Para celebrar los aniversarios 208 del natalicio del célebre escritor francés Víctor Hugo y el quinto de la fundación de la Casa que en el Centro Histórico lleva su nombre, se inaugura hoy en esta institución una muestra homenaje conformada por las copias facsimilares de dos cartas escritas al pueblo cubano por el ilustre poeta, novelista, dramaturgo y crítico francés. Las misivas, expuestas por primera vez en la Isla, fueron donadas por la asociación Cuba Cooperación Francia y estarán en exhibición hasta el próximo 16 de marzo en la sede de la Casa Víctor Hugo, sita en O’Reilly No. 311 entre Habana y Aguiar.

 ¿Qué sabía Víctor Hugo de Cuba? ¿Qué prensa leía? ¿Habrá tenido noticias de primera mano? ¿Tendría contactos con los cubanos en Francia? En todo caso, ¿este fragmento de oratoria marca su adhesión a la causa independentista cubana? Poco tiempo después escribiría a los cubanos, ¿cuántas veces?, ¿acaso lo sabemos?


Los homo sapiens tenemos tendencia a creer, sobre todo, en lo que vemos con nuestros ojos y, si es letra impresa, creemos, a menudo, con los ojos cerrados. Vista hace fe; verbigracia. Está escrito y ya está, todo el mundo lo repite: Víctor Hugo escribió A las mujeres de Cuba y Por Cuba en 1870, tal como aparece en sus obras completas desde las primeras ediciones.  ¿Quién va a ponerlo en duda? Pero, atención, muchos historiadores hablan de una tercera carta que escribiera en 1874, sin que nadie sepa decirnos hasta el día de hoy dónde encontrarla.
Discurso a los niños
En su vitalísimo exilio de casi veinte años (1851-1870), durante los cuales publica Los castigos (1853), Las Contemplaciones (1856), la primera parte de La Leyenda de los Siglos (1859), Los Miserables (1862), Las Canciones de las calles y de los bosques (1865), Los Trabajadores del mar (1866) y El Hombre que ríe (1869), Víctor Hugo habla en favor de Cuba por primera vez.
Día de Navidad de 1869. Como cada martes, el quijotesco Père Noël de 67 años, exiliado «en un lugar de la Mancha», ofrece comida y regalos a un grupo de niños pobres de la isla de Guernesey. A un año del grito independentista de La Demajagua les dice:
«Ya que la ocasión se me presenta, permitidme enviar una palabra de simpatía a dos nobles pueblos que han dado el grito de libertad. Cuba se emancipará de España como Haití se ha liberado de Francia; Haití, al libertar a los negros en 1792, aseguró el triunfo de que no hay hombre que tenga el derecho de poseer a otro y Cuba realizará el triunfo de otro principio, no menos grande que cierto, que no hay nación que tenga el derecho de poseer a otra nación.»
Podría parecer extraño hablar de ese modo a menores de edad. Y, sin embargo, nos parece lógico el paralelo. Cuba y Haití son islas como lo es Guernesey, pero dos islas donde los niños podían aspirar a algo más que a la caridad, gracias a las revoluciones que allí se desarrollaban en pos de la justicia social. Llueven, sin embargo, las preguntas alrededor de este hecho: ¿Qué sabía Víctor Hugo de Cuba? ¿Qué prensa leía? ¿Habrá tenido noticias de primera mano? ¿Tendría contactos con los cubanos en Francia? ¿Cómo esas palabras no se las llevó el viento, cómo llegaron hasta nuestros días? Quedan pendientes esas respuestas. En todo caso, este fragmento de oratoria marca su adhesión a la causa independentista cubana. Poco tiempo después escribiría a los cubanos, ¿cuántas veces?, ¿acaso lo sabemos?
A las mujeres de Cuba
