Colgado de cuerdas y arneses, jóvenes especializados en trabajos de alto riesgo acometieron desde el vacío la rehabilitación del templo habanero.
La pericia técnica de los restauradores posibilita realizar las labores sin la utilización de complicados y costosos andamios que, además de crear obstáculos, podrían afectar los materiales pétreos que integran la torre.

 Esbelta y delicada, imponente en sus 72 metros de altura, cargada de una riqueza ornamental neogótica que se expresa en arbotantes, pináculos, gárgolas y otros elementos característicos de ese estilo, la torre de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús –de Reina para los habaneros– se alza en medio del paisaje urbano como uno de los hitos más característicos, logrados y hermosos de la arquitectura religiosa cubana y de nuestra América.
La concepción y ejecución de este templo, construido entre 1914 y 1923, se atribuyen al hermano jesuita Luis Gorgona, con el asesoramiento del arquitecto Eugenio Dedito. Y aunque no disfruta como otros de una plazuela frontal que realce su perspectiva, su escala y sus proporciones le confieren, sin embargo, una monumentalidad impresionante.
La obra no ha escapado a los rigores del tiempo ni a los embates del medio con las particulares características de nuestro clima húmedo, el azote de los huracanes, la acción penetrante de la lluvia, el aerosol marino y los escapes de los motores de combustión de tanto vehículo que sube y baja por la popular calle de Reina, una de las más transitadas de la capital.
Desde hace ya varios años comenzó a temerse por la estabilidad de la aguja neogótica. Al aparecer los más acusados síntomas de diversas patologías, se dio inicio a una labor de investigación y diagnóstico en la que participaron los especialistas más prestigiosos del ámbito constructivo cubano.
Sostenida apenas por un soporte muy dañado y peligrosamente caída hacia atrás, la espléndida cruz custodia terminó desplomándose; a su vez aparecieron grietas y fracturas que amenazaban con el desprendimiento parcial o total de algunos elementos de la torre.
Los estudios condujeron a la búsqueda y diseño de soluciones de consolidación constructiva que garantizaran la estabilidad ante el franco riesgo de una catástrofe. Además de ser una grave lesión para el monumento, la posibilidad de un desplome representaba un enorme peligro para los transeúntes y vehículos que circulan por la céntrica avenida.
Como resultado del análisis, se le confirió a la estructura pétrea original una robusta osamenta metálica, mediante anclajes cuidadosamente dispuestos, soporte y riostras que le garantizan prolongación de vida al monumento, su seguridad y la de sus circundantes. Una vez realizado el proyecto de consolidación y comenzada su puesta en marcha, se iniciaron las labores que conducirán a la total restauración de la obra.
En esta área de trabajo se impuso una participación múltiple: varios profesionales y técnicos hicieron su valioso aporte que concluyó, tras varias etapas de estudio, con la selección de los materiales y productos más adecuados para efectuar las faenas de rescate de los preciosos elementos que integran las caras de la torre y los pináculos que la acompañan.
 Se tomaron muestras del templo y se enviaron a la fábrica de Barcelona que produce materiales para la restauración. Tras ser analizadas en su laboratorio, se obtuvo un producto que iguala el color y la textura originales, lo cual tiene un positivo valor estético.
A pesar de que la iglesia de Reina se encuentra fuera de los límites geográficos del Centro Histórico de la Ciudad de La Habana, la Oficina del Historiador decidió hacer una contribución efectiva al rescate de esta bella edificación, en aras de la salvaguarda debida a las obras que por sus valores constituyen parte del Patrimonio Nacional.
De ahí que la Oficina haya solicitado la aprobación del Comandante en Jefe Fidel Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, para acometer una obra que, por su naturaleza, requiere una respetable erogación: los trabajos de consolidación y rehabilitación que ya se están llevando a cabo en la torre.
Son necesarios una justa comprensión del esfuerzo que se realiza y que se decida acometer también la rehabilitación del resto del templo, pues su magnífico altar de mármol (obra del padre Granda, ejecutada en Madrid) y sus 36 ventanales con hermosos vitrales emplomados presentan un considerable deterioro.
En 1954 se hizo una intervención que pretendió, sin alcanzar los resultados esperados, restañar heridas y reparar daños.
