Sueño de una noche de verano, comedia escrita por William Shakespeare alrededor del año 1594, sirve como pretexto para crear la historia que cuenta Sueño de una fiesta de San Juan, puesta en escena del grupo de teatro callejero Gigantería, que se presenta los domingos a las 4:00 pm en la Plaza de Armas. Se trata de una obra que logra alcanzar un nuevo grado de madurez a dos años de su estreno.
  Los espectadores vuelven a la rutina cotidiana tras desaparecer la magia espectacular, pero conscientes de que junto a los «Gigantes» siempre es posible regresar a la infancia y al juego.
 
Sueño de una noche de verano, comedia escrita por William Shakespeare alrededor del año 1594, ha sido desde su concepción uno de los textos preferidos por grupos teatrales del mundo entero. La obra del célebre dramaturgo isabelino sirve como pretexto para crear la historia que cuenta Sueño de una fiesta de San Juan, puesta en escena del grupo de teatro callejero Gigantería, que se presenta los domingos en el horario de las 4:00 pm en la Plaza de Armas. Se trata de una obra que logra alcanzar un nuevo grado de madurez a dos años de su estreno.
 
 La puesta ha escogido como espacio la Plaza de Armas, en específico, la calle de madera frente al Palacio de los Capitanes Generales. Los distintos lugares donde ocurrían los acontecimientos en el original de Shakespeare, que han sido sustituidos en la versión actual por un espacio único. La acción tiene lugar en el claro de un bosque que ha sido sugerido con unos telones pintados. La plaza se utiliza como un escenario enorme, donde se plantean distintos niveles para el desarrollo dramático. Se implican varios planos, lo que hace más interesante la concepción escenográfica. La escenografía se arma frente al público. El espacio escénico se delimita con ayuda de una  colonia de hongos salidos de las boñigas de la Vaca de la misma forma. Esto revela una intención por parte de los artistas de mostrar los mecanismos de construcción de la puesta en un consciente ejercicio de reteatralización de la escena.
De modo similar a como ocurría en el anterior montaje del grupo –La increíble y grande historia de las aventuras del caballero Sir William y su Kimbado escudero contra el furioso dragón Tribilín–, un grupo de comediantes se reúne para involucrar en su juego teatral a determinados personajes. En la ocasión presente el elegido es Chespier, un vendedor de libros, a quien los cómicos le intentan hacer creer que es William Shakespeare. En la circunstancia del sueño  inducido por Puck entra en contacto con los personajes Titania y Oberón, entre otros, durante la celebración de la noche de San Juan.
La manera en que se narran y ordenan los distintos sucesos cobra mayor relevancia que la historia que se cuenta. Los «Gigantes» reiteran en esta propuesta el juego del teatro dentro del teatro. La acción escénica se plantea como espacio para el desarrollo lúdicro. Algunas situaciones de Sueño de una fiesta… ya estaban presentes como trasfondo de La increíble y grande historia... Una vez más en la presente propuesta los comediantes aparecen para enredar los destinos humanos. Ante la magia de la escena nadie parece quedar impasible.
Sueño de una fiesta… difiere bastante de la comedia original de Shakespeare de la que sólo toma algunos personajes y situaciones. Se preserva el nivel correspondiente a los seres fantásticos (Titania y Oberón, reyes de las hadas) por ser el de mayor riqueza dramática y visual. Queda eliminada la historia de los nobles atenienses y se reasimila el plano de los comediantes. Son ellos quienes enredan al Chespier vendedor de libros en su historia, asumiendo los distintos roles necesarios en el espectáculo. En el desarrollo de la trama queda convertido en el célebre escritor isabelino.
Más que de un juego escénico, la obra parece hablar de la ilusión y su papel en la vida humana. El montaje reflexiona acerca de los textos de William Shakespeare. En boca del vendedor se coloca el célebre monólogo de Hamlet: «Ser o no ser, ahí si hay problema». El referente culto es puesto en los labios de un personaje popular. La cultura no es vista, por tanto, como ideal inaccesible sino como algo cercano que cualquiera puede poseer. La puesta en escena asume así una desacralización de los saberes universales.
En cuanto a la estructura interna de la puesta, Sueño de una fiesta… introduce un análisis paródico con respecto al modelo dramatúrgico tenido por clásico. Cuando las situaciones en que se mueven algunos caracteres parecen demasiado felices, los restantes personajes –Chespier u Oberón indistintamente – plantean «Sin conflicto no hay drama». O sea, el montaje reflexiona acerca de sus propias estructuras narrativas.
El público determina no sólo los temas que la obra trata, sino el modo en que esta se construye. Lleva a que la historia de Sueño de una noche de verano se simplifique. Las relaciones entre los personajes también se aclaran resultando así de fácil comprensión. Es muy difícil que una persona que está de paso, u otra que llega quince minutos después de comenzada la función, siga los vericuetos de la pieza de Shakespeare, tal cual es.
La circunstancia impuesta por la calle lleva a que las puestas de Gigantería cuenten con poco texto hablado. La palabra tiende a perderse en el  espacio abierto. Igualmente a los actores se les dificulta la proyección de la voz en lugares al aire libre. Este incidente obliga que el texto sirva principalmente como matriz o pauta para el desarrollo de la imagen y la acción dramática. Las historias se relatan mediante el empleo de la gestualidad y la pantomima.  Tras dos años de haberse estrenado complace notar la concreción que ha logrado la obra para conseguir una mayor comprensión. Se introducen así algunos textos que eran imprescindibles para seguir la historia, así como se marca la presencia de  ciertos personajes en determinadas escenas.
La naturaleza de la historia determina la necesidad de actores diestros en el desempeño sobre zancos. El despliegue acrobático también encuentra un espacio en esta pieza cuando Titania (Mayulis de la Torre) y Oberón (Erick Herrera) ejecutan danzas en zancos sobre un solo pie. Mayulis de la Torre ha puesto especial cuidado en las intenciones y transiciones de su rol, logrando a partir del énfasis en la expresividad facial pasar de su naturaleza seductora a momentos de verdadera ofuscación. El Puck de Deborah repite gags cómicos y logra mantenerse ágil, convocando a los espectadores a la risa. El resto de los comediantes se comportan como ayudantes con loables intervenciones a lo largo del montaje. Roberto Salas, quien es además el director artístico de la compañía, como la bella Tisbe y Oscar de la Torre en el papel de Píramo, mueven a la algazara general.
Para las máscaras de los cuatro elementos, los actores recurren a la técnica de la máscara. Cada uno, el viento (Oscar de la Torre) el agua (Alicia Inzarrualde), el fuego (Lilibeth Torrejón) y la tierra (Bernardo Pitalúa), indagan en un sonido y movimiento característico y diferente. La imagen ha sido trabajada individualmente a partir de un color, blanco, azul, rojo y carmelita, respectivamente.
La manipulación y hechura de los títeres resulta otro punto importante dentro de la propuesta. Se han realizado cambios en la muñequería más a tono con las necesidades de manipulación propias de la obra. Los personajes de animales han sido resueltos a partir de muñecos: la vaca, las libélulas y el burro Facundo. Resulta un indicador de que la mirada del colectivo se ha movido en los últimos tiempos hacia un enfatizado trabajo en la visualidad.
 
