En Punta del Holandés existe un gran naufragio de la época colonial. Se trata de un pecio correspondiente a una urca holandesa que se hundió en 1698, cuyo expediente fue conformado por el historiador César García del Pino.
Esta urca traía caudales y realizaba el viaje, al parecer de Curazao. Se varó en los arrecifes de dicha punta y  los holandeses fueron auxiliados por raqueros y pescadores para sacar el tesoro que llevaba, principalmente el que guardaba el capitán en su camarote, parte de estos caudales fueron escondidos en algún paraje de la zona.
 
Corría el invierno entre los años 1971-72 en la zona sur de la península de Guanahacabibes. Unos pescadores —del puerto de La Coloma— que navegaban en una embarcación tipo Cayo Largo, se aprestaban a refugiarse de un norte en el sector comprendido entre Punta Holandés y la playa del Resguardo1 (según relato de los pescadores). Estos, aprovecharon la parada obligatoria y se pusieron a pescar langostas para el consumo de la tripulación con el bote auxiliar del Cayo Largo.
En plena faena el negro Cuní, su hermano Macua y otro pescador conocido por El Niño2 , divisan con el cubo de fondo de cristal una langosta de gran talla, con el chapingorro y la pincharra3 se deciden a cogerla, pero al lado del crustáceo ve algo que sale de la arena de color amarillo que brilla, atrayendo la atención hacia este objeto. El chapingorro lo entierran en la arena como un jamo y extraen el objeto brilloso.
 
Miguel Pitaluga conversando con Alessandro López, en la década de los 80 en Arroyo de Mantua.

En el bote los tres pescadores confusos, no saben de que se trata y discuten si puede ser el cuñero de bronce que sujeta las propelas de las embarcaciones menores al eje de esta o si podía ser algo de oro. Macua la toma en la mano y con un machetín que tenían en la embarcación le da un pequeño golpe con el canto del arma y nota un sonido característico, además la pieza amarilla no se mella (por su puesto el oro es mucho más fuerte que el hierro) y empiezan a dudar si es o no un cuñero o algo de oro, mas tiran la barra en el fondo del bote y siguen pescando langostas.
Increíblemente la famosa barra de oro estuvo unos días descansando en el fondo del bote bañada por los residuales de agua salada que albergan todos los botes auxiliares. Ya el barco de los tres pescadores estaba atracado en su muelle de destino, La Coloma y la barra seguía en el bote.
Días después de este descubrimiento, el hecho no dejaba dormir a los dos hermanos, principalmente a Cuní, el cual recoge la «barrita» y le manifiesta a su hermano Macua que iba a ver a un «entendido en la materia» que él conocía hacía años. El «entendido en la materia» no era más que el famoso y legendario pescador Miguel Pitaluga, de Los Arroyos de Mantua, puerto pesquero del Noroccidente de Pinar del Río.
  
Playa Los Cayuelos, fondeadero frente al antiguo pueblo del mismo nombre. Se caracteriza por estar el veril cerca de la costa  y resguardado de los vientos del sureste.

¿Quién era Miguel Pitaluga?: Este señor, de complexión fuerte, muy blanco de piel, aunque arrugado por el sol y el agua de mar, no dejaba de impresionar a cualquiera por su fuerte mirada de penetrantes ojos claros. Pitaluga, era descendiente de corsarios italianos, que operaban por esa zona en siglos anteriores, su bisabuelo, pirata y navegante de la zona del Cabo de San Antonio en el siglo XIX, se enrola como práctico en una expedición que salió en busca de un tesoro en los parajes del Cabo. Esto consta en documentos del Fondo Realengo, legajo 93, No. 18, Escribanía Mayor de la Real Hacienda 1845.
Miguel Pitaluga, en la segunda guerra mundial y posguerra, se dedicó a sacar cañones coloniales en el noroeste del arrecife de Los Colorados para venderlo en las fundiciones, siendo un gran conocedor de cuanto naufragio existen en esa zona, el autor cuando trabajaba en Carisub, lo consultó como práctico en innumerables ocasiones, en las navegaciones que se desarrollaban en las campañas arqueológicas en Pinar del Río. También este señor fue un gran pescador cuando los barcos pesqueros eran de velas y era reconocido como un gran navegante, conocedor de cuanto rincón hay en la costa de Pinar del Río, también navegó a los cayos de la Florida y México, en la época  dura de la crisis de los años 30 fue contrabandista de alcohol hacia Estados Unidos con barcos veleros. Fue un incansable luchador contra las injusticias sociales en su pueblo natal de pescadores, al triunfo de la Revolución se integra a esta firmemente. Estuvo infiltrado en las bandas contrarrevolucionarias que operaban en la zona, desarticulando muchos grupos de estos bandidos. Murió octogenario y con un gran reconocimiento de todos aquellos que lo conocieron.
  
