Ernesto González Pumariega (La Habana, 1960) es un artista que pinta paisajes de la tierra pero también del cielo, el cual regocija con vivos colores a todo aquel que busca fuerzas y esperanzas. Su pasión por la pintura lo ha llevado a realizar, con desenfrenado esmero, obras de insuperable calidad.
A Pumariega le distingue la originalidad del tratamiento plástico y conceptual de «sus ciudades», aun cuando le atrae cultivar otros temas, como la representación humana.

Buscando una presencia efímera o algún espacio revelador, el pintor recorre las calles de la ciudad. A cada paso, ésta se va convirtiendo en una entidad viviente, un ser que respira y se mueve. Las edificaciones, transformadas en blandas estructuras, se esfuerzan cada vez más en tocar el cielo. Así, la poesía renace como imagen en la paleta del creador: los colores se yuxtaponen libremente; la pincelada, inquieta y fugaz, recrea, cual estallido de luz, cada nueva visión... Es una ciudad movida por el sentimiento, y que expresa sus emociones a través del color.
 A Ernesto González Pumariega (La Habana, 1960) le distingue la originalidad del tratamiento plástico y conceptual de «sus ciudades», aun cuando le atrae cultivar otros temas, como la representación humana. Sus pinturas son ricas en texturas, empastes y veladuras que se fusionan armoniosamente junto a la típica luz insular. Le interesa ante todo la utilización de colores que impulsen el ánimo del espectador, que lo hagan sentir airoso e incluso eufórico frente a cada una de sus telas. Reniega de utilizar direcciones precisas en sus paisajes urbanos, tal vez porque ve a esta urbe como un todo, sin particularizar en calles privilegiadas.
La ausencia de nombres o referentes estrictos en sus cuadros, le permite captar las esencias de una ciudad donde la presencia física de las construcciones hacen tangible la fuerza de su espíritu. Pasado, presente y futuro se mezclan configurando escenas que exigen una mirada abstracta y meditativa.  Pumariega es un artista que pinta paisajes de la tierra pero también del cielo, el cual regocija con vivos colores a todo aquel que busca fuerzas y esperanzas. Su pasión por la pintura lo ha llevado a realizar, con desenfrenado esmero, obras de insuperable calidad. Cuando mira a su alrededor, ve edificaciones que muestran su verdadera identidad, casas que se mueven al ritmo del Caribe y avenidas que reflejan las deslumbrantes luces de la capital. Es una pintura de fe, un arte que reclama la alegría de vivir.

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