La exposición «Aires de gracia. Exposición de abanicos contemporáneos» fue inaugurada este jueves 8 de julio en uno de los salones del Palacio de los Condes de Lombillo, a un costado de la Plaza de la Catedral. Dedicada al 40 aniversario del Museo de Arte Colonial y al décimo del proyecto Rutas y Andares para Descubrir en Familia, la muestra se torna «un viento renovado y fresco, que nos envuelven con esos abanicos colmados de creación artística, que esconden en sus movimientos un dejo de atrevimiento, seducción y poder».
Dieciséis artistas cubanos ilustran abanicos para mostrar la belleza de sus motivos y dibujos. De su agitar parece surgir una brisa fresca que mantiene viva su finura ornamental y utilidad.

El abanico, fiel aliado de las mujeres, viaja con soltura por los caminos que conducen al corazón y, con sus movimientos, va señalándose, de forma sutil, para que nadie pierda su norte. Pocos objetos han retenido en su imagen y función tan complejo historial de uso social y de significación como el abanico. En este delicado elemento se encontró un digno cómplice que expresaba con elegancia su papel en la sociedad, a la par que sus encantos, y se ritualizó hasta los menores detalles de su manejo.

 
 Osvaldo García, Fertilidad (2010). Óleo sobre tela, (100 x 200 cm)

Se tiene conocimiento del uso de esta útil pieza desde las sociedades más antiguas. Los egipcios, babilónicos, persas, griegos y chinos, lo representaban constantemente en su producción artística.  Cuando el abanico llega a Europa se convierte en un símbolo de distinción y complemento indispensable para las señoras de la alta sociedad. Una verdadera dama lo llevaba siempre consigo, tanto durante el día como en grandes fiestas y ocasiones especiales. Eran aventadores muy elaborados y realizados con materiales de gran calidad: hueso, nácar, maderas nobles, plumas de avestruz.....incluso se decoraban con oro y piedras preciosas. La carga simbólica y sentimental de este accesorio hizo de él un objeto singularmente apreciado y pleno de significación.

   
 Alicia de la Campa, Abanico leve para una habanera (2010). Carboncillo sobre lienzo, (90 x 150 cm)  Eduardo Abela, Brisas de inFANta, (2010). Acrílico, (41 x 23 cm)

Ya desde siglos anteriores encumbradas damas de la nobleza habanera solicitaban frecuentemente a Europa abanicos con los países (porción de papel, piel o tela que cubre la parte superior del varillaje) en blanco, para ser decorados por artistas criollos o radicados en Cuba. Pintores como Leopoldo Romañach, Armando Menocal y Esteban Chartrand depositaron parte de su obra en manos de la mujer cubana.
Originariamente, la caligrafía y la pintura sobre el país de los abanicos era tan sólo una forma artística de escribir o pintar sobre los objetos de uso diario. Posteriormente, alcanzaría la categoría de obra de arte y se convertiría en pieza de coleccionismo. Así, este objeto se convirtió en lienzo o papel para acoger las ideas de grandes nombres del arte entre los que se pueden mencionar a Francisco de Goya, Salvador Dalí, Joan Miró, Antonio Tapies, entre otros.

   
 Roberto Alfonso, El velo de mi quimera, (2010). Óleo sobre tela, (50 x 100 cm)
 Vicente Bonachea, Sin título, (2010). Técnica mixta, (54 x 31 cm)

Dieciséis artistas cubanos ilustran abanicos para mostrar la belleza de sus motivos y dibujos. De su agitar parece surgir una brisa fresca que mantiene viva su finura ornamental y utilidad. Al «decorar» estos objetos se pone en juego un diálogo entre la idea artística y el inusual soporte. De esta forma los artistas, con diferentes diseños y colores, se reúnen desde su propias estéticas, poéticas y claves estilísticas, para formar una muestra singular.
Cada pieza refleja la influencia de un estilo de los numerosos de cuantos surgieron a lo largo de la historia de estas piezas, una de las de más difundidas en cuanto a creatividad dentro de las artes pictóricas y ornamentales. Las obras expuestas abordan diferentes temáticas, como el paisajes, la infancia, la mujer… una fecunda miscelánea que tiñe de diversidad tan celebradas piezas en ambientes cálidos y, también, galantes. Las superficies son pintadas en una vivacidad cromática derivada quizá de ese don para tratar la luminosidad tan propia de los artistas cubanos de cuyas manos proceden tan exquisitas piezas. La elevada calidad artística con que muchos de ellos son elaborados, los sitúa definitivamente, más allá de simples atributos femeninos, para ser catalogados como verdaderas obras de arte.

   
 Leonardo Cuervo, Mariza (2010). Óleo sobre tela, (49 x 27 cm)
 Ernesto García Peña, Sin título, (2010). Acrílico sobre tela, (49 x 27 cm)

«Aires de gracia», un viento renovado y fresco, que nos envuelven con esos abanicos colmados de creación artística, que esconden en sus movimientos un dejo de atrevimiento, seducción y poder. Este objeto milenario ha sobrevivido a todas las épocas y ahora retorna inmerso de originalidad y creatividad.

Dainerys Peña Edmond y Sadys Sánchez Aguilar
Curadoras
(palabras publicadas en el catálogo de la exposición)

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