Dentro del universo bibliográfico del doctor Fernando Ortiz, el trabajo periodístico ocupa un lugar preponderante y me atrevería a afirmar que posee criterios de valor similares a los que ostentan las grandes obras que le valieron el título de «Tercer descubridor de Cuba».
A pesar de que no se ha logrado una sistematicidad en su estudio, la presencia de los artículos orticianos en las más prestigiosas publicaciones periódicas de la primera mitad del siglo XX apuntan no sólo a una evolución de pensamiento y una diversificación de temas nodales para el conocimiento de la nacionalidad cubana, sino también la aparición de un nuevo lenguaje de divulgación cultural y científica.
 
Dentro del universo bibliográfico del doctor Fernando Ortiz, el trabajo periodístico ocupa un lugar preponderante —y me atrevería a afirmar— que posee criterios de valor similares a los que ostentan las grandes obras que le valieron el título de «Tercer descubridor de Cuba». A pesar de que no se ha logrado una sistematicidad en su estudio, la presencia de los artículos orticianos en las más prestigiosas publicaciones periódicas de la primera mitad del siglo XX apuntan no sólo a una evolución de pensamiento y una diversificación de temas nodales para el conocimiento de la nacionalidad cubana, sino también la aparición de un nuevo lenguaje de divulgación cultural y científica que reúne estrategias y tonos orientados al reencuentro de un pueblo con sus orígenes y tradiciones.
 
 Los instrumentos de la música afrocubana fuero objeto de la investigación de Don Fernando Ortiz 
La monumentalidad e impacto de textos como Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), La africanía de la música folklórica de Cuba (1950) y Los instrumentos de la música afrocubana (1952-1955), entre otros, opacaron un tanto la comunidad de artículos que Ortiz tributó, de manera initerrumpida por espacio de casi 50 años, a publicaciones especializadas —de la talla de la Revista Bimestre Cubana o Archivos del Folklore Cubano— como a rotativos de gran tirada y aceptación popular, entre los que se destacan el Diario de la Marina y la revista Bohemia. Para la ciencia actual se torna muy interesante el equilibrio temático y la coherencia discursiva lograda por Ortiz en su labor como periodista, demostrando de paso que no sólo con la simultaneidad informativa, sino también con el análisis contemplativo, se puede hacer muy buen periodismo.    
Uno de los aspectos más significativos de la obra científica de Don Fernando Ortiz es su perenne vinculación con el entorno social de la época; no sólo por su carácter de fuente de información sobre costumbres y dinámicas, sino como destinatario especial de todas las revelaciones acerca de su origen y realidad. Este objetivo le permitió a Ortiz, desde sus inicios, presentar y profundizar sobre importantes elementos de la historia, la sociología y la cultura cubanas destinados a grandes grupos receptores de diversa índole, en un momento en que los temas culturales se quedaban en el rango de pequeñas élites de especialistas e interesados. Fue su impulso divulgativo y su constante apoyo en los estamentos más humildes de la población, lo que permitió palpar la cultura cubana desde su fuente y hacerla extensiva a todos sus protagonistas y herederos. Como dijera el afamado ensayista mexicano Alfonso Reyes «el estudio no lo aisla del mundo, antes robustece en él los saludables intereses por la vida que lo rodea».1 
Como se ha podido conocer por el doctor Isaac Barreal,2  harto difícil se hacía en aquellos años convulsos publicar un libro sobre aspectos antropológicos, históricos, etnográficos y folklóricos. En la Cuba republicana se consumía literatura dilatada, meros refritos de traducciones ibéricas que pasaban por todo el tamiz cientificista foráneo antes de carenar en las librerías antillanas. Poco o nada se publicaba sobre Cuba. A llenar ese vacío orientó Ortiz su trabajo editorial, lo que le valió no pocos esfuerzos y la adopción de un pensamiento holístico, unido a una verdadera voluntad promocional, sólo comparable con la realizada por el doctor Emilio Roig de Leuchsenring al frente de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
 