Punta Holandés. Esta foto fue tomada por el autor en el mes de julio, en pleno verano y se puede observar la marejada que existe en la zona a pesar de la cresta arrecifal que protege la playa.

Por fin el pescador Cuní se decidió a viajar a los Arroyos de Mantua a ver a Pitaluga, tomó tantas medidas para que su barrita no fuera descubierta que ni él mismo la encontraba  minutos antes de entregársela al «experto». Por supuesto esto se mantuvo con el más estricto secreto entre estos pescadores. Estando ya en casa de Pitaluga y este con la barra en la mano exclamó «—Compadre esto es una barra de oro, no te quepa la menor duda—» y Cuní le manifestó  «—Bueno Miguel y ahora ¿Qué hacemos con esto?—». Después de varias horas meditando lo que harían, el «entendido» le declaró que habían dos opciones: la primera era no decirle a nadie de lo sucedido y que mantuviera la barra en su poder hasta que dios mande, lo cual le dijo que no era lo correcto, y lo segundo era que le informara a las autoridades del descubrimiento. Y ahí fue donde empezaron los problemas.
Al regresar al puerto de La Coloma, Cuní informó del hallazgo. Al principio hubo un poco de recelo, y se fue complicando la situación poco a poco. La noticia llegó a La Habana, donde existía ya en aquel entonces un departamento en el Banco Nacional de Cuba que se encargaba de estos casos, dicho departamento se llamaba Grupo de Rescate de Valores no Circulante, encargado de la Arqueología Submarina y de cualquier hallazgo de tesoros que apareciera o  referencia de estos en la República de Cuba.
Al final, a Cuní se le pagó una suma de alrededor de dos mil pesos, y según testimonio del buzo Antonio Munné, que trabajaba en el banco en aquellos momentos, le manifestó al autor que la barra era más o menos del tamaño de un tabaco, que no presentaba forma regular y que él creía que tenía algunas marcas. Desde ese momento el objeto pasó a ingresar los fondos del Banco Nacional de Cuba. La historia de este suceso quedó casi al olvido, solo algunas personas guardábamos esta información
Corría la década de los 80, ya estaba fundada la empresa Carisub, encargada de todo lo concerniente a la arqueología submarina en Cuba. En el año 1983 estábamos realizando una campaña arqueológica de exploración en la Península de Guanahacabibes, con el barco insignia de la empresa llamado Caribean King y el auxiliar ferrocemento MV Trinidad.
Fondeados frente al pueblo ya desaparecido de Los Cayuelos,4 situado a un kilómetro aproximadamente al levante del Cabo de San Antonio, hicimos contacto con algunos lugareños para que nos informaran sobre posibles referencias arqueológicas en la zona que exploramos. Este fondeadero se usaba hace muchos años y la marca de él era un jagüey de grandes dimensiones que hoy día todavía existe, aunque esta parcialmente quemado. Después  de varias indagaciones con los pobladores conocimos a un tal «Huevo»,  que era pescador submarino y que decía conocer el sitio donde Cuní hacía años encontró la barra de oro. Esta expedición la dirigió Roger Montañés (hoy Roger E. Duli), de nacionalidad norteamericana. El capitán del Caribean King era Alessandro López, autor de este artículo y los buzos principales que participaron fueron Juan Álvarez Forteza, Jefe de los buzos de Carisub, Antonio Munné, Manuel Gonzáles y Carlos Fonseca, todos pioneros de esta actividad en Cuba.
Ya estando el «Huevo» en el barco, el cual tenía una apariencia de un raquero de la época colonial por su vestimenta y aspecto personal, lo caracterizaba el olor a carbón que tenía a pesar de los baños que se dio a bordo. Este personaje, nos llevó a varios sitios, donde existían pecios, ejemplo: Caleta larga, Arrecife del Holandés (es de aclarar que este señor no nos enseñó el famoso pecio de la urca holandesa descubierta por nosotros años después en esta barrera coralina). También nos mostró algunos sitios arqueológicos sin importancia, ya que eran pecios modernos. Nos dimos cuenta que este hombre no sabía nada del paraje en donde Cuní había realizado el hallazgo, ya que nos dijo primero que era en Los Cayuelos y después que era cerca de Caleta Larga, es decir su información era imprecisa, y lo dejamos en su pueblo una vez terminado el recorrido con él.
Nuestros barcos hicieron estancia en estas campañas en el poblado de Arroyos de Mantua, donde conocimos a Miguel Pitaluga y aprovechamos para entrevistarlo en varias ocasiones. Después de convencerlo, accedió a servirnos de práctico en la zona de los bajos de Sancho Pardo y Las Calabazas, último paraje al oeste del complejo arrecife de Los Colorados. Allí nos enseño varios pecios, aunque un famoso pecio en el último bajo de esta cresta arrecifal, que según él había visto hacía años y tenía muchos cañones no lo pudimos encontrar, ya que sus marcas se había borrado con el paso del tiempo. Aunque parezca contradictorio, nunca nos mencionó el relato exacto de la barra de Cuní, parece que el secreto era bien llevado, pero si nos dijo que él fue el que identificó el material de la barra. Y nos volvió a mencionar la playa del Resguardo, información que usó Cuní para desinformar a los compañeros del Banco Nacional. Todo seguía en el misterio.
