Luchador inclaudicable por la independencia y soberanía cubanas, el Generalísimo Máximo Gómez fue homenajeado el 20 de mayo de 1902 por sus compañeros de armas con una medalla que enaltece su genio y constancia.
La medalla dedicada a Máximo Gómez se conserva en el Museo Numismático (Oficina del Historiador de la Ciudad) como uno de sus objetos patrimoniales más valiosos.

 El proyecto homenaje se gestó en una reunión, el 16 de abril de 1902, en la casa del comandante del Ejército Libertador Rigoberto Ramírez, en la calle Tejadillo número 11½, en la Habana Vieja. Participaron un grupo de jefes y oficiales mambises que habían combatido directamente bajo las órdenes de Máximo Gómez. Allí acordaron entregarle una medalla de oro.
En la reunión se decidió que la medalla tuviera un costo que no excediera los 20 centenes (106 pesos oro español); que fuera elaborada en oro de 18 quilates, con un peso aproximado de tres onzas; que tuviera un pasador y su correspondiente estuche.
Para sufragar los gastos se decidió que cada uno de los participantes aportaría un centén (5.30 pesos oro español), y que los fondos serían recaudados por los comandantes Rigoberto Ramírez y Segundo Corvisón, quienes tendrían también a su cargo todo lo relacionado con la adquisición de la medalla. La joyería habanera La Estrella de Italia, de Oscar Paglieri, fue la encargada de confeccionar la medalla, con el costo acordado de 20 centenes.
El 20 de mayo, a las 5 y 30 de la mañana, se oyeron en la ciudad las notas de la diana mambisa que daban inicio a los actos para la instauración de la República. A esa misma hora partió desde el café Centro Alemán –en Prado y Neptuno– hacia la residencia del Generalísimo, el grupo de jefes y oficiales del Ejército Libertador, presidido por el general Bernabé Boza –antiguo jefe de su escolta y Estado Mayor– y allí le rindieron el merecido homenaje, haciéndole entrega de la medalla.
Gómez, con su reconocida modestia, agradeció amablemente el gesto, pero no dejó que le colocarán la prenda en el pecho. Conservaría la medalla hasta el final de su existencia, aunque su rechazo a todo tipo de exhibicionismo haría que nunca la mostrara sobre su vestimenta, ni aun en los actos de mayor trascendencia histórica en los que siempre se reclamaba su presencia.
Tiempo después del fallecimiento de Máximo Gómez y posiblemente a causa de una difícil situación económica, su familia vende la medalla a una casa de empeños de La Habana. Allí la descubrió el coleccionista Federico Maciá, quien la adquirió y la mantuvo en su poder hasta la década del 40, cuando su colección fue comprada por el Archivo Nacional de Cuba. Esta institución la conservó hasta 1974 en que pasó al Museo Numismático, donde se encuentra hoy formando parte de sus fondos patrimoniales más relevantes y valiosos.

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