 La música es muy importante en este espectáculo, que podría decirse es narrado a partir de la efectividad de los momentos melódicos. Distintos sucesos dramáticos son apoyados a partir de intervenciones musicales. La discusión entre Titania y Oberón ocurre en tono de guateque campesino y se convierte en conga cuando la disputa llega al punto climático. La música sustituye entonces la palabra hablada. Aparecen también propuestas cercanas a la contemporaneidad, como puede ser Me gustas tú del grupo de pop-rock Manu Chau, cuando Titania queda prendada del burro Facundo. Esta vertiente más popular se relaciona así a una línea más culterana. Se percibe un fragmento musical de Nino Rota para el filme Romeo y Julieta, de Zefirelli, que marca la reconciliación de los reyes de las hadas. Ambas partituras forman parte del imaginario musical de muchos espectadores y son empleadas para reafirmar la naturaleza dramática de las distintas situaciones.
La música resulta muy importante en este espectáculo, que podría decirse es narrado a partir de la efectividad de los momentos melódicos. Distintos sucesos dramáticos son apoyados a partir de intervenciones musicales. La discusión entre Titania y Oberón ocurre en tono de guateque campesino y se convierte en conga cuando la disputa llega al punto climático. La música sustituye entonces la palabra hablada. Aparecen también propuestas cercanas a la contemporaneidad, como puede ser Me gustas tú del grupo de pop-rock Manu Chau, cuando Titania queda prendada del burro Facundo. Esta vertiente más popular se relaciona así a una línea más culterana. Se percibe un fragmento musical de Nino Rota para el filme Romeo y Julieta, de Zefirelli, que marca la reconciliación de los reyes de las hadas. Ambas partituras forman parte del imaginario musical de muchos espectadores y son empleadas para reafirmar la naturaleza dramática de las distintas situaciones.
La puesta ha escogido como espacio la Plaza de Armas, en específico, la calle de madera frente al Palacio de los Capitanes Generales. Los distintos lugares donde ocurrían los acontecimientos en el original de Shakespeare, que han sido sustituidos en la versión actual por un espacio único. La acción tiene lugar en el claro de un bosque que ha sido sugerido con unos telones pintados. La plaza se utiliza como un escenario enorme, donde se plantean distintos niveles para el desarrollo dramático. Se implican varios planos, lo que hace más interesante la concepción escenográfica. La escenografía se arma frente al público. El espacio escénico se delimita con ayuda de una  colonia de hongos salidos de las boñigas de la vaca de la misma forma. Esto revela una intención por parte de los artistas de mostrar los mecanismos de construcción de la puesta en un consciente ejercicio de reteatralización de la escena.
Lo teatral se enfatiza en Sueño de una fiesta de San Juan, una propuesta que sigue creciendo a dos años de haberse estrenado y que, al dejar claro el propósito de sus hacedores, recuerda la misión primaria de cualquier hecho escénico: divertir. Los espectadores vuelven a la rutina cotidiana tras desaparecer la magia espectacular, pero conscientes de que junto a los «Gigantes» siempre es posible regresar a la infancia y al juego.
 
Barbarella González Acevedo,
Crítica e investigadora teatral.
 
Fotos de Erick Eimil Mederos.

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