Como una avanzada de las celebraciones por el Día de la Cultura Cubana, fue inaugurada este 1ro de octubre la exposición «Mi Edad de Bronce» de Pavel Valdés en la galería del Museo de Arte Colonial. La muestra se conforma de 18 piezas que logran una mixtura entre el bronce y el hormigón armado, fundidas utilizando la técnica de cera perdida. Según la especialista Mei-Ling Cabrera «Sorprende que, siendo de formación autodidacta y sin apenas experiencia en el ámbito docente ni promocional, se haya planteado la utilización de una de las técnicas más antiguas y también más complejas para los escultores».

Excepto dos obras – Mi Edad de Bronce y una perteneciente a la Serie Los Cautivos- las restantes catorce piezas que conforman la exposición se distinguen por sus pequeñas dimensiones, advirtiéndose en esta oportunidad la preeminencia de la figura humana.

En distintos períodos de la historia del arte –incluso en el contexto cubano- se ha puesto de manifiesto la presencia de fructíferas relaciones entre el arte y la ciencia. En este sentido se han constatado no sólo el interés de varios creadores por utilizar los conocimientos de otras ramas del saber como asidero importante para el desarrollo de sus propuestas artísticas, sino también, la perseverancia de algunos hombres de ciencia que, partiendo de determinadas aptitudes creativas y tomando o no el universo científico como instrumental epistemológico, han optado por adentrarse en el campo de las artes plásticas. Es en este último grupo que ubicamos a Pavel Valdés Ruiz quien, desde el año 2001, se afana por desplegar, en paralelo, su labor de biólogo y su vocación por las artes.
Mi Edad de Bronce, aunque constituye la quinta muestra personal del artista, posee una dimensión especial en su breve trayectoria. Como sugiere el propio título, Pavel emplea, por primera vez, este metal y su correspondiente método de la cera perdida, certificando así una rotunda preferencia por la escultura. Sorprende que, siendo de formación autodidacta y sin apenas experiencia en el ámbito docente ni promocional, se haya planteado la utilización de una de las técnicas más antiguas y también más complejas para los escultores, una vez que requiere de una costosa plataforma material y la aprehensión de un lento proceso que exige, ante todo, precisión. Sin embargo, como si ello no fuese ya un reto lo suficientemente loable, se interesa además por establecer contrastes entre el bronce -en sus diferentes posibilidades de texturas- y el concreto, asumido casi siempre sin procesamientos, poniendo énfasis en la aspereza del volumen logrado.
Excepto dos obras – Mi Edad de Bronce y una perteneciente a la Serie Los Cautivos- las restantes catorce piezas que conforman la exposición se distinguen por sus pequeñas dimensiones, advirtiéndose en esta oportunidad la preeminencia de la figura humana. En algunos casos sus personajes revelan posturas o actitudes en franca sintonía con las cualidades físicas de los materiales –Caminata al borde, Torsión al borde, El primer salto-, ya que el artista prefiere que sea la propia naturaleza de los mismos la que dictamine el límite de las formas y sus posibles relaciones con el espacio.
Por otra parte, pueden resultarnos de particular interés aquellas piezas derivadas de interpretaciones personales de mitos u obras pertenecientes a la cultura de la Grecia Antigua: Prometeo, Sísifo, el centauro Neso y la Victoria de Samotracia son motivos que responden, en igual medida, a sus indagaciones formales.
Y es que Pavel no sólo ha comenzado bien, como dijera Rafael Acosta a propósito de la inauguración de Evolutus, sino que ahora, en los inicios de su edad de bronce, ha revelado ser un artista en pleno ascenso creativo.

Mei-Ling Cabrera Pérez
Septiembre 2009.

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