Como la playa del Resguardo era tan mencionada con tanta insistencia por todos, ya sea para desinformar o viceversa, nuestro jefe en aquel momento, Roger Montañez, me sugirió realizar una exploración en dicha playa, por si hubo un desembarco de caudales y la pieza pudo haber caído al mar, hipótesis que cae dentro del campo de la probabilidad o que existiera algún pecio frente a la playa. Sin perder tiempo nos decidimos a fondear frente aquella caleta y comenzar nuestra investigación. Lo primero que hicimos fue pasarle el detector de metales a toda la playa, sin quedar un metro cuadrado sin ser explorado (es de aclarar que los detectores que se tenían en aquel momento no eran tan sensibles como los que posteriormente poseíamos). La playa no dio ninguna anomalía interesante, donde marcó el detector se excavó, no encontrando nada de interés. No obstante por ser una caleta pequeña se movió con palas grandes volúmenes de arena, sobre todo en el face y berma de la playa, no encontrando nada  que revelara algo trascendental. En el mar, frente a la playa, no apareció ninguna evidencia de pecio alguno y así concluimos que la información aportada por los pescadores, al parecer, era totalmente incierta, solo fue utilizada para despistar a las autoridades que acompañaron a Cuní en la primera búsqueda.
Estando en el puerto de La Coloma conocimos a Macua, hermano de Cuní. El mismo fue entrevistado varias veces por nosotros, se le dio el mejor tratamiento posible, para evitar que se sintiera asediado o disgustado por el personal de nuestra empresa, se le ayudó varias veces con problemas que presentaba de índoles personales y así logramos que el buen pescador se montara en nuestra embarcación Caribean King y nos trasladáramos a Guanahacabibes. Exploramos todo el litoral sur con él de práctico, y le preguntamos si se acordaba de la marca que tenían cuando apareció la barra de oro. Y volvió a mencionar que era por la Playa del Resguardo. Extendimos nuestra exploración en las zonas al este y oeste de dicha playa, no encontrando nada de interés.
Al cabo de varios días el autor seguía tratando con el pescador y llegaron a ser muy buenos amigos, pero del secreto nada, una noche Macua visitó el barco, eran los días cercanos a la Noche Buena, y el autor aprovechó para hablarle del tema de una manera íntima, ya que estaban solos porque le había pedido a los tripulantes que abandonaran el barco para que este no se sintiera presionado. Después de varias horas y con la presencia de una buena botella de ron nuestro entrevistado empezó a sentirse en confianza y a hablar más suelto, manifestó que el lugar era entre El Holandés y Playa la Barca, que no podía ubicar  exactamente el punto del encuentro pero sí recordaba que los farallones del Holandés le daban casi por el frente, que había arrecifes en la zona y era bajo. Más adelante si me aseguró que hicieron noche en el Resguardo y así concluyó nuestro encuentro. Días después lo volví a ver y con mucho tacto le toqué el tema y contradictoriamente me volvió a mencionar la famosa Playa del Resguardo como el lugar donde apareció la barra de oro. Años más tarde tuve contacto con él en dos ocasiones y era repetitivo con la misma información.
Conclusiones sobre el caso:
La Punta del Holandés es el único lugar en donde existe un gran naufragio de época colonial y además sus arrecifes son famosos por la cantidad de langostas que existen entre los farallones y la cresta que bordea dicha punta. El pecio que existe en la zona es una urca holandesa que se hundió en 1698, la cual fue investigada por nosotros meses más tarde, pero nunca ha sido excavada dada la situación que presenta el arrecife donde está hundida, el cual está desprotegido de todos los vientos reinantes, dificultando las labores arqueológicas, solo con vientos del Norte Franco se puede trabajar, pero al virarse el viento al nordeste, ya se hace casi imposible las faenas en él. El expediente5 de este pecio fue conformado por el historiador César García del Pino y ha sido publicado por nosotros en libros anteriores. Esta urca traía caudales y realizaba el viaje, al parecer de Curazao. Se varó en los arrecifes de dicha punta y  los holandeses fueron auxiliados por raqueros y pescadores para sacar el tesoro que llevaba, principalmente el que guardaba el capitán en su camarote, parte de estos caudales fueron escondidos en algún paraje de la zona.  
Es posible que con la premura que desembarcaron los caudales los holandeses, auxiliados por los pescadores y raqueros, en el desespero por no ser sorprendidos por las patrullas españolas, en alguna caleta cercana pudo haber caído parte de los caudales al mar, en un lugar insospechado, y puede ser probable que la famosa barra de oro del negro Cuní, fuera parte del tesoro de la urca pirata holandesa.

