Luego de deambular por diferentes sitios de la ciudad, la fuente del dios de los mares retornó a su lugar de origen: la orilla del litoral, donde fuera erigida en 1838 con el ánimo de despedir y recibir a los marinos. Hasta ese momento, sin tridente y con sus surtido res fuera de uso, el Neptuno de La Habana se erigía en el parque Gonzalo de Quesada (Calzada, entre C y D), en el capitalino barrio del Vedado, último de los siete lugares por los cuales transitó. Este artículo fue escrito por la ingeniera civil Adriana Hernández, de la Dirección de Arquitectura Patrimonial (Oficina del Historiador), quien formó parte del equipo restaurador de la fuente de Neptuno, y fue publicado en Opus Habana Vol. I No. 4 jul.-dic. 1997 (Ernesto Racaño).

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Con una espectacular fusión de escultura, agua y luz, renace la fuente de la plaza vieja. La soberbia blancura del mármol de carrara iluminará la rehabilitación del entorno La Plaza Vieja que cuenta con una fuente, un bello surtidor concebido en aras de rejuvenecer este importante conjunto colonial. Se necesitaron casi dos años de intensa actividad demoledora para que pudiera emerger este complejo arquitectónico, tan característico de la Habana intramuros. «De vuelta al espacio perdido» rememora el proceso de restauración de este importante lugar del Centro Histórico, escrito por el arquitecto Abel San Miguel Estévez, de la Dirección de Arquitectura Patrimonial (Oficina del Historiador), quien proyectó y diseñó la fuente de la Plaza Vieja. Publicado en Opus Habana Vol. II No. 2, 1998 con portada de Ileana Mulet.

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El texto que Opus Habana le presenta hoy, rememora «el retorno del Mercurio» a su trono en lo alto de la Lonja del Comercio luego de haber sufrido los azotes del viento. Dotado de un portentoso don que le permite burlarse, al Dios de los pies alados, de la furia de la naturaleza, este texto escrito por Orestes del Castillo, Doctor en Ciencias Técnicas y consultor de la Oficina del Historiador de la Habana, fue publicado en el no. 16 Vol. V No. 2, 2001 con portada de Ricardo Chacón.

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No hubo una escultura propiamente cubana en el novecento, Como apenas hubo escultores del patio y, mucho menos, escultoras. Sin embargo, gracias al arte monumentario es posible conocer hoy cómo se fue perfilando la imagen femenina a tenor con el crecimiento urbano. A esta temática esta dedicada el artículo que presentamos hoy «Mujeres de Alabastro», realizado por la Dra. en Historia del Arte y profesora de la facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana. Publicado en en el no. 14 de la revista Opus Habana Vol. IV No. 3, 2000 con portada del artista Alfredo Sosabravo.

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