Tras reflexionar sobre la ilusión de los niños al recibir a los reyes magos y el desengaño que sufren al descubrir que éstos no son reales, el cronista exhorta a los pequeños a seguir soñando «mientras puedas» con los juguetes que les traen los Reyes de Oriente.
Todos hemos esperado, en la alburra de nuestra vida, con ansiedad y confianza, la mañana alegre y sonriente del siete de enero en la que pensábamos encontrar (...) los regalos que nos traían los bondadosos Reyes de Oriente.

 Y este año, como de costumbre, los Reyes Magos han venido también. Aquellos piadosos Reyes que llenos de fe sublime siguieron durante días y días la estrella divina que los condujo a la choza miserable donde, para salvarnos, nació Jesús, el hijo putativo de María, el Redentor del Mundo; aquellos Reyes llegaron este año también, cargados sus dromedarios de juguetes.
Todos hemos esperado, en la alburra de nuestra vida, con ansiedad y confianza, la mañana alegre y sonriente del siete de enero en la que pensábamos encontrar, junto a los zapatos colocados cerca de la ventana de nuestro cuarto, los regalos que nos traían los bondadosos Reyes de Oriente. Hasta que llegaba un día en que la frase indiscreta de un amigo de la familia o la advertencia de un compañero más conocedor de la vida, nos daba a conocer la mentira, destruyendo por completo todo un mundo de ilusiones.
Tal vez sea ese uno de los primeros desengaños que sufre el niño en su existencia; seguramente es entonces cuando se empieza a dar cuenta de la cadena interminable de mentiras que rodean su educación; de aquí en adelante desconfiará siempre de lo que le digan padres y maestros; y mentira él también y engañará a los demás como a él le han engañado.
¡Cuándo muestra pésima, detestable y falsa educación, será sustituida por otra más racional, más sincera, más conforme a la vida!

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Los Reyes han llegado este año cargados de juguetes, de esos juguetes que como ha dicho un ilustre escritor, tan admirablemente reflejan el alma de una época; pero han llegado un poco tarde, porque se les ha adelantado un personaje nuevo, un intruso que también trae regalos para los niños y que como los Reyes es también injusto y cruel, pues solo visita, como ellos, las moradas de los ricos y como ellos olvida la mísera choza del pobre.
¡Santa Clauss!
Ha quedado establecida la competencia. ¿éste matará aquellos?
¡Chi lo sa!

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De todas maneras; sigue soñando tú, mientras puedas, niño encantador, con fusiles, soldados, tambores, pelotas y caballos; y tú, chiquilla deliciosa, juega ahora locamente con esos muñecos que aunque a veces no lo confieses, han de ser la más grande preocupación de tu vida; con esos muñecos a los que de niña tratarás en vano de hallarles el corazón y, luego, de mujer, si por rara casualidad logras encontrárselo, después de jugar con él y destruirlo por completo, lo arrojarás como cosa inservible a un lado, con la misma indiferencia con que arrojas hoy un juguete con el que, roto ya, no puedes distraerte.

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