11 Nuestra biblioteca, que lleva su nombre, atesora un valioso fondo bibliográfico –más de cinco mil ejemplares– reunido desde el año 1966, cuando se fundó por iniciativa de un grupo de intelectuales, muchos de ellos amigos personales de Reyes y profundos conocedores de su obra, como Juan Marinello, Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo y Julio Le Riverend, por sólo mencionar algunos. La biblioteca fue creada por la Sociedad Cubano-Mexicana de Relaciones Culturales, constituida en 1963 por iniciativa del doctor Juan Marinello Vidaurreta, quien señaló: «La herencia cultural está en el libro y en la revista, en el periódico y la proclama, y no podrán conocerse las razones profundas de la marcha de un grupo humano sin el integral testimonio de su escritura».12
En 1991 sesionó en nuestros salones el I Seminario Nacional de Poesía y Narrativa, con la presencia de importantes intelectuales cubanos como Lisandro Otero, Guillermo Rodríguez Rivera y Eduardo Heras León, entre otros. Cuando se iniciaron los Festivales Internacionales de Poesía de La Habana a mediados de los 90, acogimos a los poetas de  México y de otras latitudes que fueron convocados a leer sus textos en una verdadera fiesta de la palabra.
Casi al inicio de esta ojeada a las líneas más generales de trabajo de la Casa apuntábamos cómo el cine fue, después de la música, la principal fuente de referencias de los cubanos sobre México. Con esa premisa, en 1993 comenzamos a proyectar cintas documentales y de ficción, con lo cual se inauguraba un espacio que, con diferentes denominaciones, perdura hasta hoy con el Cine Club, apoyado calurosamente por la Embajada de México, que nos proporciona los filmes para crear un fondo cinematográfico propio. Sin perder su objetivo de entretener, el proyecto ha ido perfeccionándose hasta convertirse en un apreciable generador de valores éticos y estéticos en la comunidad.  
Entre sus múltiples esferas de atención, la Casa ha fomentado el estudio de la historia de América Latina, y particularmente de México. Para ello organiza cursos libres y de postgrado sobre historia y cultura mexicanas, y conferencias y presentaciones de libros con temáticas afines. También acogimos los Congresos Internacionales de Historiadores Latinoamericanistas en su primera y segunda ediciones —1998 y 1999 respectivamente—, reuniones coauspiciadas por la sección cubana de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC), junto a la revista mexicana La Formación del Historiador, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, y varias universidades latinoamericanas y europeas. Esos Congresos tuvieron como antecedente el IV Taller Internacional Cubano-Mexicano para la Formación del Historiador, realizado en la propia Casa en 1996.13
La Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, como parte de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad, tiene entre sus prioridades «Desarrollar programas comunitarios que integren la población residente (en el Centro Histórico) a la acción cultural y social de nuestra Institución, especialmente dirigida a los grupos más frágiles: niños, ancianos y mujeres»,14 para lo cual, entre otras acciones, realiza los programas del Aula en el Museo, las visitas escolares y  los desayunos culturales para personas de la tercera edad. Durante más de una década hemos organizado actividades encaminadas a ampliar habilidades físicas e intelectuales de niños y ancianos,15 quienes, a su vez, se han convertido en público habitual de nuestros eventos cívico-culturales.
 
 El tributo a los grandes próceres latinoamericanos, como Benito Juárez, es una constante en la labor de esta institución.

Una práctica invariable durante todos estos años ha sido conmemorar las efemérides más señaladas de México; entre otras, el natalicio de Benito Juárez (21 de marzo), la Fiesta Nacional (16 de septiembre) y el inicio de la Revolución Mexicana (20 de noviembre). Por otro lado, la Casa ha sido sede de actos en los que se rubricaron convenios de colaboración entre Cuba y México en materia política, económica, educacional y cultural a diferentes instancias de poder, desde la nación hasta los municipios.
Innumerables han sido los visitantes de todo el mundo y especialmente de México recibidos en la institución. De este último país, acogimos a distinguidas figuras de la política y la cultura, y también a turistas, estudiantes, profesionales, hombres de negocio, etc. Presidentes y ex mandatarios mexicanos nos honraron con su visita. El licenciado Miguel de la Madrid Hurtado inauguró la Casa el 1ro. de noviembre de 1988, junto al Comandante en Jefe Fidel Castro, y también nos visitarían los licenciados Luis Echeverría, José López Portillo, Ernesto Zedillo Ponce de León y Vicente Fox Quesada.16
Desde su fundación la Casa ha contado con la colaboración indispensable de la Embajada de México en nuestro país. Los embajadores Ignacio Ovalle, Raúl Castellano Jiménez, Mario Moya Palencia, Beatriz Paredes Rangel, Carlos Tello, Claude Heller Roussant, Pedro Joaquín Coldwell, Heriberto Galindo, Ricardo Pascoe Pierce, Roberta Lajous, José Ignacio Piña y Gabriel Jiménez Remus han sido firmes pilares de nuestro trabajo.17
Celebramos los primeros veinte años de labor con la certeza sostenida por los fundadores de la Sociedad Cubano-Mexicana de Relaciones Culturales, que hicimos nuestra desde los primeros días: «Esta casa será en el futuro una enseñanza honda y singular para el pueblo cubano. En ella se cobijarán piedras y libros, óleos y grabados que ofrecerán a quien se les acerque uno de los ejemplos más ricos, complejos, contrastados y fecundos de la historia real de un pueblo extraordinario».
Lic. Miguel Hernández Montesino 
Director de la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez
(Este texto es uno de los capítulos del libro sobre la Casa de México)


