«¿Existe periódico moderno sin erratas?», así abre el cronista este artículo de reflexión y ejemplos varios sobre situaciones que generaban disgustos, risas, asombro... según fuera el caso. Su atención e interés informa de las labores editoriales de periódicos, en los que a veces, los posibles errores parecen puestos por «algún espíritu burlón, deseoso de tomarle el pelo al autor del artículo o del suelto, a los lectores».
Esa rapidez para hacer los periódicos y para leerlos, da por resultado que ni editores ni lectores sean muy exigentes en cuestión de erratas, sobre todo si el sentido común salva fácilmente el error cometido.

¿Existe periódico moderno sin erratas?
Por lo menos podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que en Cuba, no.
Y a ello contribuye la festinación conque hoy se hacen los periódicos y más los diarios cubanos, consagrados casi totalmente a la información. Cables y noticias locales llegan a última hora, en el preciso momento en que lo escrito por repórters y redactores sufre las múltiples y rápidas transformaciones, de la cuartilla a la hoja impresa, que exige el periodismo moderno.
¿Qué importa una errata ante la necesidad de que el periódico esté listo a la hora precisa para alcanzar trenes y vapores y ser devorado por el público?
Además, el diario no es el libro, ni siquiera la revista. Su vida es la más efímera de las vidas de la sociedad actual. Vida de varios momentos solamente, porque a las breves horas ya hay otro diario que convierte a aquél en algo ya viejo y desechable. ¿No se han fijado Vds. en la impresión de rareza que se experimenta al encontrar, por ejemplo, en el tranvía, en horas de la tarde, a un señor leyendo algún periódico de la mañana? «¡Qué hombre más atrasado!», pensamos sin querer. Por otra parte, la superabundancia de páginas y de noticias que aparecen en los diarios modernos, hace que éstos jamás se lean, no digo totalmente, ni siquiera en su décima parte. Se pasa la vista por los titulares. Se revisa alguna que otra noticia que más nos ha llamado la atención. Se busca alguna sección que nos interesa... y se echa a un lado el periódico. ¡Ya nos hemos enterado de lo que ocurre en el mundo! ¡Somos hombres modernos! ¡No pondremos cara de asombro, cuando un amigo o conocido, nos increpe en la calle: «¡Qué te parece la catástrofe de Inglaterra!» o «¡No estarás de acuerdo con la opinión de Ferrara acerca de la intervención!
Esa rapidez para hacer los periódicos y para leerlos, da por resultado que ni editores ni lectores sean muy exigentes en cuestión de erratas, sobre todo si el sentido común salva fácilmente el error cometido.
Pero hay, en cambio, erratas en que la palabra o la letra que suplen a las que debían ir, parecen puestas por algún espíritu burlón, deseoso de tomarle el pelo al autor del artículo o del suelto, a los lectores y a la persona de que se habla en ese trabajo.
Voy a recoger aquí, desenterrándolos de mi archivo, varios recortes que conservo de trabajos en que se recopilan algunas erratas notables, curiosas y ridículas, observadas en periódicos de Cuba y el extranjero.
En España, en plena lucha contra la corona, cuando más agitados estaban, atacándose y defendiéndose, republicanos y monárquicos, el diario oficial del reino publicó un trabajo en que se hablaba del «hálito asqueroso de la monarquía». Lo que se trataba de combatir, era la «anarquía».
M. Osorio y Bernard, en un artículo, titulado «Corrección de pruebas», recoge estas curiosas erratas:
¿Quién no recuerda, por ejemplo, el
«Sáciate aquí, esperanza»
que publicó el periódico La España, arreglado a manera de terrible sentencia de Dante?
La Correspondencia de España podría ofrecer no escaso contingente; pero me limitaré a recordar que encabezando una sección en la que hablaba, por cierto, de terribles huracanes, puso «Edición de ayre» por «Edición de ayer», y que en sus anuncios teatrales confirmó a «La oveja descarriada», que se representó en Martín, con el nombre de «La vieja descamisada».
El Imparcial, también en fecha muy reciente, daba cuenta de un crimen, añadiendo que el asesino había sido «aplaudido» por «aprehendido».
El impresor Rodríguez, a quien confié un original que decía:
«Tu imagen miro entre sueños» me lo devolvió impreso diciendo:
«Tu madre murió entre sueños».
El cambio de «un hijo del acaso», por «un hijo de él acaso», estuvo para causar una verdadera y honda perturbación en una familia ilustre.