Fue una mujer quien «sedujo» a la primera pluma de Francia a escribir la primera carta, cuya traducción ofrecemos al final de este artículo. ¿Quién era esa ilustre fémina? Todas las fuentes consultadas afirman que fue Emilia Casanova de Villaverde, una vehemente matancera, esposa del célebre escritor Cirilo Villaverde, autor de Cecilia Valdés, quien, apenas comenzada la guerra de 1868, fundó la Liga de las Hijas de Cuba en su exilio neoyorkino, y desde allí dirigió su ruego al eminente francés. Aunque no haya llegado hasta nosotros copia de aquel valioso texto, no dudamos de su autoría, porque la Casanova desplegó, precisamente, su doble vocación: por la libertad Cuba y el cultivo de las letras.
Escribió a Víctor Hugo, como escribió a Garibaldi, reclamando su solidaridad. Desdichadamente ignoramos en qué idioma se redactó ese reclamo, desconocemos quiénes eran las 300 signatarias, si todas eran integrantes de la Liga, si se trataba de exiliadas cubanas exclusivamente, si la misiva fue entregada en manos del gran hombre por algún emisario, pero una cosa es cierta: Víctor Hugo la honró el 15 de enero de 1870. Ahora podemos constatarlo por el facsímil de aquel manuscrito que atesoramos en la Casa Víctor Hugo de La Habana, gracias a la asociación Cuba Cooperación Francia y, en particular, a nuestro entrañable amigo Gérard Pouchain.
Por Cuba
Esta carta, a diferencia de la que Víctor Hugo dirigió a las mujeres, no está fechada. En las diferentes versiones de las obras completas consultadas, aparece justo después de la carta Aux femmes de Cuba, como si correspondiera al mismo año de esta última, o sea, a 1870. La introducción que le antecede confirma la supuesta «simultaneidad» de ambas epístolas; pongamos atención a lo subrayado: «Al mismo tiempo, los jefes de la isla beligerante le pedían (a Víctor Hugo) que proclamara su derecho. Él lo hizo».
Sin embargo, si observamos atentamente los manuscritos, podemos asegurar que el propio Víctor Hugo añadió las introducciones más adelante. En el caso de la carta a las mujeres es más evidente. ¿Cuánto tiempo después? Imposible saberlo, pero el suficiente, quizás, para que haya olvidado, en el caso de la segunda, no sólo la fecha, sino el lugar donde la escribió. Errare humanum est. Probablemente haya asociado ambas cartas por el país destinatario, Cuba, puso I y II en el encabezamiento de una y otra, y affaire reglée.
Pero ¿quién pudo haber solicitado esa «proclamación» en 1870? ¿Quiénes eran esos jefes de la isla beligerante?
Emeterio Santovenia, historiador y hombre político cubano (1889-1968) en su pequeño, pero inestimable libro titulado Víctor Hugo y Cuba, publicado en 1933, afirma que eran «Combatientes de Puerto Príncipe quienes se dirigieron a aquel padre de buenas máximas y magníficas ideas».  Sea, pero ¿quiénes? ¿Y por qué solicitar esa carta en 1870, apenas comenzada la guerra? Por las mismas razones que motivaron a Emilia Casanova, me dirá usted, y no estará errado. Pero cuatro años después, las razones eran más poderosas aún: la Revolución atravesaba un mal momento, el Mayor Ignacio Agramonte, quien la resucitara, había caído el 11 de mayo de 1873 y Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, acababa de morir el 27 de febrero de 1874. La situación era desesperada. De hecho, el gobierno de la República en armas confió esa distinguida misión a Antonio Zambrana en 1874.
La carta de Víctor Hugo a Zambrana
Lo más curioso es que Zambrana era, «casualmente», combatiente de Puerto Príncipe. Se conocen no pocos pormenores de ese histórico momento. El propio Santovenia nos proporciona el texto de Zambrana a Hugo en su integralidad. He aquí algunos fragmentos:
«Señor:
Yo soy el más obscuro de vuestros contemporáneos, el más humilde de vuestros admiradores (…) El 10 de octubre de 1868, los cubanos, cansados de su cautiverio, apelaron a Dios y se resolvieron a comprar con lágrimas y sangre la libertad y la justicia: ahora hace seis años que combaten. Este duelo, que se verifica en un rincón de las selvas americanas, ha llamado poco la atención de la Europa (…) Escribid, pues, señor las primeras líneas de la página que la historia va a dedicarle (a Cuba), ya que las palabras trazadas por vuestra pluma son tan eternas como las que en monumentos de bronce y de granito esculpe a veces el cincel de los siglos.  
«Contestó Víctor Hugo a Zambrana —prosigue Santovenia— el 22 de junio de 1874. En pocas frases encerró encumbrados sentimientos. La excitación de Zambrana despertó en Hugo la generosa afección por Cuba de que muestras tan cumplidas había dado. Hugo trazó esta esquela para el convencional de Guáimaro, uno de sus más brillantes discípulos americanos:
«Señor:
    Simpatizo profundamente con la noble y valerosa Cuba. He levantado ya la voz por ella, y de seguro que la levantaré de nuevo. Tendré una viva satisfacción en veros. Me encontraréis en mi casa, calle de Clichy, número 21, el jueves 25 de junio, a las 9 de la noche.
    Os envío mi más cordial apretón de manos».  
Esto, obviamente, no es la añorada carta, sino sólo una esquela. ¿Qué pudo haber pasado?
Cabe suponer que Víctor Hugo haya preparado la carta para entregársela a Zambrana el mismo 25 de junio, pero lo más lógico es que la haya redactado después de su encuentro en la rue Clichy. Y aquí nos tropezamos con una contradicción: Por Cuba está firmada en Hauteville house (nombre de su casa en Guernesey), no en París. ¿La habrá escrito mucho después, en alguna estancia suya en Guernesey?
Esto es una hipótesis muy difícil de probar porque no tenemos la fecha de esa carta ni las fechas de todas sus estancias en esa isla. Me inclino a pensar que Víctor Hugo escribió su respuesta de inmediato, como de costumbre, y que lo hizo allí mismo, en París, pero a la hora de ordenar o clasificar su correspondencia, de la misma manera que añadió la introducción arriba, añadió el lugar abajo, asociando así las dos cartas: «A las mujeres de Cuba» y «Por Cuba», que desde entonces se consideran escritas en Guernesey, en 1870.
Sigamos el hilo Zambrana esperanzados, como él.
«De la visita que a Víctor Hugo hizo Antonio Zambrana —ahonda Santovenia— éste dejó candoroso, sugestivo relato a José Manuel Carbonell. Hondamente impresionado estaba desde la víspera ante la proximidad del momento en que iba a recibir el honor de estrechar la mano del primer hombre de la Francia de aquellos días, la mano de uno de los primeros hombres del siglo XIX. Con exactitud, a las veintinuna horas del día fijado, acudió Zambrana a la morada del poeta y pensador.
«Al correrse la verja —contó Zambrana a Carbonell—, sentí palpitar mi corazón. Abrió un criado la puerta, y, al entrar, quedé sorprendido, abismado, extático ante el cuadro de belleza natural que tenía delante. Una mujer de ojos color de cielo, blanca, muy blanca, y rubia como el sol, repasaba un libro en la vistosa sala, elegantemente decorada. Nunca había contemplado a una mujer que me produjera un sentimiento de admiración tan grande. Era una escultura. En ese momento apareció Víctor Hugo. Yo, trémulo, confuso, me adelanté a estrechar su mano. El se dio cuenta inmediatamente de mi turbada admiración, y, como si quisiera contribuir a disiparla, me dijo picarescamente y con los ojos clavados en la juvenil hermosura de Judith Gautier: es un mármol habitado por una estrella».