 Las sectas espiritistas atrajeron la atención de Ortiz como formas de religiosidad popular
Además de pagar de su pecunio la edición de muchos libros, los que buscaba en archivos y casas editoriales del mundo entero, —como la papelería de José María Callejas, escrita en 1823 y convertida en el volumen Historia de Santiago de Cuba, con la que Ortiz abrió la Colección Cubana de Libros y Documentos Inéditos, devenida varios años después en la Colección de Libros Cubanos, fundó y enriqueció revistas que promovían el trabajo de las instituciones que le servían de cobertura como la Revista Bimestre Cubana, de la Sociedad Económica de Amigos del País; Archivos del Folklore Cubano, órgano de la Sociedad del Folklore Cubano; Ultra, revista de la Institución Hispano Cubana de Cultura; Estudios Afrocubanos, de la Sociedad de Estudios Afrocubanos; Cuba y la URSS, del Instituto Cultural Cubano-Soviético; Afroamérica, del Instituto Internacional de Estudios Afroamericanos, entre otras. Entre estas, la Revista Bimestre Cubana se lleva las palmas, pues gracias a Ortiz esta importante publicación se revitalizó en 1910, después de 76 años de silencio provocado por la deportación en 1834 de su principal artífice José Antonio Saco a manos del gobierno del Capitán General Tacón.
La utilización de la prensa como sistema transmisor de discursos científico-culturales está entre los aportes de Don Fernando Ortiz al enramado comunicativo cubano; no porque haya sido el primero en publicar artículos de esta índole en la prensa cubana, sino por adecuar las necesidades divulgativas de una época determinada al soporte que mayores ventajas le ofrecía para la transmisión de mensajes culturales. No resulta casual que su primer trabajo haya visto la luz en el semanario El Noticiero de Menorca, con tal agudeza crítica que tuvo que trasladarse a Mahon, la capital menorquina, para terminar su segunda enseñanza, pues pagó con la expulsión el cuestionamiento que ensayó sobre algunas costumbres sociales de su patria adoptiva.

 
 Los artículos de Ortiz tuvieron el apoyo de importantes artistas de la plástica, como lo demuestra este dibujo de Jaime Vals

Contrario a lo que se podría imaginar, en la primera mitad del siglo XX abundaban en Cuba los medios de prensa con carácter universal, con un perfil que hacía confluir las crónicas de variedades, los artículos de costumbre, las llamadas prensa «roja» y «amarilla», la literatura, las controversias políticas, etcétera. Desde su etapa de estudiante participó en la edición de gacetas y boletines como El Eco de la Cátedra¸algo que acompañó su práctica intelectual hasta su final. En varios periódicos y revistas se insertó Ortiz publicando trabajos estructurados a partir de segmentos de sus investigaciones sobre antropología, etnología, literatura, musicología, criminología y otras cuestiones de la actualidad cultural de su tiempo. Así podemos ver su firma en Pueblo, Alerta, Excelsior, El País, Bohemia, Diario de la Marina, Cuba y América, Prensa Libre, Azul y Rojo y muchas más.
Vistos en su particularidad, cada uno de estos artículos constituye un excelente acercamiento a temas inéditos y mayoritariamente desconocidos para la época. Baste decir que, gracias a los aportes de Ortiz a los estudios etnológicos y sociológicos, muchos especialistas comenzaron a trabajar en líneas de investigación similares. La influencia del positivismo italiano y de la antropología sociológica española, le permitió proyectar una obra a seis manos con Miguel de Carrión y Mario Muñoz Bustamante sobre elementos de la marginalidad habanera que se titularía. Mientras él trabajaría el ñañiguismo, Carrión se dedicaría a la prostitución y Bustamante a la mendicidad. Aunque el proyecto no se llevó a cabo, sirvió para que Ortiz se cerciorara de la inmensa urdimbre que acompaña a la cultura negra cubana y su impronta en nuestra nacionalidad.
Un desconocedor de la obra y la personalidad de Ortiz podría pensar que sus artículos son complicados bodrios de inniteligibles coordenadas. Nada más alejado de la realidad. Joyas del conocimiento factual y la reflexión fenoménica, Ortiz logra un equilibrio entre lo teórico y lo interesante, utilizando un lenguaje neutral, fácilmente accesible a grandes conglomerados de lectores que explica hasta el concepto más simple. La excelencia de la propuesta periodística orticiana radica en la comunidad de experiencias, en el basamento presencial de una labor investigativa sostenida por la observación y el trabajo de campo, el uso de las fuentes bibliográficas e informativas que, casi siempre sostienen las aseveraciones del sabio cubano. Nunca —y lo afirmo con toda responsabilidad— se vislumbra un rictus de superioridad, ni una postura presuntuosa o absolutista. Su fórmula viene siempre respaldada por resultados tangibles, por un sentido de comunidad que hace participar y brillar hasta el más modesto colaborador, quien gana iguales grados de protagonismo que la voz más prestigiosa.