Yo he visto convertido a Washington en «uvas tinton»; yo he visto con Noguera que el tres por ciento puede cambiarse en «tres por ojo»; yo he visto en la Gaceta guardas «frutales» por «rurales»; he conocido un presupuesto de «gatos»; he visto «quinistas» donde ver se debieran «quintas»; sé que existe un «Aurislerio» de la gobernación; sé que Carlos III desembarcó en el «Pireo» y dijeron que había saltado a tierra en el «pisto»; sé por La Política que la malograda María Rodríguez obtuvo en México triunfos «escesivos», cuando tantos «escénicos» había conquistado; he sabido que algunos políticos liberales pidieron la «absolución» de la esclavitud (por «abolición»); creí que la dirección de sanidad publicaba boletines «demográficos», y he podido observar mi error leyendo en El Conservador que eran boletines «democráticos»; entre los anuncios de un diario sevillano he visto uno de cierto chocolate que las monjas del Sagrado Corazón «falsifican» («fabrican»); en el folletín de El Mediodía, de Málaga, leí que el amante desesperado, en vista de que el padre de su adorado tormento rechazaba su petición, iba a «levantarse la tapa de los sexos».
Víctor Hugo había obsequiado a numerosos de sus amigos con un banquete, y no vaciló en decirles a los postres: «Todos cuantos aquí me rodean...» Pero el cajista compuso «merodean».
De otros recortes que conservo y no sé a qué autor pertenecen, recojo estas erratas criollas que allí se dan a conocer:
Refiriéndose a Estrada Palma se publicó un suelto con este título:
«En honor de un gran pianista». Lo que se había escrito era: «patriota».
Un cronista social se vio seriamente amenazado y en peligro de sufrir una estropeadura a manos de cierto marido, recién casado, furioso, porque al describir su boda, terminó la crónica deseándoles a los novios «una larga y feliz existencia»; pero una maldita errata hizo que saliera publicado, que el cronista lo que le deseaba a la enamorada pareja era «una larga y feliz resistencia».
A otro cronista, por poco le rompen la cara, porque la errata de una letra le hizo al describir una fiesta, decir una barbaridad... de lo más bárbaro que puede imaginarse. Figúrense Vds. que él escribió: «La sugestiva señora X prodigó su celo entre la concurrencia». Y a la palabra celo, le cambiaron una de sus letras por una u!
De otro recorte, entresaco estas erratas:
«En el Campamento de Columbia se verificaron pruebas de resistencia física de varios oficiales, haciéndoles recorrer a pie 10 kilómetros en 20 minutos».
«Ha embarcado para los E. U. el maestro ajedrecista K. B. y su señora que se encontraban en esta capital... jugando con Capablanca!!!!
Hay otras equivocaciones que tienen el carácter de enormidades no por sus erratas sino por la espantosa construcción gramatical. Tal sucede frecuentemente en las actas levantadas por la policía y hasta por los escribanos, de crímenes en los que han intervenido. A diario, se resucitan muertos y se les hace correr, disparar, etc., y otras cosas por el estilo.
Como muestra, baste ésta:
«El médico de guardia, doctor A. B., al ir a prestar los auxilios de la ciencia al presunto suicida, falleció al ser puesto sobre la mesa de operaciones. Reconocido certificó que había sufrido la fractura de la base del cráneo y otros huesos del mismo, siendo la primera mortal por necesidad. El cadáver fue remitido al Necrocomio para la práctica de la autopsia, cosa que se hizo con las generales equivocadas».
Por último citaremos esas equivocaciones, que tal parecen, y a veces lo son, hechas a propósito por cajistas o linotipistas burlones.
A un señor que se gastaba enormes bigotes, al extremo de ser conocido por el apodo de «manubrio», le publicaron en cierto periódico un suelto encomiástico, acompañado de su retrato en el que se observaban perfectamente sus extraordinarios mostachos. Pues bien, al pie del retrato y entre su nombre y el comienzo del suelto se le olvidó al corrector quitar esta observación tipográfica que había hecho el linotipista, advertencia muy corriente, pero que en ese caso resultaba una burla sangrienta: «Ojo, bigotes».
En otra ocasión, uno de estos sujetos que padecen delirio de figurao y siempre están enviando sueltos a los cronistas, dándose bombo o dándoselo a la familia, le envió a cierto cronista una nota describiendo la reunión que se había celebrado en su casa para festejar el santo de su mujer, y a renglón seguido le escribió estas líneas, que bien porque no las vio el cronista, bien porque lo hizo a propósito en complicidad con el linotipista y el corrector, lo cierto es que, en la crónica salió la descripción de la fiesta y las mencionadas líneas que decían así:
«Mi querido Fulano: Te acompaño esa nota sobre mi mujer para que la publiques en tu crónica. Va ya el suelto completo para que no te molestes tú en redactarlo, aparte de que, mejor que el marido, quién le puede dar bombo a su mujer. Gracias de tu afmo. amigo, X W. Z».


(Publicado en la revista Carteles, No. 10, 4 de marzo de 1928).

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