Notas

1 Arturo Arnaiz y Freg: «Panorama de México», en: El ensayo mexicano moderno,  2da. ed., Fondo de Cultura Económica, México, 1971, t. II, p. 477.
2 Con el triunfo de la Revolución nuestra Isla tuvo que enfrentar continuas agresiones de los Estados Unidos en los frentes económico, político, diplomático y militar. El aislamiento diplomático de Cuba se consumó tras su expulsión, en enero de 1962, de la Organización de Estados Americanos (OEA), con la complicidad de los gobiernos latinoamericanos, excepto México.
3 En el período comprendido entre 1939 y 1945, la industria cinematográfica de las grandes potencias, en especial Estados Unidos, produjo mayoritariamente películas de propaganda bélica o pacifista. En el mercado de Hispanoamérica, cuyos millones de espectadores preferían los temas de entretenimiento, esa demanda la cubrió el cine mexicano, con sus comedias rancheras (de charros bebedores, pendencieros y enamorados) y sus dramas y melodramas. A esta etapa corresponde la llamada Época de Oro del cine mexicano. Véase: Enciclopedia de México, Compañía Editora de Enciclopedia de México, S. A. de C. V, Edición Especial, México, 1987, t. 3, pp. 1507-1508.
4 Juan Marinello: «Sociedad Cubano-Mexicana de Relaciones Culturales», en:  Homenaje y gratitud a México, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, México, 2000, p. 65.
5  Pablo Escalante Gonzalbo: «El México Antiguo», en: Nueva historia mínima de México, El Colegio de México, México, D. F., 2008, p.11.
6 El espacio La Cita, dirigido por el doctor en psicología Raúl Fuillerat, es un proyecto comunitario de salud en el cual la música desempeña un papel protagónico. El nombre del programa se debe al título de una famosa canción compuesta por el artista mexicano Gabriel Ruiz, quien, curiosamente, cuando cursaba la carrera de Medicina decidió dedicarse por entero a la música.
7 Los otros altares del Día de Muertos se dedicaron a: Lázaro Cárdenas-Juan Marinello, Alfonso Reyes-Emilio Roig de Leuchsenring, Octavio Paz-José Antonio Portuondo, Jaime Sabines-Dulce María Loynaz, Frida Khalo-Antonia Eiriz, Toña la Negra-Rita Montaner, José Alfredo Jiménez-Benny Moré, Agustín Lara-Ignacio Villa (Bola de Nieve), Guty Cárdenas-Sindo Garay, Mario Moreno (Cantinflas)-Enrique Arredondo, y Diego Rivera-Mariano Rodríguez.
7 Éramos museólogos o museógrafos empíricos, y durante muchos años, más que exponer, exhibimos nuestro acervo. Ambos términos —exponer y exhibir— son sinónimos, pero, sin pretender innovar la semántica, distingo ciertos matices. Exponer una colección supone estudio profundo, selección rigurosa de las piezas y una distribución que respete las reglas elementales de la museografía, sobre la base de un proyecto museológico razonado. Exhibir, en cambio, es sacar de las bodegas lo que poseemos y colocarlo —dignamente— a los ojos del público.
9 Citado por Amando Farga en Historia de la comida en México, 2da. ed., Litográfica México, S. A, México, D. F., 1980, p. 9.
10 El estado de Campeche ha realizado diecisiete jornadas culturales en estos años gracias al apoyo de las autoridades estatales y municipales junto al Comité de Solidaridad con Cuba en aquella región encabezado por el periodista Carlos J. Reyes Alpuche (Chichán), cordial amigo de los cubanos.
11 Carlos Fuentes: «Alfonso Reyes», en:  El ensayo mexicano moderno,  op. cit., p. 574.
12 Juan Marinello: «Develación de la estatua de Emiliano Zapata», en: Homenaje y Gratitud a México, op. cit., p.56.
13 Ese perfil académico se logró en gran medida gracias a la estrecha colaboración con el Departamento de Historia de la Universidad de La Habana y con la Cátedra Universitaria Benito Juárez. A los doctores Sergio Guerra Vilaboy, director del Departamento de Historia de la Universidad de la Habana y secretario ejecutivo de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC); Alberto Prieto y Joaquín Santana, presidente y vicepresidente respectivamente de la cátedra mencionada, nuestro agradecimiento por su iniciativa y aliento a estas actividades.
14 Desafío de una utopía, 2da. ed., Ediciones Boloña, La Habana-Colegio Oficial de Arquitectura Vasco-Navarro, España, 2002, p. 209.
15 Un programa interesante por su valor educativo son las llamadas “clases de patrimonio” que se realizan en las aulas que se hallan en el museo. En nuestro caso enseñamos a los niños a identificar los sitios históricos y naturales de México y a familiarizarse con sus características;  al mismo tiempo aprenden sobre la historia, la geografía, la flora y la fauna mexicanas y  reconocen el arte y la artesanía de ese país.
16 La Casa recibió también la visita de  los secretarios de Relaciones Exteriores de México Bernardo Sepúlveda, en 1988; Manuel Tello, en 1994; José Ángel Gurría, en 1995; Rosario Green, en 1998, y Patricia Espinosa, en 2008.
17 Hemos trabajado mancomunadamente con los sucesivos Agregados Culturales mexicanos: Francisco Valdés Treviño, Miguel Díaz Reynoso, Héctor Ramírez William, Rubén Lau, Beatriz Mariscal, Eduardo Menache e Iván Trujillo.  A todos debemos agradecer su empeño para que nuestra obra avanzara.

18 Juan Marinello: «Sociedad Cubano-Mexicana de Relaciones Culturales», en: Homenaje y gratitud a México, op. cit., p. 65.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar