Alusión a un joven estudiante de Derecho que, alimentando el sueño de nombre, riqueza y bienestar, «ha cifrado su fortuna, la fortuna de una vida, a la carta engañosa y falaz de una carrera».
Junio, soñando, se ve ya abogado de fama, rico y feliz, realizados todos sus anhelos, despejadas por completo todas las dudas y vaguedades del porvenir y las tinieblas enigmáticas de la suerte.

Es media noche Junio –Pedro, Luis, Antonio, Diego?– está sentado en un rincón de su modesto cuarto de estudiante provinciano frente a una mesa pequeña y sencilla, sobre la que se ven dispersos aquí y allá, cerrados unos y abiertos los otros, varios libros de texto, confundiéndose en íntima camarería, el anticuado Derecho romano con algún moderno tratadista de Derecho penal, la Filosofía y la Historia, con los códigos vigentes. El café, que varias veces ha sido escanciado ya en tosca taza, sírvele a Junio, durante las largas vigilias, de único compañero, mudo, servicial y alentador. Y una lámpara de petróleo, la clásica lámpara estudiantil, envuélvele a Junio, cual piadoso manto, con el reguero de su luz vacilante e incierta.
Junio estudia y sueña. Ha levantado por un momento los ojos del libro y apoyada su diestra en la sien, piensa y medita, haciendo pasar ante su mente, en rápido desfile, cosas y personas: el público de la lejana provincia oriental, donde nació; sus padres, ricos hacendados a quienes la «Guerra Grande» sumió en la miseria, y hoy cifran toda su ventura y todo su porvenir en su hijo al que, desde allá costean, con mil sacrificios y trabajos, la carrera, que para ellos significa nombre, fortuna, bienestar?; la novia, sencilla y tierna, que desde temprana edad, le dio su corazón? y Junio, soñando, se ve ya abogado de fama, rico y feliz, realizados todos sus anhelos, despejadas por completo todas las dudas y vaguedades del porvenir y las tinieblas enigmáticas de la suerte.
Junio –Pedro, Luis, Antonio, Diego?– estudia y sueña. Ha cifrado su fortuna, la fortuna de una vida, a la carta engañosa y falaz de una carrera. ¿Será ésta, mañana, la «Losa de sus sueños»?
Dejémoslo ahora seguir soñando, que es bien corta y triste la vida, para matar en flor ilusiones y esperanzas.
Dejémoslo que estudie y sueñe, ahí en su pobre cuartucho, bajo la luz indecisa y vaga de su lámpara estudiantil que para él es faro luminoso que alumbra su porvenir, luz de esperanza, luz del alma...!

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