Sobre como «a las rígidas normas morales de antaño, sustituye la libertad de costumbres de hogaño».
…resueltamente nos pronunciamos en favor de la moral de hoy, por menos hipócrita, menos convencional, de menores prejuicios; moral más humana, más «moral», socialmente considerada.

 Las dos ilustraciones que aparecen en esta página constituyen documentos elocuentemente representativos de las costumbres sociales de dos épocas.
Ese dibujo de Landaluze, en la obra Los cubanos pintados por sí mismos, tiene la fecha de 1852.
Esa fotografía, procedente del servicio periodístico de la Internacional Newsreel, está tomada el mes de marzo de este año de 1931 en la playa de Miami.
El tema de ambas ilustraciones, es el mismo: novios.
Pero, cómo han cambiado las costumbres en materia de relaciones amorosas de 1852 a 1931, no obstante mediar entre esas dos fechas sólo setenta y nueve años!
En el dibujo cubano vemos recatadamente asomada a una ventana bien provista de rejas, una muchacha que asoma tan sólo tras los barrotes la cara y parte del busto, cubierto, el resto del cuerpo por los anchos pliegues de una cortina. Está vestida con traje de casa, abundante en tela, a estilo de la época. Del otro lado de la reja, en la calle, el galán, de pantalón blanco, frac negro y chistera, le dirige la palabra. Sus ojos miran tiernamente a la joven, pero su actitud es recatada y ceremoniosa.
En la fotografía yanqui, contemplamos al joven deportista Johnnie Weismuller con su novia, la estrella teatral Bobbe Arnst y la madre de ésta. Están en la playa de Miami; novio y novia «visten» sendos one piece de baño que modelan el mórbido y admirablemente bello cuerpo de la muchacha y las varoniles y atléticas formas del joven. La futura suegra también se encuentra en traje de baño, aunque cubierta por una capa. «Viste», a su vez, un one picce, como sus hijos? Aunque la fotografía no nos lo revela, es lo más probable, sobre todo si el cuerpo de la mamá política no ha perdido mucho sus líneas, como así parece indicarlo la frescura del rostro y los contornos que la capa deja adivinar. Con sencilla naturalidad ella apoya una mano sobre el muslo de él, y él la enlaza a ella con una mano y con la otra a su suegra futura. Esta sanciona con su presencia la semidesnudez y la actitud de íntima confianza de su hija y su novio. En el rostro de éstos no se descubre la más ligera sombra, siquiera, de malicia. Parecen camaradas, más que enamorados.
En ese lapso, relativamente corto de 79 años, es enorme, en cambio, la transformación en las costumbres, importando poco, para asegurarlo, la procedencia yanqui de la fotografía de 1931, pues escenas semejantes pueden contemplarse igualmente en cualquier playa cubana. ¿Cuál de estas dos ilustraciones revela mayor moralidad de costumbres? ¿El recato de 1852 o el semidesnudismo de 1931?
Inútilmente la moral católica se pronuncia hoy contra la ligereza de ropas femeninas en la calle y en los salones, y contra el semidesnudismo de las playas, calificando esa falta de vestidos de lamentable síntoma de funesta corrupción social. En vano alguna de las abuelas de nuestros días clamarán por la moralidad de su tiempo.
Inútiles y vanas protestas que se pierden en el vacío de la más absoluta indiferencia por parte de la sociedad de hoy que sigue practicando el semidesnudismo y que ya empieza a lanzarse al total desnudismo.
A las rígidas normas morales de antaño, sustituye la libertad de costumbres de hogaño. A la separación de sexos de ayer –«entre santa y santo, pared de cal y canto»– la camaradería de hombres y mujeres, en la casa, en la calle, en el paseo, en el trabajo y hasta en actos –como el baño– considerados antes, si se practicaban, estrictamente íntimos.
 Recordamos haber oído no hace mucho contar a una muchacha, que en cierto aristocrático colegio de monjas de La Habana se obligaba a las jóvenes educandas a darse la ducha privada de aseo… ¡con traje de baño!
En muchos países europeos se vive ya el no desnudismo de ambos sexos en comunidad. Barbusse afirma en reciente artículo que en Francia existen 25,000 personas que practican el desnudismo y hasta tienen su órgano periodístico –Vivre– que alcanza un tiraje de 20,000 ejemplares. En Alemania, en Rusia y otros países europeos es extraordinariamente mayor el número de practicantes del desnudismo, existiendo numerosas colonias admirablemente organizadas.
¿Hasta dónde llegarán las costumbres sociales dentro de otros 79 años?
Si ya en 1931 es natural y corriente el semidesnudismo y empieza a adquirir auge y conquistar adeptos el desnudismo completo, ¿qué pasará en el año 2,010?
Y en cuanto a relaciones amorosas, de la rigidez y recato de 1852 a la confianza y libertad de 1931, la diferencia de costumbres es enorme. ¿Cómo harán socialmente el amor los jóvenes y muchachas dentro de otros 79 años, en 2,010?
Desde luego, ni recuerdo se tendrá de la institución matrimonial, totalmente desaparecida y olvidada, para entonces, y se vivirá en la plenitud de las uniones libres.
Dejando a un lado las suposiciones, vamos a terminar este artículo, que es simple marco a dos ilustraciones de por si suficientemente elocuentes, contestando a la pregunta que antes nos hacíamos respecto a la mayor o menor moralidad de las costumbres amorosas representadas por esas ilustraciones.
Y resueltamente nos pronunciamos en favor de la moral de hoy, por menos hipócrita, menos convencional, de menores prejuicios; moral más humana, más «moral», socialmente considerada.
Esa naturalidad de las costumbres actuales en el trato y relaciones de ambos sexos, esa camaradería que ya existe entre el hombre y la mujer, es base esencial para que se conquiste la absoluta igualdad civil y política. Así, y sólo así, podrán hombres y mujeres llegar a convertirse en camaradas, para el trabajo, para el esparcimiento, sin que por ello dejen de ser «hombre» y «mujer» para el amor, amigos y compañeros para la lucha por la vida.

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