Entonces, quedó demostrada la gravedad del uso de materiales no compatibles con los originales: el empleo de cemento gris para completar faltantes, sin ninguna relación con la piedra caliza blanda de la obra, y el uso de acero y zunchos metálicos sin el adecuado tratamiento anticorrosivo dieron lugar a oxidación, agrietamientos, exfoliaciones, fracturas y desprendimientos en un plazo breve.
Las actuales labores de consolidación se iniciaron a partir de los informes presentados en 1994 por los eminentes ingenieros cubanos Dr. Maximiliano Isoba y Esmildo Marín, con la participación del Ministerio de la Construcción (MICONS) y del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM), una vez valorado el dictamen de la Dirección de Arquitectura de la Oficina del Historiador.
Con ese objetivo se dispuso una estructura metálica interior debidamente tratada contra la corrosión, y se emplearon los medios y materiales requeridos para el anclaje, hasta dotar a la torre de un sólido esqueleto.
El arquitecto Víctor Marín y el ingeniero Pedro Rodríguez, junto a otros profesionales del CENCREM, efectuaron estudios y propuestas para la rehabilitación de los hermosos elementos que componen la aguja.
En 1996, a través de la Empresa de Construcción Industrial (ECOIND) No. 3 del MICONS, se incorpora al trabajo de la torre el Grupo Especial de Trabajos de Alto Riesgo (GETAR), dirigido por el MsC. Noel Rojas e integrado por un grupo de profesionales de diversos perfiles, unidos por la práctica común del alpinismo.
Colgados de sus cuerdas y arneses, estos jóvenes ejecutan los trabajos de rehabilitación desde el vacío.
Esta técnica posibilita realizar las labores sin la utilización de complicados y costosos andamios que, además de crear obstáculos, podrían afectar los materiales pétreos que integran la torre. Ángel Ruiz, representante en Cuba del Grupo SECOM de Francia, intervino en condiciones de suministrador de materiales especiales para la restauración, desempeñando en realidad una seria actuación como colaborador del proyecto, para el cual realizó estudios por su cuenta, preparó documentación y analizó productos con la Compañía Texsa de Barcelona.
Al final, dichos productos fueron seleccionados en discusión con el ingeniero Jorge L. Toledo, a cargo de la coordinación general de los trabajos por parte de esa entidad constructora.
El privilegio de mi designación para seguir el curso del trabajo, en colaboración con la Dirección de Arquitectura Patrimonial en la persona de su directora, Ing. María Buajasán, permitió que pudiera contribuir durante un tiempo con el trabajo que, como inversionista, realizó mi hijo, el arquitecto Félix R. del Castillo.
En junio de 1997 se decidió proceder al cierre parcial de la calle frente a la iglesia, ante el riesgo que suponía un posible –y nada remoto– desprendimiento de alguna pieza desde la torre. Esta solución se tomó con carácter temporal, luego de ser muy analizada con las autoridades municipales.
La Societé Petzl de Francia, empresa suministradora de redes y mallas de seguridad, respondió rápidamente a la solicitud de un lote de estos medios para proteger a los alpinista y contener los pesados «proyectiles» susceptibles de caída.
Ello permitió retirar el cierre de la calle en un plazo menor que el estimado, evitando de esta forma prolongar molestias a la circulación, a la población y las consecuentes implicaciones económicas.
Actualmente los trabajos avanzan con cierta lentitud pero con paso seguro. La restauración y la rehabilitación son tareas que deben llevarse a cabo con serenidad, en plena calma técnica, con ojo atento y oído avizor a cualesquiera de los problemas y dificultades que normalmente inciden en este tipo de intervención constructiva.
El peso ejecutivo lo llevan la ECOIND No. 3 y, en especial GETAR, junto a una cualificada participación de jóvenes egresados de la Escuela Taller Gaspar Melchor Jovellanos (Oficina del Historiador de la Ciudad) que reparan –y elaboran en los casos necesarios– las figuras y elementos requeridos de restauración o sustitución.
Es un deber insoslayable hacer un llamado a la rehabilitación total del templo, una vez finalizados los trabajos de la torre, en cuya cúspide –desde la Epifanía de Reyes Magos de este año– se yergue airosa la espléndida cruz custodia de bronce de 1,87 metros de altura.
En las noches, una iluminación deberá enaltecer, bajo las estrellas, la belleza incomparable de esa aguja blanca que apunta al cielo de La Habana.

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