Cada vez nos resultaba más increíble que se hubieran conservado tantos detalles secundarios de aquel episodio y se hubiera esfumado lo más importante: la letra en oro de Víctor Hugo. Cae entonces en nuestras manos un folleto titulado Víctor Hugo, apuntes sobre su vida amorosa, política y literaria, que es el texto de una conferencia leída por su autora, Dora Jiménez, en el Círculo de Bellas Artes de La Habana, el 11 de junio de 1935 y, como dicen los franceses, la Sra. Jiménez nos «metió la pulga en la oreja». Refiriéndose a Víctor Hugo, escribe:
«… en otro mensaje, dirigido a los patriotas de Camagüey, a los legendarios compañeros de Agramonte, que a él acudieron, por mediación del insigne tribuno Antonio Zambrana, que a ese objeto, le visitó en París, invocando su condición de «legionario desconocido de la libertad», les dijo: Los llamados insurgentes de Cuba me piden una declaración. Aquí está. En el conflicto entre España y Cuba, la insurgente es España…».
¡Y vaya sorpresa! Jiménez da por sentado que la respuesta de Víctor Hugo a Zambrana es Por Cuba. Nuestra teoría cobró fuerzas súbitamente. Naturalmente, podía tratarse de una confusión de la autora, no tenemos por qué dar crédito a esta fuente secundaria. Soit. Pero no podemos negar que la conferencista estaba bien documentada. Entre otras cosas, reproducía el último fragmento de la carta de Zambrana a Víctor Hugo: «Escribid, pues, señor, las primeras líneas de la página que la historia va a dedicarle (a Cuba)…»... Y aquí nos prodiga, sin quererlo, una segunda «pulga». ¿Cómo pudimos pasar por alto este detalle? Si los «combatientes de Puerto Príncipe», como los llama Santovenia, o «los patriotas de Camagüey», como los llama ella, son los mismos, ¿por qué solicitar dos veces una carta a Víctor Hugo, una en 1870 y otra en 1874?  Zambrana le pide claramente «las primeras líneas de la página que la historia va a dedicarle» a nuestra isla…  ¿Qué otros camagüeyanos pudieron haberlo hecho antes sin que él se enterara? Lo único seguro es que Zambrana las pidió en junio de 1874.
Releamos, por último, este interesante párrafo de Por Cuba: «Y, como si la ironía formara parte de las torturas, se percibe no sé qué burla en este destino feroz que a través de sus diferentes gobernantes, le da siempre el mismo verdugo, sin apenas molestarse en cambiarle el nombre, y que, después de Chacón, envía a Concha, como un saltimbanqui que vuelve al revés su disfraz.»
Víctor Hugo quiso jugar con los nombres de los Capitanes Generales, pero aquí también siembra la confusión. ¿Otro humano error? ¿A qué Chacón se refiere, a Luis Chacón, que gobernó de 1708 a 1713, un siglo antes que él, o al célebre Tacón, contemporáneo suyo, como proponen algunos traductores? Las traducciones citadas por Santovenia y Jiménez dicen Tacón donde Víctor Hugo dijo Chacón, enmendando al genio sin el más mínimo rubor. Lo más importante, sin embargo, como sagazmente apunta nuestro amigo Michael González, es que Víctor Hugo habla de Concha, que acababa de ser nombrado en su tercer mandato, en abril de 1874. ¿Pura casualidad o un argumento más a favor de nuestra tesis de que Víctor Hugo escribió Por Cuba en 1874 y no en 1870?
En todo caso, de acuerdo con esta hipótesis, Por Cuba encontraría una explicación, y la carta de Zambrana encontraría su respuesta. Desde luego, con estos elementos, cualquiera podrá refutar esta atrevida tesis si reúne las pruebas para ello, o tal vez pueda usted ayudarnos, por qué no, a probarla. De lo contrario, siga buscando la tercera carta de Víctor Hugo y avísenos si la encuentra. Le estaremos sinceramente agradecidos. En otra oportunidad hablaremos de otra supuesta correspondencia de Víctor Hugo con los cubanos.
    Ofrecemos, a continuación, nuestra versión colegiada de las mencionadas cartas, a partir de la traducción realizada por Iradia Espada, bibliotecaria de la Casa Víctor Hugo, y de nuestro fiel colaborador Claude Selhum.

Ana María Reyes Sánchez
Directora de la Casa Víctor Hugo


Introducción escrita por Víctor Hugo, según puede verse en el manuscrito: 

Europa, donde se gestaban acontecimientos temibles, empezaba a perder de vista las cosas lejanas. Apenas se conocía, de este lado del Atlántico, que Cuba estaba en plena insurrección. Los gobernantes españoles reprimían esta rebelión con una brutalidad salvaje. Distritos enteros fueron ejecutados militarmente. Las mujeres huían. Muchas se refugiaban en Nueva York. A principios de 1870, una misiva de las mujeres de Cuba, con más de trescientas firmas, fue expedida desde Nueva York a Víctor Hugo para rogarle que interviniera en esta lucha. Él respondió:


«A las mujeres de Cuba

Mujeres de Cuba: yo comprendo vuestra súplica. ¡Oh!, desesperadas, os dirigís a mí. Fugitivas, mártires, viudas, huérfanas, demandáis socorro a un vencido. Proscriptas, os tornáis hacia otro proscripto; las que no tienen hogar llaman en su ayuda a quien no tiene patria. Cierto, nuestro agobio es grande, vosotras no tenéis más que vuestra voz, y yo no tengo más que la mía; vuestra voz gime, la mía advierte. Ambos hálitos, en vosotras el sollozo, en mí el consejo, he ahí todo lo que nos queda. ¿Qué somos? ¿La flaqueza? No, somos la fuerza. Porque vosotras sois el derecho y yo soy la conciencia.
La conciencia es la columna vertebral del alma; mientras la conciencia se mantenga recta, el alma se mantiene en pie; sólo tengo en mí esa fuerza, pero ella basta. Y hacéis bien en dirigiros a mí.
Hablaré por Cuba como he hablado por Creta.
Ninguna nación tiene el derecho de asentar su garra sobre otra, no más España sobre Cuba, que Inglaterra sobre Gibraltar. Un pueblo no posee a otro pueblo así como un hombre no es dueño de otro hombre. El crimen es más odioso aún sobre una nación que sobre un individuo; he ahí todo. Ampliar la magnitud de la esclavitud es acrecentar su indignidad. Un pueblo tirano de otro pueblo, una raza que vampiriza a otra raza, es como la succión monstruosa del pulpo, y esta opresión espantosa es uno de los hechos terribles del siglo XIX. Se ve en esta hora a Rusia sobre Polonia, a Inglaterra sobre Irlanda, a Austria sobre Hungría, a Turquía sobre Herzegovina y Creta, a España sobre Cuba. Venas abiertas y vampiros sobre cadáveres por doquier.
Cadáveres, no. Borro esa palabra. Ya lo he dicho antes: las naciones sangran, pero no mueren. Cuba tiene  toda su vida y Polonia tiene toda su alma.
España es una noble y admirable nación, y yo la amo; pero no puedo amarla más que a Francia. Y ¡bien! Si Francia tuviese todavía a Haití, de la misma manera que digo a España: ¡Redimid a Cuba!, diría a Francia: ¡Redimid a Haití!
Y, hablándole así, yo probaría a mi patria mi veneración. El respeto se compone de consejos justos. Decir la verdad es amar.
Mujeres de Cuba, que me decís tan elocuentemente tantas angustias y sufrimientos, me prosterno de rodillas ante vosotras y beso vuestros pies adoloridos. No dudéis; vuestra perseverante patria será recompensada de su pena, tanta sangre no habrá manado en vano, y la magnífica Cuba se erigirá un día libre y soberana junto a sus augustas hermanas, las repúblicas de América.
En cuanto a mí, puesto que demandáis mi pensamiento, os envío mi convicción. En esta hora en que Europa está cubierta de crímenes, en esta obscuridad en que se entrevé sobre las cumbres no se sabe qué fantasmas, que, son infamias portando coronas, bajo el montón horrible de acontecimientos desalentadores, yo levanto la cabeza y espero. Siempre he tenido por religión la contemplación de la esperanza. Poseer por intuición el porvenir basta al vencido. Mirar hoy lo que el mundo verá mañana, es una fortuna. En un instante determinado, cualquiera que sea la obscuridad del momento presente, la justicia, la verdad y la libertad surgirán, y harán su entrada espléndida sobre el horizonte. Doy gracias a dios por concederme desde ahora la certeza; la felicidad que le queda al proscripto en las tinieblas es ver el alba en el fondo de su alma».

 

Víctor Hugo
 Hauteville-House, 15 de enero de 1870.

Introducción escrita por Víctor Hugo, según puede verse en el manuscrito:

 Al mismo tiempo, los jefes de la isla beligerante le pedían que proclamara su derecho. Él lo hizo.