 
 En la imagen el doctor Ortiz junto al profesor Gaspar Agüero, mientras estudiaban los ritmos de un trío de «ilubatá», los tambores «aña» de Changó
El lector descubre la inmensa sabiduría del autor por las referencias que ofrece y la amplitud cosmopolita de sus asociaciones. Nada le es ajeno. Los fenómenos más recónditos, como lo podría ser un vocablo primitivo o una antigua costumbre, son trazados desde sus verdaderos orígenes, pasando por los vericuetos que caracterizaron su evolución. Bailes, instumentos musicales, costumbres, genealogías, lexemas, tendencias, inclinaciones, permutaciones, adquisiciones, préstamos, neologismos, credos. A todos los disecciona y los cala, develando una riquísima galería cultural que va desde la primera corrida de toros que se celebró en Cuba hasta las características de las construcciones habitacionales de los primeros habitantes de la Isla. No rehuye la polémica; la zanja, la complementa y la rejuvenece con sus aportes e inquietudes. Por momentos su especialización se difumina en el encanto que atesora. Se hace evidente que nos habla un sabio, pero no se puede asegurar que vista levita o calzones de tela de saco; no se distingue si peina rizos canos o atenaza su cabeza con una cinta o luce sombrero asiático.
 
 Imagen de una ceremonia de espiritismo de cordón, investgado por Ortiz en sus asentamientos de Bayamo y Manzanillo, en la parte oriental del país
Todavía está por estudiarse las connotaciones sociales que tuvo un periodismo de este tipo, tan aglutinador como especializado, en una sociedad en pie de lucha en pos de su autodeterminación, entre tiranías e intervenciones extranjeras. Como ya se ha dicho, el periodismo de Ortiz no partía de la cátedra, en la que se refugiaba del fragor callejero, sino que iba en busca de los procesos culturales de índole paleoetnográfica, antropológica, lingüística o musicológica allí donde se desarrollaban, ya fuera en un bembé, una secta espiritista, una fiesta de Día de Reyes, una iniciación religiosa o un sitio arqueológico. Los ancianos yorubas, de quienes se ganó el respeto y el cariño por su mesura y humildad, lo llamaban «el blanco que preguna mucho», pues estos hombres, marginados por una sociedad excluyente, se convirtieron en protagonistas reconocidos de su rica realidad. En opinión de Berta Becerra y Bonet:
la obra del doctor Ortiz en la prensa cubana, desde el artículo de actualidad (…) hasta la investigación o divulgación científicas que ha prodigado (…) tiene una unidad magnífica que se advierte enseguida  a través de su diversidad externa: en toda ella está palpitante el afán del ilustre investigador de conocer a su pueblo y de hacerlo conocer por todos.3 
Connotaciones sociales aparte, no deja de ser muy interesante la frescura de sus artículos, escritos en un lenguaje accesible, sin terminologías excesivas ni zonas oscuras para los lectores, consiguiendo también una riqueza visual, en este caso fotográfica, en algunos de sus artículos más sobresalientes. Y este es otro aspecto en el que se debe profundizar: en la comunicación visual promovida por Ortiz. En la inmenmsa mayoría de los artículos publicados en Bohemia, en su época de mayor esplendor como revista —desde fines de la década del 40 y gran parte de los 50— Ortiz hizo acompañar sus artículos por una impresonante galería de imágenes, tomadas por él mismo, que revelaba mayor riqueza informativa y descriptiva de los fenómenos en los que se ocupaba.

 
 Óleo «Areíto», de P. Charles Charlevoix que representa una ceremonia religiosa aborigen, en la que adoraban al cemí, o dios de la lluvia