La marca de La Barca.

En Playa la Barca existe otro pecio, pero al parecer no debe guardar relación con lo descubierto por los pescadores en años anteriores. Relataremos de cómo se marcó este pecio y de la leyenda que existe ahora sobre la marca que se realizó en la costa.
Itinerarios de exploración, acompañados de Pitaluga (década de los 80). Este señor falleció a los 90 años de edad. Algunos de estos itinerarios fueron también guíados por Cuní y Macuá, pescadores de La Coloma, los cuales hallaron una barra de oro en la zona del ¿Holandés? y se la mostraron a Pitaluga para que la identificara.

En el invierno de 1985 se estaba realizando una exploración por los compañeros de Carisub en la costa de Guanahacabibes en la MV Trinidad, en la zona comprendida entre Playa Perjuicio y El Holandés. Frente a la Playa de la Barca encontramos un pecio que por sus características podría pertenecer al período de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Como en aquellos momentos nuestros barcos no poseían ningún equipo de posicionamiento confiable, el capitán del barco, que en ese momento era Tony Ramos, se bajó en el bote a la costa, acompañado por el buzo Rafael García y el arqueólogo Alessandro López para hacer una marca de referencia en tierra y poder localizar años después dicho naufragio. Se bajó una lata de pintura de tipo anticorrosivo de color naranja y en una piedra de grandes dimensiones que estaba situada en la costa, un poco al este del pecio, muy fácil de identificar desde el mar, Rafael le pintó una cruz en la cara que da al mar y así quedó para siempre referenciado el lugar. Cada vez que vamos a la zona vemos la famosa cruz, un poco desteñida con el tiempo, pero muy bien identificable desde el mar.
En exploraciones que hemos realizado posteriormente, después del año 2000, en entrevistas con los lugareños del Cabo, nos han mencionado la cruz hecha por los «piratas» en la Playa de la Barca.
Así se forman las leyendas en Guanahacabibes, quien nos iba a decir en 1985, cuando hicimos esa marca, que en el siglo XXI, la cruz pintada por nosotros pasaba a ser parte de la tradición oral de la zona. En estos momentos es llamada «la piedra de la cruz del pirata».
 
1 El 11 de abril de 1772 comienza el diario de navegación de Don Sebastián Fornaris en su campaña como corsario a bordo de su balandra Resguardo. Esta balandra fondeó varias veces en la Ensenada de Corrientes donde hizo campamento ocasional este corsario y por eso quedó su impronta en la toponimia como Playa Resguardo. (Gerardo Ortega. Fechario de la Península de Guanahacabibes, inédito, 1993. p. 42.)
2 El negro Cuní murió hace años, Macua su hermano, el autor le perdió el rastro a finales de la década del 80 y El Niño era patrón a finales de los 90 de una draga en el puerto de La Habana.
3 Chapingorro: Especie de jamo hecho de cuerdas de nylon atado a una larga vara que se utiliza para introducir en ella las langostas y cangrejos moros.
Pincharra: Vara larga que en su extremo tiene una varilla metálica flexible con una curvatura en la punta que sirve para sacar las langostas y cangrejos moros de las cuevas e introducirlas en el chapingorro. Todas estas actividades se realizan desde un bote.
4 De este pueblo solo quedan los cimientos de algunas casas y las huellas de poste de estas, restos de pozos y otras evidencias. La historia de Los Cayuelos se pierde en el tiempo, según la tradición oral era base de pescadores de tortugas, carboneros y raqueros que operaban en el siglo XIX en esos parajes. Hoy día los pobladores de este desaparecido poblado viven en un nuevo asentamiento que se les construyó en el «vallecito», a la entrada de la Península de Guanahacabibes, después de pasar el pueblo del Cayuco.
5 Referencia: A.G.I.: Santo Domingo 143, ramo 3-A 1700. A.G.I.: Escribanía de Cámara, leg 53-B, folio 19. A.G.I.: Santo Domingo, leg 333. A.G.I.: Santo Domingo, leg 355. 
 
Alessandro López
Jefe de la sección naval del Gabinete de Arqueología
Mónica Pavía
arqueóloga

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