«Por Cuba
 
Esos a quienes llaman insurgentes de Cuba me piden una declaración, hela aquí.
En este conflicto entre España y Cuba, la insurgente es España.
Al igual que en la lucha de diciembre de 1851, entonces el insurgente era Bonaparte.
Yo no miro donde está la fuerza sino donde está la justicia.
Pero se dice: ¡la madre patria! ¿Acaso la madre patria no tiene derechos?
Entendámonos.
Ella tiene el derecho de ser madre, ella no tiene el derecho de ser verdugo.
Pero, en la civilización ¿no existen pueblos mayores y pueblos menores? ¿Los mayores no tienen la tutela de los menores?
Entendámonos una vez más.
Dentro de la civilización, la edad mayor no es un derecho, es un deber. Ese deber, en verdad, concede derechos; entre otros el derecho de colonizar. Las naciones salvajes tienen derecho a la civilización como los niños a la educación, y las naciones civilizadas se la deben.
Pagar su deuda es un deber; también es un derecho. De ahí, en los tiempos antiguos, el derecho de la India sobre Egipto, de Egipto sobre Grecia, de Grecia sobre Italia, de Italia sobre la Galia. De ahí, en la época actual, el derecho de Inglaterra sobre Asia y de Francia sobre África, a condición, sin embargo, de no civilizar los lobos por los tigres; con la condición de que Inglaterra no posea a Clyde* ni Francia a Pélissier *.
Descubrir una isla no da derecho a martirizarla; esta es la historia de Cuba; no es menester partir de Cristóbal Colón para llegar a Chacón.
Que la civilización implique la colonización, que la colonización implique la tutela, sea; pero la colonización no es la explotación; la tutela no es la esclavitud.
La tutela cesa de pleno derecho cuando el menor arriba a la mayoría de edad, ya sea  el menor un niño o un pueblo. Toda tutela prolongada más allá de la minoridad es una usurpación; la usurpación  que se hace aceptar por hábito o tolerancia es un abuso; la usurpación que se impone por la fuerza es un crimen.
Este crimen donde quiera que yo lo vea lo denuncio.
Cuba es mayor de edad.
Cuba sólo pertenece a Cuba.
Cuba, en esta ahora, sufre un horrendo e inefable suplicio. Es acosada y maltratada en sus bosques,  en sus valles, en sus montañas. Tiene todas las angustias del esclavo prófugo.
Cuba lucha, espantada, soberbia y ensangrentada, contra todas las ferocidades de la opresión. ¿Vencerá? Sí. Entre tanto, sangra y sufre. Y, como si la ironía formara parte de las torturas, se percibe no sé qué burla en este destino feroz que a través de sus diferentes gobernantes, le da siempre el mismo verdugo, sin apenas molestarse en cambiarle el nombre, y que, después de Chacón, envía a Concha, como un saltimbanqui que vuelve al revés su disfraz.
La sangre corre de Puerto Príncipe a Santiago; la sangre corre en las montañas del Cobre, en los montes Carcacunas (¿?), en los montes Guajabos (¿del Guayabo?); la sangre enrojece todos los ríos, el Canto (Cauto), y el Ay (¿Sagua?) la Chica; Cuba pide socorro.
Este suplicio de Cuba, es responsabilidad de España, a quien yo lo denuncio, porque España es generosa. No es el pueblo español el culpable, es el gobierno. El pueblo de España es magnánimo y bueno. Sustraed de su historia al sacerdote y al rey, el pueblo de España sólo ha hecho el bien. Ha colonizado pero como el Nilo que se desborda, fertilizando.
El día en que sea el amo, retomará Gibraltar y entregará Cuba.
Cuando se trata de esclavos, se crece con lo que pierde. Cuba emancipada engrandece a España, porque crecer en gloria es crecer. El pueblo español tendrá este anhelo: ser libre en su casa y grande fuera de ella».

Víctor Hugo
Hauteville-House


*   Partidarios políticos del Emperador Napoleón III.

Notas

  1.Oeuvres complètes, édition Ollendorff, fin du XIX s. Actes et Paroles, T. XI, p. 189-190 / Oeuvres complètes, Paris-Imprimerie P. Mouillot, 13, quai Voltaire. Publicadas entre 1885-1901, p. 189-190; Victor Hugo. Oeuvres complètes, édition chronologique publiée sous la direction de Jean Massin. Le club français du libre, 1970, T. XIV, p. 867-868.
  2. Collection Bouquins, tome Politique, p. 637. (en francés; cortesía de Gérard Pouchain)
  3. Santovenia, Emeterio S. Víctor Hugo y Cuba. Editorial Minerva, Pi y Margall (Obispo), 110, 1933. (Capítulo IX, p. 55)
  4. Antonio Zambrana Vázquez (1846-1922) fue, junto con Ignacio Agramonte, redactor de la constitución de Guáimaro y miembro y secretario de la Asamblea Constituyente y de la Cámara de Representantes allí organizadas. Ferviente devoto de Víctor Hugo, Zambrana testimonió sobre la influencia del escritor en la formación revolucionaria de Agramonte. (ver sitio Casa Natal de El Mayor Ignacio Agramonte, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)
  5. Capítulo XV, pp. 81-85 del libro de Santovenia.
  6. Capítulo XVI, pp. 88-89 del citado libro de Santovenia.
  7. Santovenia, Emeterio: Op. Cit., capítulo XVII, pp. 91-92.  

  8. Jiménez, Dora: Victor Hugo. Apuntes sobre su vida amorosa, política y literaria. Librería Nueva, Obispo 98, Habana. Páginas 29-30. Conferencia leída por su autora, en el “Círculo de Bellas Artes”, de la Habana, en la noche del lunes, 11 de junio de 1935. 9. Director de Investigaciones de Patrimonio Cultural, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.


Comentarios   

leodanny polanco
0 #1 leodanny polanco 09-03-2010 18:10
Primero no soy de los que escribo habitualmenteen foros o sitios como ese. Por otra parte es la primera vez que entro al sitio y debo decir que me han gustado mucho los articulos que en el mismo se encuentran. Dar gracias a quien halla publicado estas cartas que realmente llevaba tiempo escuchando de ellas y leidas por otras manos pero verlas aqui ha sido una gran felicidad.
en mi tienen un visitante perenne a partir de hoy.
Gracias
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