San Cristóbal de La Habana fue la tercera villa cubana que contó con un grupo organizado de ciudadanos responsabilizados con la extinción de incendios. En 1835, el Capitán General Miguel de Tacón ordenó la fundación del Cuerpo de Honrados Obreros y Bomberos de La Habana, conocidos como los Bomberos Municipales. Orientado a velar por los intereses comerciales en auge, el Cuerpo de Bomberos del Comercio nació en 1873.
Las ciudades cubanas más importantes que fundaron sus cuerpos de bomberos entre los siglos XVII y XIX fueron Santa Clara (1696), Santiago de Cuba (1831), La Habana (1835), Matanzas (1836), Cienfuegos (1838), Holguín (1867), Guantánamo (1884) y Pinar del Río (1887).
 

Uno de los objetivos informativos de la prensa habanera de 1890 durante los días posteriores al incendio en el almacén de Isasi fue la figura del bombero. De leerse todos los artículos, entrevistas y reportajes, el criterio de heroicidad y sacrificio anónimo resalta por encima de las desatenciones que, como cuerpos, sufrían de los organismos gubernamentales. Con un criterio por momentos sensacionalista, la descripción de la vida cotidiana de los bomberos y la historia de las víctimas que sucumbieron en el incendio trasciende a la información propia del siniestro, a tal punto que se relata el momento previo a la partida como una imagen romántica, cargada de referencias pasionales. No obstante estos recursos creativos del periodismo de la época, el desenlace del incendio del 17 de mayo de 1890 orientó la mirada hacia la figura del bombero. ¿Cuándo surgieron los bomberos en La Habana? ¿Qué circunstancias obligaron a su fundación?
«Nada hacía presagiar la tragedia. Los bomberos corrían de un lugar a otro. Las bombas de los dos cuerpos, unidos en su labor, desterrando como nunca sus frecuentes rivalidades, proyectaban grandes chorros con chirriar de chimeneas y escape de chispas al empedrado. Un bombero joven, del Comercio, recogió un pitón magullado del suelo y se lanzó con callada furia sobre la abertura de Mercaderes. Ya lenguas de fuego luchaban por salir destruyendo las puertas. Impresionante cómo tanto valor puede contenerse en un cuerpo tan menudo. El impermeable le otorgaba una silueta acharolada, las polainas de hule brillaban bajo el surtidor de agua que le corría por el cuerpo. El casco, fulgurante desde sus herrajes, parecía coronarlo de un halo soleado. Habló algo con el 1er Brigada  y, al frente de un grupo de valientes, se internó como una exhalación por la boca del infierno. Unos segundos después se estremecía La Habana bajo el  caos de una explosión». 1
    
  
Desde la fundación de La Habana la extinción de cualquier incendio corría por los vecinos. Según varias fuentes históricas, la conciencia de que esos vecinos se organizaran con el objetivo de responder ante un evento de esa índole data de mediados del siglo XVIII, aunque ya desde 1696 la ciudad de Santa Clara poseía un Cuerpo de Bomberos. En su Bando de Buen Gobierno de 1772, el Marqués de la Torre destaca la necesidad de la prevención y la extinción eficaz de los incendios (como lo diríamos ahora), la responsabilidad de cada poblador en la salvaguarda del patrimonio social y, en especial, la de los obreros por las aplicaciones de sus oficios. Dijo, entonces, el marqués:
«Uno de los más graves cuydados á que están espuestas las Poblaciones es el de los incendios. Ningún vecino puede escusarse con razón, de acudir al socorro de una necesidad, que pide pronto remedio para que el estrago no le alcance; los Artefactos que tienen parte en la construcción de los Edificios como con los Albañiles, Carpinteros, Herreros así por la inteligencia propia de su oficio como por la actitud de sus instrumentos, son los primeros de esta obligación; pero de los demás ninguno es relevado por el interés común en que cada uno del Pueblo tiene parte.» 2
No pasó mucho tiempo para que otro estadista, muy dado a la organización urbanística y ciudadana, reparara en la urgencia de progresar en la organización de un cuerpo de bomberos con carácter más profesional, aunque su ingreso y manutención fueran, en gran parte, voluntarios. El Capitán General Miguel Tacón autorizó la creación, el 12 de diciembre de 1835 del Cuerpo de Honrados Obreros y Bomberos de La Habana, conocidos también como Bomberos del Ayuntamiento o Bomberos Municipales. Tres años después era aprobado su reglamento. Un acontecimiento trascendental en la historia de ese cuerpo fue la fundación de la sección de «Camisetas Rojas», una especie de tropa de élite que asumía complicadas tareas de extinción y salvamento. Esta decisión se le atribuye al Teniente Coronel Andrés Zencoviech, oficial da alto rango dentro de la fuerza que obtuvo grandes conocimientos y preparación bomberil en el extranjero. La prensa de la época recubre este hecho con un carácter clasista; algo que acompañará a los cuerpos de bomberos habaneros a lo largo de todo su devenir. Por lo pronto, fijémonos en cómo lo presentan los órganos de información:
«La Sección de Camisetas Rojas fue fundada por el jefe de los municipales, Andrés Zencoviche, para embullar a los jóvenes de «arriba» a que se apuntasen de bomberos, con objeto de hacer la competencia a los del comercio que se tenían en más que los otros, nombrándose con gran acierto, jefe de la sección al simpático joven Pepe Jerez, que en breve tuvo a su lado buen número de aquellos, perteneciente a la sociedad más escogida.» 3
Casi 40 años después, ante el desarrollo del comercio, la aparición de establecimientos que ofrecían múltiples servicios y el aumento de la incidencia de incendios que provocaban serias pérdidas económicas, las compañías de seguros,  a través de G. Hill, influyeron en el gobierno para que se creara, en 1873, un cuerpo de bomberos voluntarios, integrado por jóvenes vinculados al comercio y patrocinado por el aporte económico de los propietarios. Su reglamento fue aprobado el 26 de febrero de 1873.
Durante muchos años, hasta su desaparición como instancias independientes, ambos cuerpos de bomberos vivieron una rivalidad feroz. Más allá del elemento vernáculo que acompaña a todo antagonista, hay que tener muy claro que el siglo XIX cubano, sobre todo en su segunda mitad, estuvo matizado por el auge del sentimiento independentista y, a su vez, por la radicalización del integrismo por los acólitos del régimen colonialista español. Los cuerpos de bomberos no fueron una excepción.
Aunque habría que profundizar más para determinar cuánto hay de verdad histórica y cuánto de mito, ha llegado hasta nosotros que la rivalidad entre los dos cuerpos de bomberos trascendía la sana emulación de habilidades de dos fuerzas con los mismos objetivos sociales. Se ha hecho tradición que la porfía tenía un carácter político, pues los Bomberos Municipales se caracterizaban por simpatizar con el gobierno colonialista y los Bomberos del Comercio, al contrario, estaban comprometidos con los ideales independentistas; alguna lógica puede tener esto, pues los bomberos que integraron las filas insurrectas en la Guerra del 95 pertenecieron a los Bomberos del Comercio. El ejemplo más célebre es el coronel Néstor Aranguren quien resultara herido de cuidado en el incendio del 17 de mayo de 1890, en el depósito de la ferretería de Juan Isasi.