En este sentido tiene preponderancia los artículos orticianos aparecidos en la revista Bohemia. Decana de las revistas latinoamericanas, Ortiz compartió paginas con lo más importante de la intelectualidad cubana del momento, otorgándole a sus escritos un vigor y una plasticidad notables, si se toma en cuenta el rebajo imagenológico que llevó a cabo. Según Berta Becerra, la revista Bohemia posee gran importancia en el periodismo orticiano, pues:
Desde sus páginas nos regala frecuentemente con sus artículos, ricos de noticas curiosas, cuajadas de sugerencias útiles, amenos, admirablemente escritos y de valor perdurable, porque en cada uno aporta a nuestro acervo científico el doctor Ortiz un dato que ha de ser aprovechado luego, aunque no se nombre al ilustre cosechador de tanta información, como, con censurable costumbre es habitual entre nosotros.4 
Así, de esa manera, el público podía asistir a una ceremonia espiritista en la región oriental a través de las imágenes que documentaban los momentos principales del acontecimiento, con pies de fotos ilustrativos. Los bailes de origen africano pudieron ser conocidos de manera visual porque Ortiz los fotografió en su entorno, con la distribución de los bailarines y los atributos tradicionales que se utilizaban. Algo que estaba vedado para la visualidad de la mayoría del pueblo y con lo que ahora se podía familiarizar de manera estrecha. Igual sucede con los líderes religiosos de sectas y cabildos que hablan a través de las pequenas entrevistas que Ortiz inserta en sus artículos y revelan sus cantos por la transcripción que el sabio hace de estos.

 
 Los hechos trascendentales de la Historia de España no carecieron de interés para la proyección hispánica de Ortiz
Un primer acercamiento a estos artículos, después de una primera etapa de revisión, búsqueda y cotejo, demuestra que Ortiz colaboró con 79 publicaciones de Cuba y del mundo. De éstas, 53 han podido ser localizadas y fichadas, provenientes de Cuba, México, Argentina, Venezuela, Estados Unidos de América, Colombia y Francia. Todavía existen 26 publicaciones en las que hay indicios de la colaboración de Ortiz, pero aún no se han localizado sus artículos. Algunas de ellas engrosan fondos cubanos, como Revista Científica Internacional, El Cubano Libre, Minerva, Diario Español. En todas ellas, los temas van desde la música, la lingüística, la historia, la etnología hasta el folklore, la religión, la criminalística, la culinaria, la arqueología, pasando por la literatura, el arte, la sociología, la política, las relaciones interculturales y la teoría de la cultura.
Como se podrá percibir, esto apenas es el resultado de una aproximación. El trabajo investigativo sobre el periodismo de Fernando Ortiz prevé profundizar en elementos comunicológicos, compositivos e imagenológicos que redondearán el acercamiento y ofrecerán mejores elementos para entender la labor de Ortiz en la prensa. Asimismo, se prevé preparar una edición crítica de los artículos del sabio cubano, compilándolos según su temática y cronología con el objetivo de lograr un producto editorial de riqueza bibliográfica que brinde una visión global aporte criterios de análisis sobre su desempeño. Esto llevaría aparejado un análisis de la coyuntura social, cultural, política y creativa en que se escriben y publican estos artículos.
Sirva este proyecto para impulsar no sólo el estudio de la vida y la obra de Fernando Ortiz que, como dijera el actual Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, se nos hace cada vez más necesaria hoy en día, sino para atraer la atención a la necesidad de imprimirle una visión antropológica al análisis de nuestra cultura y de los avatares de nuestra sociedad. Sirva el legado de Fernando Ortiz para profundizar en la defensa de nuestra nacionalidad y en la obtención de un pensamiento dialéctico para analizar los fenómenos que, aún en la actualidad, particularizan nuestra realidad cultural y social, haciéndola única y merecedora de enriquecimiento y conservación.
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1 Alfonso Reyes: Prólogo al libro de Fernando Ortiz: Los bailes y el teatro de los negros en el floklore de Cuba, Editorial de Letras Cubanas, La Habana, 1981, p. VII.

 2  Isaac Barreal: Prólogo al libro de Fernando Ortiz: Etnia y sociedad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, pp. VII-XXXIII.

3 Berta Becerra y Bonet: «El doctor Ortiz, periodista», en: Miscelánea de estudios dedicados a Fernando Ortiz por sus discípulos, colegas y amigos, con ocasión  de cumplirse sesenta años de la publicación de su primer impreso en Menorca en 1895, tomo 1, Úcar García Impresores S.A., La Habana, 1955, pp. 157-158.

4  Ibídem, p. 160

 
Rodolfo Zamora Rielo
Opus Habana

(Ponencia presentada en el 14 Taller de Antropología Social y Cultural Afroamericana que, junto al III Encuentro de Oralidad Afropalabra, sesionó en el Centro Histórico de La Habana y en Matanzas del 5 al 9 de enero de 2010)
 

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