La animadversión no quedaba sólo en el ámbito profesional, sino que se extendió a los habitantes de la ciudad. Existían barrios enteros que apoyaban a un cuerpo en detrimento de otro. Si todo hubiera quedado en la admiración, en llevar el récord de los incendios apagados por un cuerpo u otro para conformar el score de los contendientes, podría verse como una curiosa tradición, parecida a las parrandas de los pueblos del occidente y el centro del país que, dividido el poblado en dos bandos, competían llevando la emulación a límites hilarantes. Sin embargo, la competencia en la que tomaban parte los ciudadanos incluía también capitalizar, algunas veces de manera violenta, las tomas de agua en las esquinas de las calles. De esta manera, si los simpatizantes de los Bomberos Municipales «tomaban» una fuente de agua, no permitían que sus rivales del Comercio la usaran aunque llegaran primero al siniestro. Por eso se les regalaba con un centén. Esto, muchas veces, retrasó la extinción del incendio y permitió que los fuegos tomaran tanta fuerza que, muchas veces, se hacía más difícil su combate o se perdía la vida de un bombero entre las llamas airadas.
Esta rivalidad llegó a crear tal conflicto de gobernabilidad que obligó a las más altas jerarquías a intervenir, pues ni los esfuerzos de los jefes y los oficiales de campo podían controlar las reyertas que se suscitaban entre los miembros de los cuerpos al coincidir en un incendio. Fue ya en tiempos de la intervención norteamericana que los cuerpos se fundieron en una sola fuerza. La decisión fue propuesta por el entonces Gobernador  de La Habana, General Emilio Núñez, tras presenciar una vergonzosa riña tumultuaria entre los bomberos cuando estos acudieron a sofocar el incendio del Mercado de Tacón en 1902. Se cuenta que las llamas ganaron mucho terreno en todo el tiempo en que se demoró la intervención, pues los bomberos olvidaron el incendio y se liaron a golpes por la primacía en la extinción.
Esto obligó al Gobernador Militar de Cuba, el general norteamericano Leonard Wood a dictar la orden No. 103 de 15 de abril de 1902 que fundía en el Cuerpo de Bomberos de La Habana los dos anteriores, se les retiraba su jerarquía militar y se les otorgaba un carácter civil dirigido por un Consejo de Dirección. También se les otorgó una subvención de 12 mil pesos anuales, independiente de la cantidad que el municipio o las compañías de seguros le concediesen. Esta decisión no fue bien acogida por los cuerpos en pugna. La nota más sobresaliente la protagonizaron los Bomberos Municipales quienes, en protesta por la medida, renunciaron en masa. A pesar de eso, en 1903 quedó aprobado el Reglamento del cuerpo en franco paralelismo con la orden expedida por Wood.
En 1908, durante la segunda intervención norteamericana, el Gobernador Provisional Charles E. Magoon dictó un decreto que derogaba algunas de las cláusulas de la orden 103 de Wood. Eliminó las cuotas con las que contribuían los oficiales del cuerpo para gastos de representación y concedió un crédito de 75 mil pesos para construir una nueva estación de bomberos, equipada con medios de última generación y servida por personal profesional contratado. Asimismo, se comprometió al Ayuntamiento a extender anualmente la cantidad de 15 mil pesos para el mantenimiento de esta estación, bautizada como «Charles E. Magoon», la más moderna de La Habana de ese entonces.
Así terminó la historia de los cuerpos de bomberos de La Habana. Sin embargo, la heroicidad y el sacrificio que los unió en torno al incendio del 17 de mayo de 1890 fue inquebrantable en el recuerdo de todos los habaneros. En aquella ocasión, actuaron como uno solo y se unieron en la muerte, pues la explosión no distinguió entre unos y otros. Ese sentido de la solidaridad, del espíritu de cuerpo los hizo pasar a la historia sobre el triste recuerdo del incendio de aquel depósito ubicado en la esquina de las calles Mercaderes y Lamparilla. Un momento, ¿y cómo se sabía cuándo era un bombero del comercio o un municipal? ¿Sus uniformes eran diferentes? ¿Cómo se organizaban? Esto lo veremos en el próximo capítulo.
 
 
1 Nota de la Redacción: Los parlamentos entrecomillados —atribuidos a un supuesto bombero sobreviviente del siniestro— son una reconstrucción hecha por el autor sobre lo que pudo haber pasado en el interior del almacén, a partir de testimonios recopilados por la prensa de la época. 
2  Bando de Buen Gobierno del Marqués de la Torre, 1772.
3  Federico Villoch, Viejas Postales Descoloridas. Los Fuegos de La Habana de Antaño y los Bomberos del Comercio, La Habana, Selecta, septiembre 4 de 1937.
 
MSc. Rodolfo Zamora Rielo
Redacción Opus Habana
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Comentarios   

emmanuel acevedo
0 #2 emmanuel acevedo 26-05-2012 18:57
hola hermanos bomberos de cuba, un coordial saludo,yo soy bombero de jalisco mexico, y en unos dias mas estare visitando su pais, estare 3 dias en varadero y despues en la habana, espero conocer sus instalaciones y conocerlos personalmente. hasta pronto, quisiera saber el nombre del comandante para reportarme cuando llegue, un saludo para todos. bye
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Dieter Petri
0 #1 Dieter Petri 01-01-2012 09:47
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